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“Cartagena es como una ciénaga estancada”: Margarita García Robayo

El columnista de El Universal entrevistó a Margarita García Robayo en el marco del Hay Festival. Se refirió a su ciudad natal.

Asistir al Hay Festival Cartagena le permite, a Margarita García Robayo, la posibilidad de interactuar con su creciente número de lectores, de reencontrarse con sus amigos escritores o editores, y de volver a su ciudad natal, de donde salió hace 18 años para emprender un proceso de transformación personal y profesional que hoy la ubica en lugar de privilegio de la literatura latinoamericana.

La conocí hace poco más de dos décadas, cuando entonces yo era un avezado reportero y ella una joven e intrépida integrante del equipo de la fundación Nuevo Periodismo. Compartimos espacios académicos, y de amistad que luego me motivaron a seguir en la distancia su vertiginoso crecimiento, leyendo algunas de sus obras y conociendo sus firmes posiciones frente a temas controversiales a través de las redes sociales y medios de comunicación de diferentes países.

Cuando vi su nombre entre la lista de escritores invitados a la versión 2023 de Hay Festival, pedí, como muchos otros periodistas, una entrevista con ella, motivado por el deseo del reencuentro con la vieja amiga y con la pretensión de intercambiar algunas opiniones como lector sobre sus creaciones literarias, incluyendo aquellas que probablemente no serían tan aduladoras, pero mientras la esperaba en uno de los pasillos del Centro de Convenciones cambié de parecer.

Fue un encuentro cordial y cálido; la percibí tan joven y hermosa como la última vez que la vi en un taller sobre construcción narrativa en Bogotá, dirigido por Martín Caparrós; por supuesto mucho más madura y asumiendo con bríos, pero sin arrogancias, su condición de afamada escritora. Tras intercambiar abrazos y algunos cumplidos, le propuse entonces la mecánica de una entrevista limitada al corto tiempo que nos habían asignado los organizadores.

La dinámica sugerida fue conversar sobre ella, Colombia y Cartagena, tomando como hilo conductor los títulos de algunas de sus obras, la cual aceptó con un comentario introductorio en el que aseguró que sus libros son un constante mirar atrás, a esa Cartagena de la que se fue para afinar la mirada al mismo lugar del que salió.

Tuve que salir de Cartagena para entender ciertas cosas; para entender aquello sobre lo que escribo, que este lugar, los personajes, la familia, el origen. Creo que la distancia genera perspectiva; ganas foco, mientras la cercanía distorsiona mucho”.

Margarita García Robayo

Si uno está acá es un poco más difícil identificar que eso que te molesta tanto, para ponerlo en un papel y escribir un libro”.

Habla de molestias, porque precisamente considera que estas son su motor de escritura; escribe siempre sobre lo que le disgusta e incómoda.

“Cosas peores”

GD: ¿Cuáles son las cosas mejores y peores que te han pasado desde que saliste de Cartagena?

MGR: A nivel personal, lo mejor que me ha pasado es haber formado una familia, tengo dos hijos, y eso es una maravilla; me encanta ser mamá, es lo que más me gusta ser. Las cosas mejores tienen que ver también con que entendí un montón de cosas que acá se me confundían; pero es claro que también obra el tiempo y la edad en la vida de las personas, y eso me clarificó algunas cosas que estando acá no tenía tan claras. Y de las cosas peores, la peor parte debe ser el acento (argentino) que me quedó viviendo allá.

GD: Desde esa misma perspectiva, ¿cómo ves desde afuera a Colombia y a Cartagena en cuanto a cosas mejores y peores?

MGR: Creo que el país ha tenido una evolución bastante importante en términos simbólicos; el hecho de que haya ganado un presidente como Gustavo Petro y una vicepresidenta como Francia, más allá de si uno está de acuerdo con ellos, porque no me importa Petro en sí mismo, sino lo que representa a nivel de movilidad social, a mí me parece importantísimo y una evolución en Colombia, que toda la vida había tenido una clase política tan jerárquica y tan de élite.

Yo siento que eso está bien, es algo para mejor; ahora, si me preguntas a fondo, en la práctica seguramente habrá un montón de problemas que no se resuelven con lo simbólico, pero a nivel simbólico pienso que es algo positivo.

Sobre Cartagena en particular me pasa que cada vez que vuelvo siento que cambia en términos cosméticos, probablemente, pero también siento que se afianzan lo que más detesto de la ciudad, que son las desigualdades.

Noto cada vez más profundizado eso; o quizá pasa que me desacostumbro y luego hago el “chic”, y digo bueno, esto es así y listo, lo transitamos de esa manera.

Puede ser romántico y cursi, pero lo que más me hiere de Cartagena es llegar y constatar que pasan cosas como las que vi en Barú: había un hotel súper espectacular, todo de lujo, pero la población está en peores condiciones de la última vez que yo fuí, viviendo acá.

No entiendo cómo el supuesto progreso que se da en el ámbito privado no tiene ningún tipo de retorno en la población, lo cual habla lógicamente de una ausencia flagrante del Estado, de los gobiernos, y eso me parece terrible, porque además siento que eso no tiene soluciones. Es una sociedad que por esa vía no tiene solución posible.

“Tiempo muerto”

GD: ¿Asociando lo anterior al título de otra de tus novelas, podrías decir que ha pasado mucho “Tiempo muerto” sobre Cartagena?

MGR: (Risas) sí, sí, sí, total.

Imagínate que es la ciudad de mi vida, nací y crecí acá, mi familia está aquí; o sea, no siento sino amor y odio, esa ambivalencia que uno siente por los lugares que verdaderamente le importan y eso me produce Cartagena.

Margarita García Robayo

Pero también siento que es una sociedad, que desde que tengo uso de razón, ha estado estancada, o sea una ciudad, que así como la ciénaga, viste, no concibe salir nunca de ese estancamiento en el que vive. Yo digo que hay que remontarse a los tiempos de Cristobal Colón, como empecemos todo de vuelta, no sé, como dinamitemos y volvamos.

Cartagena es una ciudad que carga con demasiada historia, que se le pide demasiado, y lo que necesita es ayuda. Se le pide mucho: Cartagena esto, Cartagena lo otro, y en realidad nadie le tiende verdaderamente una mano.

Me da mucha pena cada vez que vengo, mucha tristeza; sí, está divina por una parte, pero después los problemas de fondo siguen profundizándose.

“La encomienda”

GD: A propósito de la novela que lleva por título “La encomienda”, inspirada en una que recibiste desde Cartagena, enviada por tu hermana, ¿qué encomiendas te gustan recibir de Cartagena y cuáles crees que necesita recibir la ciudad?

MGR: De Cartagena siempre me gustaría recibir la encomienda de queso y de bollo, que no me llega nunca porque se pudre en el camino, pero sí creo que la encomienda que necesita la ciudad es el afecto de su gente.

Cartagena carece de mucho, de amor; tal vez me pongo cursi cuando pienso en ella, pero en verdad es como una ciudad que está hecha como para el otro, para el de afuera, para el turista, para el que no es de acá. No hay nada dentro de Cartagena que uno pueda decir esto es para los cartageneros, nada”.

Margarita García Robayo

No puede ser, por ejemplo, que tú para llegar a un lugar para el turismo internacional, carísimo, tengas que atravesar un pueblo que no tiene una sola calle pavimentada. No puede ser que veas a gente que está bajo el sol vendiendo las cositas, las caracuchitas, no sé qué, y al turista que lo ningunea; eso me parece una brutalidad, que cada vez que vengo la tolero menos.

Creo entonces que Cartagena necesita de esa encomienda del afecto de la gente de acá, que sepa que la ciudad es suya, y que no se la pueden seguir robando para siempre. Necesita que le den lo que es suyo, y no sucede; me parece desolador, porque no veo soluciones, no veo cómo puede suceder algo así.

“Las personas normales son muy raras”

GDH: En una de tus múltiples entrevistas, hablaste sobre las personalidades que te caracterizan y que van como por dos rieles paralelos, una buena y una mala; eso encaja en el título que diste a otra de tus novelas “Las personas normales son muy raras”. ¿Te consideras una mujer rara?

MGR: Yo creo que las personas normales hacen cosas raras; no se si exista además el concepto de normalidad. Ojalá tuviera solamente dos personalidades, creo que tengo muchas, todos tenemos un montón de “yos” adentro que sacamos según las circunstancias.

En esa entrevista probablemente me refería a la narradora de “La Encomienda”, que se refiere mucho a eso, como esa dualidad que hay en uno y que de repente te sale algo que no tenías que decir, que te sale con la crueldad máxima, y al toque como que reculas y te pones la capa de la civilización y procedes como se supone que hay que proceder.

En ese sentido también lo asocio con Cartagena, que es como una parte supremamente salvaje y otra parte que aparenta cierta civilidad que no tiene.

El coordinador de prensa asignado nos hace una señal de que la agenda debe continuar, y se quedan otros temas y otros títulos por abordar, pero ambos comprendemos que esas son las reglas y nos ceñimos a ellas. Nos hacen un par de fotos, nos damos un nuevo abrazo y nos prometemos seguir en contacto, o tal vez un nuevo encuentro, que si vuelve a ser en Cartagena, ojalá no siga tan estancada.

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