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Rafael vergara, el fascinante poder de las ideas

Graduado en Derecho en 1976, especializado en Política Agraria, Administración Bancaria y Derecho Público. Ambientalista, documentalista, activista político y columnista de opinión.

En su última columna de opinión, publicada el 12 de agosto de 2022 en el diario El Universal, titulada ‘La fuerza del amor’, evocaba instantes históricos del pasado cercano como testigo de la posesión de su amigo el presidente Gustavo Petro. Lea aquí: Luto en Cartagena: murió el ambientalista Rafael Vergara.

Rafael Vergara Navarro (1949 - 2022), quien acaba de partir en la mañana de este martes 16 de agosto, era un hombre polifacético, de un vitalismo apasionado y rebelde, defensor de causas sociales y ambientalistas, un humanista y activista político, abogado que perteneció al M-19, documentalista que filmó la invasión militar a Panamá por el ejército norteamericano, entrevistó en una larga conversación de días al escritor Eduardo Galeano, uno de sus grandes amigos. Fue amigo y confidente del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en momentos cruciales de la búsqueda ansiosa por la paz de la nación y el continente, en conversaciones en México, Colombia y Cuba.

Fue el secreto escritor de versos románticos, quien en los instantes en que García Márquez, en su novela ‘El general en su laberinto’, dijo que Sucre había dicho alguna vez que el “poder reside en la fuerza irresistible del amor”. Al escritor le deslumbró la frase y se la puso en labios de Sucre en la novela. Y con esa misma frase ha escrito su última columna de opinión en El Universal, al evocar a Bolívar y recordar los secretos detrás del incidente de la espada del general.

La historia de una espada

Al contar la historia de la espada de Simón Bolívar, dormida, según él, en el letargo de la memoria del país, volvió a cobrar un nuevo protagonismo cuando el 17 de enero de 1974 fue sacada del museo, en préstamo, por el movimiento guerrillero M-19. Al igual que la espada y los visionarios de la independencia, “Bolívar despierta cada cien años cuando el pueblo despierta”, frase con la que inició Vergara su última columna, atribuida al poeta Pablo Neruda.

Ya en las manos del movimiento subversivo, la espada de Bolívar se asumió “como símbolo y a Simón Bolívar como guía de la naciente organización, nacionalizando así la confrontación con el sistema político y la diferenciación ideológica con la izquierda tradicional y armada”, precisó Vergara.

Una espada en una urna de museo no guarda en sus bordes dorados ninguna sombra de las manos del general. Tal vez el misterio de los objetos ritualizados por la memoria histórica. La espada es la metáfora de la paz en medio de la guerra.

“No envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi pueblo no esté totalmente asegurada”, ese fue el mensaje del M-19 que alegró a muchos y obsesionó a la seguridad del Estado, frustrada en su búsqueda de un Bolívar creciente. 17 años después, en enero de 1991, el proceso de paz condujo a su devolución, previa a la realización de la Asamblea Constituyente. Su destino: preso en la bóveda del Banco de la República”, escribió Vergara. Al empuñar su espada, Napoleón dijo ante el Consejo de Estado: “Hay solamente dos fuerzas en el mundo: el espíritu y la espada. Finalmente la espada siempre será vencida por el espíritu”. Y al escribir su artículo, Vergara pensó en una tercera fuerza: la del amor. El corazón de Vergara latía como un tambor agitado de memorias y sentimientos aquel 7 de agosto, en la posesión de su amigo en la Plaza de Bolívar.

Rafael Vergara Navarro, quien falleció a sus 73 años, es velado en la Funeraria Lorduy, Sala 2. Sus exequias se cumplirán este viernes, a las 10 a. m.”

Lloró abrazando a María José Pizarro, la hija de su amigo que lo contempla con su boina en una imagen de los años ochenta del siglo XX.

En su apartamento de Crespo, estuvo siempre rodeado de gatos, flores, frutas, libros, siempre una botella de vino sobre la mesa, y su ansiedad por saber lo que a cada instante ocurría en Cartagena y en el mundo.

Rafael Vergara, a quien los cartageneros mamadores de gallo llamaban ‘Doctor Mangle’, por ser el guardián de los cuerpos de agua, de los predios públicos arrebatados por la codicia y la corrupción en la ciudad, el guardián de iniciativas sociales, ambientalistas y culturales, fue siempre una conciencia viva y enérgica, una convicción sin requiebros, un pensador al servicio de la esperanza ciudadana, un activista que desde joven apostó a un sueño de nación, y a un nuevo destino político que empezó con la Constitución de 1991.

Muchos sueños inconclusos quedan en su gabinete de mago elocuente, encantador, poseído por el embrujo de la palabra, la belleza del mundo, el arte y su gracia de seductor bajo el ánima misteriosa de las mujeres. Era el primero en Cartagena en pegar su grito en el cielo cuando derribaban un árbol. Y cuando envenenaron al legendario Palito de Caucho y se desplomó una mañana, Rafael llegó hasta las raíces del viejo árbol con un nuevo y reverdecido palito de caucho que creció bajo la sombra del árbol ausente. Recorría el laberinto de agua de la ciudad en un bote y señalaba con su índice de visionario, el punto secreto donde los colibríes hilvanaban sus nidos.

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