Rossy de Palma (Palma de Mayorca, 1964) acaricia su India Catalina en el Teatro Adolfo Mejía, vestida de fucsia y coronada con flores trinitarias de color fucsia que ha recogido de los jardines colgantes del corazón amurallado de Cartagena. Ha recibido el tributo mayor del Festival Internacional de Cine de Cartagena (Ficci 2022) de manos de Hernán Piñeres, Felipe Aljure y Lina Rodríguez. Y ha contado que en cinco oportunidades la habían invitado a Cartagena, pero algo se interponía, y cuando recibió esta invitación para este marzo no dudó que sería esta su primera oportunidad de conocer nuestra ciudad. Y al llegar al Teatro Adolfo Mejía ha encontrado una calle de honor que la exalta dentro y fuera del escenario. Y al caminar por el centro amurallado se ha impresionado con el impacto visual de la ciudad por su arquitectura y la calidez entrañable de sus habitantes, y ha intentado probar los secretos de esta Cartagena, con sus manjares gastronómicos, sin dejar de elogiar al tradicional e infaltable patacón cartagenero.
Rossy de Palma
Lo que más sorprende de Rossy de Palma son sus enormes ojos que le han permitido ver más allá de la realidad aparente de todos los días y participar en más de 60 películas, y hacer lo que le ha dictado su imaginación y su sensibilidad, y su desbordante y contagiosa alegría de estar en este mundo. Su solo rostro es un ícono del cine de España, Italia y Francia. Y no solo sus ojos. La nariz y sus labios, todo ese rostro ha sido inspirador para pintores, diseñadores, poetas y cineastas. Su rostro tiene una belleza singular. Parece haber salido de una pintura de Picasso o de un poema surrealista de André Bretón. Es, en esencia, una artista múltiple, porque además de actuar, cantar, bailar, modelar, pintar, escribir, coser con retazos de colores su propia ropa, es la madre de Gabriel y Luna, sus dos hijos que tuvo con Santiago Lajusticia. Para ella ser madre es también un desafío creador, y no se imagina cómo hubiera sido su vida sin sus hijos. Lo ha dicho en diversas entrevistas, y lo reafirma con una convicción profunda. Lea aquí: Ficci rinde tributo a la actriz española Rossy de Palma
Rossy de Palma, además de todo lo anterior, es la creadora del perfume Eau de Protection, una mujer de temple, capaz de llorar ante las injusticias del mundo y ser, a la vez, la artista que encarna personajes de gran fortaleza e indoblegable personalidad como ella, y criaturas con gran energía, sentido del humor y arrasadora inocencia. Sorprendió a su familia a sus seis años escribiendo un poema, y sigue escribiendo un libro sobre la intimidad femenina, tal como lo reveló Alex Ander en una curiosa semblanza de sus facetas desconocidas en Vanity Fair.
Detrás de su nombre
Su verdadero nombre es Rosa Elena García Echave, pero Pedro Almodóvar al descubrirla empezó a llamarla Rossy von Donna, hasta que prevaleció Rossy de Palma. Algo de liviandad y etéreo hay entre ese nombre que evoca las palmeras y el otro nombre rígido e imperial de Von Donna. Rossy de Palma ha estado entre nosotros mucho antes de que a alguien se le ocurriera invitarla hace tantos años. Llegaron primero sus películas. Muchas de ellas siguen flotando en la memoria colectiva, como una música o un perfume o por su rostro inconfundible. Le puede interesar: Ficci 2022: El Decamerón y otras películas para disfrutar
Son inolvidables en Cartagena sus actuaciones en ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ (1988), ‘¡Átame!’ (1989), ‘Kika’ (1993), ‘Kika o La flor de mi secreto’ (1994), que le merecieron la nominación al Premio Goya como mejor actriz de reparto, y los personajes que ha encarnado bajo la dirección de Robert Altman, Mike Figgis, Lina Wertmúller, Terry Gilliam y Karim Dridi.
Fuerza y creatividad
Ella tiene la fuerza constante y la vigilia laboriosa de su padre, un albañil asturiano, y la curiosa sensibilidad creativa de una madre que pintaba acuarelas, escribía cuentos y cantaba. Su larga y rotunda nariz, blanco del bullying en el colegio, fue blindada gracias a su recia personalidad. Almodóvar, al conocerla, dijo que tenía una “belleza picassiana”. Su intensa y polifacética travesía como artista podría ser la historia de una novela o una película sobre una mujer a la que no le alcanzan las veinticuatro horas del día para seguir creando ideas inagotables. Lea también: Premios Indias Catalina: las estatuillas fueron hechas con balas
Rossy de Palma fue condecorada con la medalla de oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, en 2013, Premio Internacinal Yo Donna en 2018 y Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes en 1019. Ha sido la musa del diseñador Jean Paul Gaultier, participó en el grupo musical Peor Imposible y en uno de los conciertos conoció a Pedro Almodóvar.
Una criatura excepcional
Rossy de Palma se considera taoísta en su visión del mundo. Cuando se habla de salvar a algo o alguien, hay que empezar por salvarse a sí mismo. ¡Sálvate tú!, le dijo Almodóvar una vez. Para ella es un gesto de sabiduría comprender a quienes te rodean, pero es alta sabiduría empezar por conocerse a sí mismo.
“Somos más felices cuando estamos instalados en la gratitud por lo que hay que en el deseo de lo que no hay”, le confesó a Charo Izquierdo en una entrevista. En Ficci 61 se exhiben filmes como ‘Mujeres al borde’ de un ataque de nervios y ‘La flor de mi secreto’, para reencontrarnos con el rostro inolvidable de Rossy y con el desparpajo de su espíritu imaginativo.
Epílogo
Rossy no cesa de crear. Desde 1986 su vida como actriz ha sido una de las más intensas y fecundas del cine mundial. En 2018 participó en el celebrado y premiado álbum ‘El mal querer’, de Rosalía. Actuó en ‘El hombre que mató a Don Quijote’, de Terry Gilliam. Durante la pandemia, hizo el papel de Elena en ‘Madres paralelas’ (2021), de Pedro Almodóvar, que se exhibe en Ficci. Y en las series televisivas ‘Littte Birds’ (2021) en el papel de Condesa Mandrax. Y en 2022 en ‘Érase una vez... pero ya no’, en el papel de Mamen. Rossy se hizo un tatuaje de un dragón en el brazo izquierdo. Algo de ese dragón pervive en su espíritu insaciable de belleza y creación incesante y en la dimensión poliédrica de su existencia perfeccionista, exigente e implacable en todo lo que hace, dice y sueña.