A sus 51 años tiene la inocencia propia de un joven que sueña con ser campeón del mundo, por eso diariamente asiste al gimnasio del Bernardo Caraballo, golpea con firmeza un saco viejo y dice: “Yo no he perdido nunca”.
Es cartagenero, nacido y criado en el populoso barrio de La Esperanza y padece de síndrome de down, pero eso no le impide ser feliz, tener sueños y meterse en una burbuja en donde es el principal protagonista de una historia llena de éxitos en el deporte de las Narices Chatas. Vea aquí: Alma de campeones: Cipriano y su amor por el boxeo
Francisco Pinto Lambis es su nombre, pero en Cartagena se le conoce como Cipriano, todo un personaje del boxeo bolivarense que siempre ha mostrado deseos de superación, logrando ser un ejemplo para las nuevas generaciones.
Vive del rebusque, de la caridad de la gente que le quiere y de lo que recolecta del show que hace en el cuadrilátero cada vez que hay velada boxística en la ciudad.
Su acto consiste en brindar el mejor combate de un boxeador en el ring. Se trata de una pelea contra un rival imaginario, que termina convirtiéndose, casi siempre, en el mejor momento de cada velada. Luego, Cipriano va de puesto en puesto y recoge monedas o billetes que le entregan los asistentes por el show. Y ese dinero en algo, así sea de manera momentánea, alivia las penas y la difícil situación de su familia.
Cipriano fue el primer invitado en un programa de El Universal, llamado Alma de Campeones que se realizará cada 15 días en las diferentes plataformas virtuales y la edición impresa de esta casa periodística.
A Francisco se le contactó a través de Martín Valdés, uno de sus entrenadores. “Carlos no te preocupes, me dijo que mañana está aquí en el gimnasio a las 10 de la mañana, tal cual como lo pediste”, dijo Valdés.
Y así fue. Cipriano llegó puntual, con una alegría única y lleno de mucha motivación.
Lo primero que hizo fue ponerse la indumentaria de boxeador y así quedar listo para grabar una película. Sí. Él pensaba que con su show se filmaría un película.
“Ya me vendé, me puse los guantes, estoy listo, ahora qué hago”, se le alcanza a descifrar en medio de cierta dificultad para hablar.
Entonces, Cipriano sube al ring para hacer lo que más sabe: boxear.
Realiza un round intenso, en donde exhibe buen manejo de piernas en el cuadrilátero, con su fabuloso juego de cintura elude los golpes del rival imaginario y lo contragolpea de manera certera y con mucha firmeza.
Tiene sometido a su adversario, tanto que en plena pelea recibe una llamada por celular y decide contestar, en una acción muy jocosa en la que mientras habla, con su otra mano, sigue golpeando a su oponente a placer.
Pero de repente, Cipriano recibe un fuerte golpe, se tambalea y cae a la lona. El réferi inicia el conteo y cuando Cipriano escucha el número 7 se levanta para seguir el combate e ir en busca de la gloria.
Entonces, este gigante del boxeo se enfurece, decide terminar el pleito por nocaut, utiliza un recto de derecha y un gancho de izquierda para liquidar a su rival. El réferi le levanta los brazos en señal de triunfo y él repite: “Te dije que yo nunca he perdido”.
Boxeadores y aficionados que se encuentran en el gimnasio le cargan y gritan el nombre de Cipriano una y otra vez. Es un momento único.
¿Por qué te dicen Cipriano?
“Por la canción de Mr. Black”, afirma mientras tararea la letra del exitoso tema musical.
Está metido en su mundo, entrena duro para lograr los deseos de su corazón. Asegura que en la actualidad se pone a tono para un combate que sostendrá en las próximas semanas en Miami (Estados Unidos). “Ganaré en Miami para ser campeón mundial”, recalca.
Después de hablar un rato con él y ver el show me despido de Cipriano. Y cuando voy buscando el camino de salida me alcanza y dice: “Carlos, papa bello, dame lo mío”.
Y entonces, lo abrazo, meto la mano en mi bolsillo, saco dos mil pesos, se los entrego y le digo: “Cipriano, tú eres un campeón de la vida”.