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Puro talento puro, York García: in memoriam

La simpatía, luz, belleza, picardía, inteligencia de nuestro Yorneis permanecerán siempre con nosotros.

Pensé que escribir esta nota de despedida para Yorneis Chiquillo, exalumno de El Colegio del Cuerpo (eCdC) y miembro de nuestro Grupo Piloto Experimental durante más de 13 años, iba a ser una tarea más fácil: debo confesar que me ha costado mucho emprenderla y encontrar las palabras justas para hablar de este personaje entrañable que fue (y sigue siendo) nuestro Yorni. Y digo que sigue siendo, porque el dolor que sentimos ante su inesperada partida nos ha dejado una suerte de incredulidad y de resonancia viva de su ser en todos aquellos quienes tuvimos la suerte de conocerlo y de disfrutarlo. (Lea aquí: ¡De luto! Fallece actor cartagenero Yorneis García)

Yorneis llegó a eCdC en 1997... o mejor, eCdC llegó ese año a su vida y al Colegio INEM de Cartagena, donde él estudiaba: 480 niños de grado sexto tuvieron la oportunidad de acercarse al lenguaje de la danza contemporánea, gracias a la visionaria generosidad y apertura de espíritu de la directora de Educación Estética del INEM, la maestra Aura Trespalacios, y del rector de la época, el profesor y poeta José Ramón Mercado.

De estos 480 chicos, 450 dijeron que querían continuar con la experiencia propuesta por eCdC, luego de un mes de talleres que recibieron en su jornada escolar en el Convento de San Francisco en Getsemaní, donde funcionaba entonces eCdC. Al cabo de un mes, hicimos una encuesta para saber cuántos querían continuar y para nuestra sorpresa -y preocupación- ¡450! chicos expresaron su complacencia con la experiencia por tres razones fundamentales: una, buen trato; dos, la posibilidad de ser alguien en la vida a través del ejercicio de un oficio no convencional y tres, viajar.

Ante la imposibilidad física de acoger a todos, nos vimos en la penosa obligación de hacer una selección para conformar un grupo pionero -experimental- que nos permitiera a Marie France Delieuvin (cofundadora de eCdC) y a mí, junto con nuestros bailarines maestros, establecer una metodología y una filosofía pedagógica, en una ciudad en la que la danza contemporánea era un lenguaje totalmente desconocido. Noventa fueron los escogidos entre aquellos que nos parecieron más interesados e interesantes, cometiendo seguramente muchas injusticias: estos chicos de alguna manera fueron nuestros ‘conejillos de (Cartagena) Indias’, ya que fueron los pioneros en una disciplina que hoy ya es reconocida no solo en la ciudad, sino en todo el país. Yorneis fue uno de esos conejillos. Desde el comienzo demostró su gran interés, así como condiciones y predisposiciones naturales privilegiadas para las prácticas corporales. Luego de tres meses de trabajo más intensivo, realizamos una nueva purga o selección, quedándonos con un grupo final de 30, que se convertiría en el célebre Grupo Piloto Experimental de eCdC. En los siguientes meses (y años) estos muchachos empezaron un proceso de profundización y de entrega apasionada a una disciplina que los estaba formando, no solo como artistas de excelencia, sino como mejores seres humanos. Poco a poco la selección natural también fue decantando el grupo hasta que una tribu de 18 jóvenes talentosos y de procedencias muy diversas, se consolidó como uno de los colectivos más interesantes y potentes de la escena colombiana. Yorneis sobrevivió a todo este proceso de depuración y se mantuvo durante años como uno de los miembros más destacados del grupo.

Recuerdo que a los pocos meses de haber iniciado su formación, un día pidió hablar conmigo en privado: con lágrimas en sus bellísimos ojos muy profundos, enmarcados y sombreados por unas cejas espesas, el niño de 11 años me suplicó que hablara con sus padres para que le permitieran seguir viniendo a sus clases en eCdC. Para muchachos provenientes de los estratos menos favorecidos de la ciudad más desigual de Colombia, explicarles que la danza contemporánea podría ser una profesión digna y respetable para sus hijos (sobre todo para un varón) era una labor casi imposible. “¿Danza qué? ¿Contempo... qué? ¿Y eso qué es?”. Con Marie France, mi hermana Iliana y mi compañero Leopoldo decidimos ir un domingo en la noche hasta el barrio San Pedro Mártir, para hablar con los padres de Yorneis e intentar convencerlos de la necesidad de respetar los deseos de su hijo de ser un artista de la danza. En una casa extremadamente modesta y muy digna, nos recibieron don Narciso Chiquillo y su esposa, doña Soraida García, con sus tres hijos: Yorlis, Yoriel y Yorman... Yorneis casualmente no estaba en casa esa noche. Seguramente el impacto que causó la aparición inesperada de una francesa tan sofisticada y unos insólitos cartacachacos, que venían a decirles que su hijo era un superdotado para la danza, los convencieron y fue así que accedieron a que su Yorneis continuara con la formación. (Vea también: [Fotos] Yorneis García: el talentoso actor cartagenero que murió)

Y la verdad es que Yorneis era un superdotado: a pesar de que en eCdC defendemos la tesis de que no existe lo que se entiende en el ballet clásico como “el cuerpo ideal”, dotado de musculatura elástica, flexible, grandes extensiones, rotación de fémures, empeines altos, balón (salto suspendido), etc., debo admitir que Yorneis no ‘tenía’ sino que ‘era’ ese cuerpo ideal. Junto con su condiscípula Amada Tinoco, era quizás los más beneficiados por la naturaleza: herencia afromestiza, gracia, ritmo, sensualidad. Los demás miembros de la tribu, cada uno tenía su propia fuerza, belleza, poesía y genialidad... A pesar de que algunos no eran tan dotados según los cánones clásicos, tenían en su ser de artistas otros atributos y fortalezas que nos llevaron a destruir el paradigma del cuerpo perfecto en busca del artista ideal: Yorneis, sin embargo, tenía todo a su favor... Si se lo hubiera propuesto, habría podido llegar a ser un bailarín de talla mundial. Alcanzó un muy buen nivel y su participación en un grupo que empezó a girar muy pronto por el mundo entero fue muy destacada. Pero pronto aparecieron en su vida otros intereses que quizás influyeron para que su dedicación total a la danza fuera disminuyendo. El teatro y la televisión empezaron a hacerle guiños y con sus cantos de sirena, a distraer y a minar su compromiso con su cuerpo y su ser de bailarín. En el año 2010, luego de permanecer por más de 13 años ininterrumpidos con el Grupo Piloto, decidió partir hacia Bogotá para probar suerte en estas nuevas lides que empezaron a seducirlo. Como directores de eCdC, Marie France y yo lamentamos mucho su decisión, pues además de perder un miembro brillante de la Compañía, sabíamos de lo efímero, banal y superficial que por lo general puede ser el mundo de la farándula. No me atrevo ni me permito juzgar su decisión, simplemente debo decir con honestidad que, como su maestro y guía por los senderos de la danza, la partida de Yorneis fue una gran pérdida, no solo para quienes amábamos trabajar con él, sino para la danza y el arte en general.

Por no ser televidente, no puedo tampoco juzgar su desempeño profesional en ese mundo. Me ha sorprendido gratamente, sí, constatar en los medios y redes sociales cuán apreciado y querido era por sus colegas y seguidores. Recientemente lo habíamos contratado para trabajar en un gran proyecto que eCdC realizó con maestros de la Secretaría de Educación de Bogotá. Este fue el último contacto que tuve con él. Lo noté un poco apagado y triste y le propuse regresar a Cartagena para trabajar con nosotros en el proyecto de nuestra nueva sede. “Debes recuperar tu cuerpo y tu luz, querido Yorni”, le dije... Me confesó que estaba pasando por momentos difíciles de depresión y ansiedad. En plena pandemia se encontró sin trabajo... Me dijo que había intentado regresar a Cartagena, pero que “la cultura del ruido” lo estaba “enloqueciendo”.

A veces la vida nos acorrala y no nos ofrece salidas, su salud se fue deteriorando y nunca sospechamos que estaba tan frágil. La noticia de su muerte nos tomó a todos por sorpresa... y nos devastó.

La simpatía, luz, belleza, picardía, inteligencia de nuestro Yorneis, además de la memoria de su danza sublime en obras como El alma de las cosas, El otro apóstol, A Dios el mar, Chat: el camino hambriento, Homilía y El cuarteto para el fin del cuerpo, entre otras, permanecerá siempre con nosotros.

Yorneis Chiquillo García, que había adoptado el nombre artístico de York García, tiene un lugar de oro en la memoria de eCdC como el Chiquillo, el niño y el joven bendecidos por la vida, por el talento y por el humor y el amor que irradió hacia quienes tuvimos el privilegio de compartir su vida.

A su familia, a su compañero y a sus hermanos del Grupo Piloto Experimental, solo puedo decirles que hacemos parte de su dolor, estupor y desolación.

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*Álvaro Restrepo es el director El Colegio del Cuerpo de Cartagena de Indias

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