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Salud del maestro del primitivismo lo obligó a guardar sus pinceles

Apoyado en un desgastado palo de escoba que le sirve como bastón, Marcial Alegría arrastra los pies por su rancho taller en San Sebastián, Lorica.


Con 78 años a cuestas, su acostumbrada picardía que combinaba con su apellido, se ha desvanecido. Esto por los dolores musculares que hace dos meses invadieron su vetusto cuerpo y limitaron sus movimientos, y habilidades para pintar sus célebres cuadros de arte primitivista.


A su lado se mantiene Rita Calle, su eterna mujer, quien soporta sus depresiones y aprietos económicos para los tratamientos médicos que requiere el maestro. “Ella es mi bastón de carne y hueso”, anotó Marcial con una tímida sonrisa.


Por las limitaciones físicas, hace cinco meses los pinceles de Marcial Alegría se endurecieron. Permanecen resecos en los tarros que mantiene en un mesón. Al fondo cuelgan La Pesadilla, Corraleja, Feria Artesanal y las piezas de barro que el loriquero de rasgos orientales ha paseado por el mundo.

“Hace cinco meses no pinto. Quiero recuperar los movimientos para hacer mis cuadros y salir a venderlos”, anotó.

Los escasos ingresos para atender las necesidades médicas y domésticas son por las pocas ventas de figuras de barro que Rita Calle logra en su stand artesanal.

Algunas personas particulares han llevado ayudas para costear los desplazamientos a Lorica y Montería, cuando debe cumplir citas médicas. Cuando se le pregunta por el diagnóstico de salud, Marcial no atina a descifrar los términos científicos.

“Iba para el exterior a llevar mis pinturas, pero vea usted! Ni a Lorica he podido ir”, dijo el maestro apretando los dientes.

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