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Los Panamericanos del 'Che' Guevara

Marzo de 1955. En una sofocante mañana mexicana, 100.000 personas se agolpan en el Estadio Universitario para la inauguración de los segundos Juegos Panamericanos. Más de 2.500 deportistas monopolizan los focos de los fotógrafos. Entre ellos hace un hueco para su cámara un tal Ernesto Guevara.

Antes de que su vida se hiciera historia y su rostro un símbolo, el Che Guevara trabajó como fotógrafo deportivo y vivió como uno más la agotadora maratón que disputan día tras día los reporteros que cubren un gran evento internacional.

Escasas horas de sueño, frenéticas carreras por ser el primero en dar la noticia, competencias que se encadenan, nuevos héroes que se se coronan... Pocas cosas han cambiado.

Como a muchos, al mismo Che que tres años antes había salido en una motocicleta a mirar a la cara a Latinoamérica le agotaron los 14 días que duró la segunda edición de los Panamericanos, que se habían estrenado cuatro años antes en Buenos Aires.

"Mi trabajo durante los Juegos Panamericanos fue algo agotador en todo el sentido de la palabra, pues debía hacer de compilador de noticias, redactor, fotógrafo y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur", escribió el Che en una carta a su amiga Tita Infante, según se recoge en sus memorias tituladas "Otra vez".

"Mi promedio de horas de sueño no pasó de 4 durante los Juegos, debido a que yo era también quien revelaba y copiaba las fotografías", agregó un Che que con 27 años era el enviado de la Agencia Latina de Argentina a los Panamericanos.

TRABAJAR COMO 'UNA BESTIA'

Todo comenzó siete meses antes cuando el joven Guevara llegó a México escapando de Guatemala, donde se había implicado en la revolución y tuvo que salir huyendo tras el golpe militar de Castillo Armas.

Mientras el Ernesto médico dejaba paso al Che político, la fotografía fue un salvavidas para mantenerse en México.

Según contó el reconocido periodista argentino Rogelio García Lupo en el periódico Clarín en 2001, lo primero que hizo el Che al llegar al DF fue comprarse una cámara. Planeaba, incluso, llegar a abrir una casa profesional en el DF.

Fue entonces cuando el periodismo se cruzó en su intensa vida que acabaría 13 años más tarde en Bolivia.

En las calles del DF -donde comenzó fotografiando plazas y sufriendo por los carretes velados, las sesiones fallidas y los ingresos irregulares-, el Che se encontró con Alfonso Pérez Vizcaíno, un médico argentino que trabajaba para la recién creada Agencia Latina, una empresa de noticias fundada por el gobierno peronista en 1953.

Transigente con las inquietudes políticas de quien más tarde sería clave en la revolución cubana, Vizcaíno acabó nombrándole corresponsal en México. En rojo en el calendario de prensa de 1955 destacaban los Juegos Panamericanos, a los que acudirían deportistas de 22 naciones.

"Tengo un sueño más lindo aunque igualmente inseguro: el jefe de la Agencia Latina me ofreció un puesto en el que ganaría unos 500 mensuales por trabajar 3 veces a la semana en la confección de una síntesis periodística de los acontecimientos de México", escribió el Che en un extracto de su diario recogido en el artículo de García Lupo.

En los Panamericanos, apuntó Guevara, "tengo que trabajar como una bestia, dejando de lado el hospital".
   
REVOLUCIONARIO
Pero en un oficio que hace de la inestabilidad su materia prima y con Latinoamérica atravesada por la agitación, cobrar no era siempre la consecuencia de un buen trabajo.

"No me pagan en la Agencia Latina, y tal vez no me paguen en un tiempo porque la plata viene, o mejor, no viene, de Buenos Aires", escribió el Che en su diario.

Y el dinero nunca llegó. De un día para otro la agencia cerró sus puertas tras el golpe de 1955 en Argentina y el Che ya no se bajaría del camino revolucionario que le llevó a conocer cuatro meses después de los Juegos al líder cubano en el exilio Fidel Castro.

En enero de 1959, el comandante Che Guevara llegaba con sus hombres a la Habana. Había triunfado la revolución, pero ni en los días de guerrilla en la sierra cubana Ernesto olvidó su experiencia tras la cámara.

En los montes coincidió con el periodista argentino Jorge Ricardo Massetti y descubrieron que, a más de 7.000 kilómetros de distancia, habían sido compañeros en la extinta Agencia Latina, uno en México y el otro en Buenos Aires.

De esa confluencia acabaría naciendo más tarde la Agencia Prensa Latina.

Por entonces, sin embargo, aquel joven que se colgó la cámara al cuello para fotografiar a los ídolos deportivos de México-1955 quedaba ya muy lejos. Había nacido la leyenda.

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