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El día de la deuda ecológica, una fecha que no es para celebrar

Los humanos gastan los recursos del planeta a un ritmo cada vez más acelerado, tanto que, para mitad de año, ya han sobrepasado la capacidad de la Tierra para renovarlos.

El estándar de vida de la población mundial requiere de 1,75 Tierras, el problema es que solo hay una: esta es la conclusión a la que llegó la Global Footprint Network (GFN, “Red de la Huella Global”), una organización dedicada a estudiar el impacto ecológico de la extracción de recursos naturales a lo largo y ancho del planeta.

Los cálculos de este grupo toman en cuenta factores como las emisiones de dióxido de carbono, el uso de las áreas de cultivo y pastoreo, la cantidad de terreno construido, la tala de árboles y la pesca para calcular la fecha aproximada en que la demanda de bienes sobrepasa la capacidad de la Tierra para renovar sus recursos.

Es así como determinan el llamado Día de la Deuda Ecológica o Día de Sobrecapacidad de la Tierra, una fecha que ha ocurrido más y más temprano con cada año que pasa. La GFN estima que el año 1970 fue cuando este fenómeno comenzó a ocurrir y que la fecha cayó el 29 de diciembre; en el 2019, los cálculos indicaban que llegó el día 29 de julio. (Lea también : Medio ambiente sufre una situación crítica a nivel mundial: Greenpeace).

El concepto

La idea de que la producción de bienes y el consumo de los seres humano son capaces de provocar un “déficit medioambiental” es relativamente nueva. La activista ecológica Eva Quirstop lo planteó por primera vez en 1985 y, más tarde, Andrew Simms de la New Economics Foundation (NEF, “Fundación para una Nueva Economía”) desarrolló en pleno la noción del Día de la Deuda Ecológica, el cual se define como “la fecha en que la demanda humana por recursos y servicios naturales durante un año determinado excede lo que la Tierra puede regenerar anualmente”, de acuerdo con la GNF.

El cálculo matemático es el siguiente: la capacidad de regeneración del planeta, que se mide en hectáreas globales (uno sola equivale 10 mil metros cuadrados), se divide por la demanda, también medida en hectáreas globales, y esta cifra se multiplica por 365. Si el resultado fuera, por ejemplo, 120, entonces eso significaría que entraríamos en déficit hacia el día 200 del calendario de ese año, que sería el 18 de julio.

La GNF también se encarga de medir la tasa de consumo de cada país. A partir de ahí, calcula cuál sería la fecha si todo el mundo gastara al ritmo de dicha nación. Los primeros 10 puestos en el escalafón están ocupados por Qatar, Luxemburgo, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Kuwait, Trinidad y Tobago, Estados Unidos, Canadá, Mongolia y Bermuda. Si todos consumieran igual que ellos, el déficit llegaría anualmente entre febrero y marzo.

Algunos países no generan deuda ecológica, por lo que no se encuentran incluidos en la lista. De los 195 que hay en el mundo, la organización contabiliza 135. Colombia ocupa el lugar 112 y se estima que su ritmo acabaría con los recursos del 2020 hacia el 17 de octubre.

Importancia

Es importante aclarar que la GNF misma enfatiza que estos cálculos son solo una estimación sujeta a los datos que pueden conseguir de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos interesados en la protección del medio ambiente, por lo que sus pronósticos podrían ser más pesimistas u optimistas de lo que la realidad indica.

Otro punto que debe aclararse es que las consecuencias se aprecian más hacia el largo plazo. Para Bladimir Basabe, subdirector de investigación y educación de la Entidad Promotora Ambiental (EPA) de Cartagena, “es claro que la humanidad ha consumido una mayor cantidad de recursos de lo que el planeta pude regenerar. Es como tener una familia de 10 personas que viven en una misma casa y se gastan en el menor tiempo posible los alimentos que tienen almacenados. Plantas para medicinas, aire puro, agua potable, todos esos recursos están siendo puestos en peligro para la disponibilidad de las generaciones futuras”.

Según el experto, se trata esencialmente de una mala planificación de gastos, nacida de la falta de control, o de certeza, sobre cuánto exactamente es lo que cada país necesita consumir. La consecuencia de esto es que los diferentes ecosistemas son sobreexplotados y se van quedando lentamente sin los medios que les permiten regenerarse hasta que colapsan por completo.

“No se trata de ver el asunto románticamente, estilo ‘¿qué planeta le voy a dejar a mis hijos?’, sino de ver qué recursos necesita la población actual, qué necesitarán las próximas generaciones para no verse ‘apuradas’ y también enseñarles a usar esos recursos de forma consciente”, puntualiza Basabe.

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