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La palabra sagrada de Hernando Socarrás

Su poesía no se puede leer con prisa porque cada palabra suya es como esos alfabetos que han sido desenterrados en el tiempo de los pájaros.

Hernando Socarrás (1945) ha escrito una obra poética de una belleza rara y perdurable, más cercana a la música, a las artes plásticas y al silencio. Su poesía no se puede leer con prisa porque cada palabra suya es como esos alfabetos que han sido desenterrados en el tiempo de los pájaros. Y han venido a interpelar los alfabetos humanos, hechizando sus días y sus noches con una rapsodia de peces y ángeles. Hace años lo conocí y tuve la misma impresión del niño de Pontezuela, que al verlo vestido todo de blanco, con su barba blanca, lo tocó con extrañeza y le preguntó: “Señor, ¿usted es el niño Dios?”. El niño de Pontezuela estaba convencido de que era, por lo menos, un ángel recién venido a la Tierra, algún emisario de la divinidad y de los ángeles.

Porque Hernando Socarrás es, en esencia, un ángel. Y es tan difícil en la historia de la humanidad que la santidad no sea una postura teológica o religiosa, sino una manera de relacionarse con los pájaros y una forma decente de conversar con los hombres. Dentro de esa poesía del Caribe que tiene esa actitud reverencial al silencio, Socarrás es uno de sus precursores mayores al lado de Giovanni Quessep, Rómulo Bustos, Gustavo Ibarra Merlano, Óscar Delgado, para citar cuatro de ellos. Comparto la visión de Gonzalo Márquez Cristo de que Socarrás no necesita escribir poesía, porque él mismo la encarna con sus actos, su pensamiento y su ser.

Sus poemas son tan breves y de una sugerencia tan fina, que piden espacio en ese silencio, para ser silencio. Voy a intentar compartir algunos de sus poemas que me han deslumbrado y, de paso, celebrar a Conchita, la extraordinaria mujer que ha sido su compañía a lo largo de estos hermosos poemasm que son el tiempo. Socarrás se fue de Cartagena buscando un silencio entre los árboles en Pontezuela y allá, paradójicamente, empezó a enfermarse de los oídos y entró en el silencio. En estos días de lluvia he sabido que batalla contra su salud y se encuentra hospitalizado en Bogotá.

Vamos con algunas de sus imágenes de Socarrás en algunos de sus poemas:

Un pájaro dispuesto al color del aire.

Es el dios de la tarde.

Todo lo que va a sanar espanta.

Cada palabra oculta su rosa y su veneno.

Sombra que dejó una cometa muerta.

Amar empieza en el tacto.

El poeta carga la victoriosa basura del mundo.

El destino de un hombre depende de su primera palabra.

Cómo beber en las manos de las fuentes secas.

La dulce rosa de los vientos.

Levanta un ojo y ten fe en el desierto.

El pequeño nudo que soy.

(Hernando Socarras)

Visiones

El poeta es autor de diversos poemarios: Un solo aquello (1980), Piel imagina (1987), Sin manos de atar (1989), Que la tierra te sea leve (1992), Cántico hechizo (1992), Fuego de los nacimientos (2002), Viento de agua (2010-2011), Arco que reservo (2015), Las horas de tu voluntad (2015), Ser de paso (2015), entre otros.

La editorial Común Presencia, en su serie Los conjurados, publicó en 2016 su antología El fuego de los nacimientos.

“...Espero ser ahora apenas un brillo de luciérnaga que pueda guiar al lector dejando escuchar ese silencio que Socarrás pulsa desde sus orígenes creativos, y que mis señales conduzcan al visitante a esos hallazgos tan esenciales para mí, mientras me sitúo afuera de las palabras, ¿pues qué ha hecho él en sus veintenas de poemarios, la mayoría de ellos inéditos, casi perpetrados para sí mismo, si no es consagrar su escritura al poderoso silencio?”, escribió Gonzalo Márquez Cristo en el prólogo.

Ahora, mientras llueve, pienso en Socarrás.

En su poesía que canta mientras se deslizan las gotas de lluvia.

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