Nadie piensa bien con el estómago vacío y tampoco es sano comer y comer sin tener consideración sobre las porciones y los contenidos que nos llevamos a la boca. En una edad en la que el cuerpo todavía está desarrollándose y los hábitos que marcarán la vida y el bienestar del niño se consolidan poco a poco, es vital que los padres y las instituciones educativas, garanticen la adecuada nutrición de los niños: no solo ayuda con su salud física, sino que además contribuirá al buen rendimiento académico.
Un estudiante bien alimentado está mejor preparado para prestar atención en clase, comprender lo que los maestros le enseñan y aplicar lo aprendido. El vínculo entre los problemas del desarrollo cognitivo y la malnutrición ya está ampliamente demostrado, entendiendo este último término como desbalance en los nutrientes y la dieta de un individuo, sea por déficit (desnutrición) o por exceso (que resulta en sobrepeso, obesidad y otras enfermedades).
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indica que “en un estudio para 79 países, Grantham-Mc Gregor y otros encontraron que por cada 10% de aumento en la desnutrición crónica, la proporción de niños que alcanzaba el grado final de primaria bajaba en 7,9%. Otros estudios en el Brasil y Jamaica entregan datos que confirman que existe una relación entre la desnutrición crónica y los logros educativos, donde los niños que han sufrido de desnutrición en la infancia alcanzan peores resultados o menor nivel de educación para su edad”.
En cuanto a los efectos del sobrepeso, “existe evidencia que demuestra que puede afectar el rendimiento académico de los estudiantes. Un paciente con obesidad se caracteriza por el alto consumo de grasas saturadas y carbohidratos refinados, lo cual resulta en un desbalance de nutrientes, en apatía, en disminución de la concentración y, por factores internos y externos, en una baja autoestima”, explica Estefany Osorio Caballero, licenciada en Nutrición y Dietética. Le puede interesar: 5 nutrientes para el cerebro.


Yulys Redondo Meza
Recomendaciones
Una dieta balanceada contiene una cantidad adecuada de macronutrientes (proteínas, carbohidratos, lípidos) y micronutrientes (vitaminas y minerales) así como las porciones recomendadas de frutas y vegetales (entre 4 y 5 al día). Consulte con el pediatra cuál sería la más adecuada para su hijo y también con el niño para hacer alimentos que sean sanos y se adapten bien a su paladar.
Se deben prefererir los alimentos frescos y orgánicos por encima de los ultraprocesados, ya que estos han perdido la gran mayoría de su valor nutricional y tienden a estar llenos de “calorías vacías” (sobre todo azúcares y grasas saturadas).
“Para adecuar la ingesta de micronutrientes de cada niño, es importante conocer las características biológicas de su crecimiento y tener en cuenta que esto va relacionado con el grado de actividad física y el medio social en el que se desenvuelve”, señala Yulys Redondo Meza, pediatra especialista en nutrición.
“Durante esta etapa, los micronutrientes esenciales van a estar representados por las vitaminas, minerales y oligoelementos. Dentro de esto podemos resaltar el calcio, el hierro y vitamina D como vitales para alcanzar una masa ósea adecuada y mejorar el sistema inmune de los niños”, señala.
“En cuanto a los adolescentes, esta es una etapa de gran aceleración de crecimiento y desarrollo, lo que implica un aumento de los requerimientos calóricos, situación compleja en este grupo debido a que realizan periodos de ayuno prolongados por actividades como el uso excesivo de pantallas o malos hábitos de sueño”, afirma la doctora Redondo Meza.
Por su parte, Luz Patricia Bernal de Patiño, licenciada en Nutrición y Dietética de la Universidad Nacional, recomienda “dar al niño fuentes de ácidos grasos esenciales, aceites vegetales con cero colesterol (oliva, canola, maíz o girasol) y frutos secos como el maní, que ayudan al desarrollo neurológico y al sistema inmune. Además, ellos aportan vitamina A, yodo y Hierro, que ayudan a prevenir enfermedades”.
Agrega además que “se recomienda suministrar una porción de alimento que sea fuente de proteína (que ayuda al desarrollo muscular) por tiempo de comida. Por ejemplo: al desayuno, una bebida con leche, huevo en cualquier preparación o queso; al almuerzo y cena, una porción de carne, pollo o pescado en cualquier preparación. Es importante preparar los alimentos con aceite limpio, con cero colesterol, y no usar grasa recalentada”. Puede leer: Los estudiantes que comen sano tienen mejor salud mental.
-“El agua no saciará a mi niño durante la merienda, es mejor que se tome un jugo”: práctica errónea, ya que estas bebidas suelen tener colorantes y altas concentraciones de azúcar. El agua es suficiente para ayudar a conseguir la saciedad luego de comer.
-“A mi hijo le daré suplementos así no me lo haya recomendado el médico”: si el niño se alimenta bien, no hay ninguna necesidad de utilizar suplementos, mucho menos aquellos que vienen en presentaciones como gomitas.
-“Es mejor que lleve bastante merienda para una larga jornada”: no. Mantener un buen peso es cuestión de comer la cantidad de calorías que el cuerpo necesita durante el día. Un exceso prolongado lleva al sobrepeso y la obesidad.
-“La yema del huevo es pura grasa y es mejor desecharla”: sí es verdad que tiene grasa, pero también es rica en lipoproteínas y vitamina A, por lo que es un nutriente muy valioso.
-“Si no puede tomar leche de vaca, basta con reemplazarla con leche de soya / almendras / coco / arroz”: ninguno de estos productos es lácteo, a pesar de su nombre, y no suplen el valor nutricional de la leche. Dele a su hijo leche deslactosada en su lugar.
-“No importa si no desayuna, comerá después al almuerzo”: el desayuno es la primera fuente de energía del día, por lo cual es imprudente saltárselo.