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Empresas: ¡a bajarle a la electricidad para disminuir los gastos!

El ahorro de energía, a través de diversos medios, se ha convertido en una de las apuestas del sector productivo para mantenerse a flote durante la pandemia.

A raíz de la cuarentena por el COVID-19, los establecimientos económicos de Colombia se han visto en la necesidad de recortar gastos, mucho más de lo que lo hacían antes. A pesar de que algunas restricciones ya se han levantado, el país aún se encuentra en un período de incertidumbre económica y algunos sectores apenas han empezado a reactivarse. La situación se complica aún más por un factor que afecta a todos los negocios independientemente de su naturaleza: el alza en el precio de la corriente eléctrica.

“Durante este lapso tuvimos algunos meses de poca precipitación. Colombia depende en gran parte del suministro hidroeléctrico y la baja capacidad de los embalses generó un alza en los costos del kilovatio”, explica Javier Campillo, ingeniero electrónico con 17 años de experiencia en dicha área. A partir de esa circunstancia, las empresas han diseñado diversas estrategias para disminuir la cuota de energía. Negociar con sus proveedores en tan solo un primer paso. (Lea aquí: Eficiencia energética, el camino para afrontar la crisis por el coronavirus).

Electrodomésticos comunes

El método más básico es reducir la demanda y la necesidad de utilizar el aire acondicionado. De acuerdo con el ingeniero Campillo, una temperatura de 22 a 24°C tiende a ser suficiente para tener una oficina fresca; no hacen falta los 15 o 18°C que usan la mayoría de los establecimientos. De esta forma, se reduce el consumo energético “sin sacrificar el confort”.

Igual de importante es recordar que “debido a los tiempos de oficina reducidos, de cuatro horas e incluso menos, el uso de los equipos debe ser acorde. No es necesario mantener encendidos todo el tiempo los computadores, los sistemas de iluminación y los congeladores de agua durante todo el día. Hay término acuñado para esta práctica y es el concepto de ‘negativo’ o ‘vatio negativo’: la mejor manera de ahorrar es simplemente no usar”, añade el ingeniero. (Lea aquí: Las recomendaciones del Gobierno para ahorrar electricidad).

Instrumentos de producción

En lo que respecta a la maquinaria pesada y compleja que consume grandes cantidades de electricidad en las fábricas, hay dos cosas muy importantes para tener en cuenta: evitar el gasto de energía reactiva para no incurrir en sobrecostos y asegurarse de que todo funcione correctamente, para garantizar mayor eficiencia operativa y maximizar el ahorro.

“La energía activa es la que realiza el trabajo útil; la reactiva es la que utilizan los motores, los cables y todos los sistemas de campo electromagnético. Los proveedores cobran únicamente por la primera, pero a partir de cierto umbral empiezan a penalizar por la segunda”, explica el ingeniero Javier Campillo. Es por esto que es de vital importancia que las empresas instalen contadores de energía reactiva, para asegurarse de no superar lo establecido por la ley.

Igual de útil es realizar estudios minuciosos sobre los factores técnicos y ambientales necesarios para que todos aparatos eléctricos funcionen con la mayor eficiencia posible. Un caso típico es de “los aires acondicionados, que se esfuerzan más cuando están junto a una fuente de calor importante. Durante este período, nos hemos enfocado en labores de mantenimiento programadas y en calcular cómo disminuye el rendimiento de los equipos en el tiempo”, afirma Juan Fajardo Cuadro, ingeniero mecánico y docente investigador del área de eficiencia energética.

Opciones ecológicas

El uso de energía solar o fotovoltaica se ha disparado durante la cuarentena. Según Javier Campillo, “en Cartagena ha funcionado bien y ya se instalado tanto en establecimientos comerciales como en hogares. Los ahorros energéticos que representa permiten recuperar la inversión tan solo en cuatro o cinco años. Es una opción muy atractiva y las empresas pueden adquirirla mediante líneas de crédito ‘verde’ que se han habilitado a raíz de la pandemia”.

Juan Fajardo, por su parte, destaca el uso que se le ha dado a la energía obtenida a partir de la biomasa. En este caso, se sabe que el ganado almacena, en forma de rumen, los alimentos que su cuerpo no ha digerido. “Esa sustancia posee un contenido energético muy importante y puede ser procesada para generar electricidad. En el agro pasó igual: muchos de los residuos que producen las cosechas pueden utilizarse para los mismos fines”, explica.

A futuro

¿Todas estas medidas están para quedarse? Bien puede pensarse que sí. Son estrategias que ya se habían probado en el pasado y que ahora han demostrado su efectividad cuando más se les necesitó. Es más, representan muchos beneficios aparte de ayudar a pasar una mala situación económica. En opinión del ingeniero Juan Fajardo, “es como dicen: en tiempos de crisis, lo que queda es innovar. Ahora lo que hay que hacer es seguir trabajando con las empresas para garantizar que estas estrategias sigan aplicándose”.

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