El escritor español Javier Cercas siempre ha dicho que una vez termina una novela se olvida de ella, de su historia, para darle espacio a una nueva idea y otra aventura literaria.
Siempre busca escribir el mejor libro que pueda hacer, no piensa en el lector, porque sólo conoce a uno, a Javier Cercas, pero una vez culminó ‘Terra Alta’, con el cual logró el Premio Planeta 2019, no ha podido sacarse la historia de la cabeza, lo seguía el lugar y, en especial, el personaje: Melchor Martín.
Le tomó un tiempo, se resistió a él, pero una vez se dio cuenta que continuaría en su vida, arrancó lo que ha denominado una novela dividida en cuatro entregas, quizás cinco, que inició con ‘Terra Alta’ y ahora continúa con ‘Independencia’, que por estos días llega a las librerías del país.
Un retrato demoledor de la élite político-económica barcelonesa, pero sobre todo en un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo.
Es el retorno de Melchor Marín a Barcelona, donde es reclamado para investigar un caso vidrioso, al estar chantajeando con un vídeo sexual a la alcaldesa de la ciudad. Cargado con su pesar por no haber encontrado a los asesinos de su madre, pero también con su inflexible sentido de la justicia y su rocosa integridad moral, Melchor debe desmontar una extorsión que no se sabe si persigue el simple beneficio económico o la desestabilización política, y, para hacerlo, se adentra en los círculos del poder, un lugar donde reinan el cinismo, la ambición sin escrúpulos y la brutalidad corrupta.
VENGANZA Y JUSTICIA
- Una novela con personajes llenos de máscaras en el mundo de la política...
La política maquiavélica es la que domina nuestros tiempos, donde el fin justifica todos los medios. Yo soy totalmente contrario a esa política, soy partidario de la política donde no es el fin que justifica los medios, si no los medios que justifican el fin.
Unos medios corruptos dañan el fin más noble y justo. Una buena causa bien defendida es una buena causa, pero una buena causa mal defendida puede convertirse una mala causa. Eso una de las cosas que definen al nacional populismo hoy, que es una forma de hacer política en muchas partes del mundo.
- En esta novela, ¿Cómo fue estructurando la moral de Melchor Marín?
En realidad, Melchor Marín lo es todo en ‘Independencia’ y lo será en el ciclo completo desde ‘Terra Alta’ y las próximas dos. Serán novelas que son autónomas pero que hacen parte de un ciclo completo que está centrado en este personaje, que surge de golpe, de mi propia furia, de un estado de ánimo creado por la crisis catalana de 2017, que fue brutal, una crisis a la que yo nunca creí que íbamos a llegar una crisis que tuvo este lugar.
Tanto como persona y articulista que escribe de lo que opina de manera razonable, pero soy un ser humano, y por dentro llevo una furia terrible que fue la que creó a Melchor Marín, con todo su dolor, furia y violencia, que salió de mí. Él es mi parte oscura, y la literatura da el espacio a ello, porque si esto aflorara en la vida cotidiana nos destruiríamos.
Pero el tema de esta serie de novelas no es lo ocurrido en Cataluña. El carburante es esa furia, porque los novelistas somos animales carroñeros que nos alimentamos de lo malo, de la crisis, del dolor, porque en un mundo feliz no habría literatura, al menos no novela, poca poesía y sería malísima.
- ¿Cuál es el corazón de esta novela?
La búsqueda de la justica y la verdad. La justicia y su sombra, que en este caso es la venganza, con una pregunta central en todo este ciclo narrativo: ¿Es legítima la venganza cuando la justicia no hace justicia? En la vida real la respuesta sería no, pero las novelas no funcionan así.
La literatura es un placer, como el sexo, por eso es una forma de conocimiento, como el sexo. Por eso, a la gente que me dice que no le gusta leer solo me queda darle el pésame y acompañarlos en su dolor.
La literatura nos obliga a cuestionar nuestras certezas más arraigadas. Nos saca de nuestras casillas, nos obliga a empatizar con comportamientos, con personajes que en la vida cotidiana nos parecerían horribles, abominables. Somos capaces de simpatizar con monstruos como Ricardo Tercero de Shakespeare o Michael Corleone.
Pero en la novela hablamos, a partir de lo sucedido en Cataluña, del manejo de las élites, cualquiera que ella sea, y que están pegadas al poder, lo cual pasa en España pero que en América Latina saben bien de ello. Esta novela contiene un retrato realista de la élite económica catalana.
La democracia, tomada en serio, es el mejor instrumento que hemos creado para poner freno a estas élites. Quemar contenedores de basura no sirve para nada. Lo que sirve es tomarse la democracia en serio y leer a Cervantes.
- ¿Pero también en la novela hay espacio para elementos como la solidaridad?
Es una novela que tiene una lectura política, pero para mí no es una novela política. Por otro lado, hay afectividad y solidaridad entre hombres, que termina en una especie de fraternidad. En mi vida, esa fraternidad y solidaridad nunca la he conocido. El trabajo de los escritores muy solitario, muy individualista y de una competividad, por eso huyo del mundo literario.
Cuando a los 40 años de edad me hice conocido, tenía mucha curiosidad del ambiente literario, pero se me se me pasó rápidamente, me encontré con un mundo de competencia feroz.
Por eso, no conozco esa solidaridad, por lo cual me parece envidiable, entre gente que se juega la vida, como entre soldados, pero también una gran solidaridad entre mujeres escritoras que me asombra.
FICCIÓN VS. REALIDAD
- ¿Por qué usar la ficción para retratar estas realidades?
Novelas sin fricción he escrito relativamente pocas. Cuando culminé ‘El monarca de las sombras’ sentí que ahí terminaba algo, porque sentía que era el más importante porque era el que quería escribir desde que yo quería ser escritor, siendo la contracara de ‘Los soldados de Salamina’ que fue el libro que más me dio a conocer.
Sentí que no podía continuar por ahí, porque corría el peor de los peligros que puede correr un escritor, que es el de arrepentirse o el de convertirse en un mero imitador de sí mismo. Esa es la muerte de un escritor y yo quiero seguir vivo como escritor.
Necesitaba renovarme y la reinvención vino por la vía de estas novelas. Lo que le ha sucedido a Cataluña ha sido catastrófico, pero para un novelista es magnífico. Las novelas de ficción te permiten aflorar la furia de la cual he hablado. En mis artículos aparezco como un personaje perfectamente razonable, educado, civilizado o intento al menos, mientras que en las novelas no hay eso, aparece la furia, el dolor, aparece la bestia y la parte maldita.
Sueño que la literatura vuelva a ser popular, es decir, relevante, que diga cosas importantes, sin prejuicios, dejar ese tiempo atrás que dictaba que sólo la literatura sólo puede ser secreta, minoritaria, de catatumbas, lo cual es falso, porque el Quijote, que es la mejor novela que yo conozco, es completamente popular.
- ¿Cómo y cuándo se dio cuenta de la potencia del personaje Melchor Martín?
No es una serie policial como parecía al principio. En realidad es una novela en varias entregas centrada en la figura de Melchor Martín. Esto lo supe cuando terminé ‘Terra Alta’.
Cuando acabo una novela intento olvidarme de ella para poder escribir la siguiente, pero en este caso no pude, se me ocurrieron tres novelas más, pero puede aparecer un mundo alterno.
Me da pena porque este tipo me gusta mucho, no puedo decir otra cosa, con todo su dolor toda su furia, con toda su violencia, con todas sus contradicciones me gusta mucho.
- ¿Existe una relación con algunos de sus personajes importantes de sus distintas novelas?
Existe un hilo conductor que une a muchos de mis personajes y las novelas. Uno de esos hilos, quizás, puede ser la reflexión frente al heroísmo, qué es un héroe, que es una reflexión moral, que está en el corazón de lo que escribo, pero no de una manera consciente.
Uno de los elementos que los une a muchos de estos personajes es la virtud, y la virtud es secreta o no lo es virtud, porque cuando se hace pública desaparece. Por eso, el héroe debe ser secreto.