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Adolfo Pacheco: el juglar que nos deja un cofre lleno de canciones

San Jacinto despidió a su juglar mayor, con sus propias canciones, como él lo había soñado. Antes de que el féretro saliera de la iglesia, los acordeones tocaron al unísono ‘La Hamaca Grande’.

La gente de San Jacinto amaneció el domingo esperando el cuerpo de Adolfo Pacheco Anillo aferrada en los escaños de la plaza, hasta que poco antes del mediodía se supo que el cadáver no lo entregarían a la familia hasta cumplir el protocolo de la Fiscalía. Lea: Adiós a Adolfo Pacheco, el juglar eterno

El Juglar de los Montes de María falleció en la madrugada del sábado como consecuencia de las complicaciones generadas en su accidente. Todos en San Jacinto recordaban ahora la similitud de las muertes de Eduardo Lora y la muerte de Andrés Landero después de un accidente automovilístico. Lea: Falleció el maestro Adolfo Pacheco tras grave accidente de tránsito

El acordeonero Ramoncito Vargas, hijo del también acordeonero y compadre de Adolfo Pacheco, quien estuvo muy cerca de su vida y su obra, y participó en el último álbum con quince canciones que aún están por salir a la luz, dijo que en estas canciones hay tres composiciones nuevas de Adolfo Pacheco: Pobre de solemnidad, que recuerda momentos de pobreza del músico en los años sesenta, que sobrellevaba el hambre con café y ahogaba sus adversidades en alcohol.

También incluye una canción Que lo acabe la costumbre y no la ley, que alude a las peleas de gallo y a las corralejas. Ramoncito contó que cuando Adolfo Pacheco le cantó su merengue El viejo Miguel a García Márquez, el escritor se acercó a él impactado por la canción y le preguntó si esa canción era el fruto de un profundo sufrimiento. Y Pacheco le dijo que sí. Y García Márquez le confesó que él escribió Cien años de Soledad, con mucho sufrimiento, y remató: “Es que el sufrimiento es fecundo”.

Adolfo Pacheco: el juglar que nos deja un cofre lleno de canciones

Ramoncito contó que en el nuevo proyecto musical de Adolfo Pacheco, en el que grabaron hace apenas un mes la última de las canciones con las intervenciones de los acordeoneros Rodrigo Rodríguez, Carmelo Torres y él, Ramoncito Vargas, era un proyecto de treinta canciones, pero quedaron grabadas quince, y el nombre del álbum quedó pendiente por resolverse. Pacheco culminó un libro autobiográfico que saldrá próximamente. En todas las casas de San Jacinto sonaban las canciones de Adolfo, como un homenaje a su juglar mayor.

Ramoncito abrió los flejes metálicos de su acordeón y de él salió una lágrima enorme que quedó flotando en medio del sol de San Jacinto.

Poncho Zuleta fue uno de los primeros en llegar a San Jacinto el sábado. Ante las cámaras de este diario dijo que una vez le oyó decir a Emiliano Zuleta Baquero, su padre, y a Rafael Escalona que el mejor merengue de la historia musical de Colombia, lo había compuesto Adolfo Pacheco Anillo con El viejo Miguel. Poncho se tocó el corazón y dijo: Yo también creo lo mismo. Adolfo Pacheco Anillo, mi gran amigo, era un músico incomparable, el juglar de los juglares, el gallo de los gallos, cuya obra musical es de un valor incalculable.

Su merengue es el padre de los merengues. Con su música genial nos dio un tatequieto”, dijo con una convicción llena de sentimiento. Y al despedirse se quitó las gafas oscuras: “No he dejado de llorar desde que me dieron la noticia de la muerte de Adolfo”. Lea también: El día que Alberto Linero puso de moda un clásico de Adolfo Pacheco

Miguel Pacheco, hijo del músico, cantante y compositor, quien también participó en el último álbum de su padre, nos contó que su padre era un ser de una humildad y una creatividad sin límites. Cada ocho de agosto, día de su cumpleaños, el mundo llegaba hasta su casa a celebrarlo, y venían de todas partes sin avisar. Toda la comarca celebraba con él su cumpleaños.

Ramoncito Vargas me cuenta que el día del accidente Adolfo Pacheco llevaba un bulto de maíz para sus gallos finos de pelea que tenía en varias galleras de Bolívar y Atlántico. Iba a darles de comer.

Siempre llevaba maíz en su carro. Miguel dice que tenía cerca de doscientos gallos de pelea. Ninguno de sus hijos tiene esa vocación por los gallos, y Miguel me confiesa que su padre le mostró sus gallos, eran bellísimos, pero en verdad, él no estaba de acuerdo con esa afición, pero no se atrevía a decírselo. Y menos que se gastaba mucho dinero en el mantenimiento de tantos gallos. Miguel le dijo con humor: Papá es como si tuvieras doscientos hijos. Y el padre solo sonreía, porque sus gallos le hacían feliz.

Un funeral con música

El cuerpo del juglar llegó casi a la medianoche del domingo y estuvo en cámara ardiente en la parroquia de San Jacinto, en donde el pueblo en romería lo despidió con sus propias canciones en un acto sencillo y sentido con la participación de los mejores acordeoneros de la región de los Montes de María, Carmelo Torres, Rodrigo Rodríguez, Ramoncito Vargas, Freddy Sierra Díaz, Manuel Vega, los Hermanos Lora, entre otros, la nueva generación de acordeoneros, Sofía Landero, la nieta de Andrés Landero, los niños gaiteros, las danzas Fantasía, entre una peregrinación de artistas, amigos, familiares y músicos cercanos y seguidores del juglar.

Adolfo Pacheco: el juglar que nos deja un cofre lleno de canciones

Hubo una misa en honor de Adolfo Pacheco, y antes de que saliera el féretro hacia Barranquilla al cementerio Jardines de la Eternidad, sonaron los acordeones interpretando La Hamaca Grande. Aquello fue apoteósico. Los restos del maestro reposarán junto a la de sus padres. El ataúd fue paseado por las calles de San Jacinto para la despedida final. En cada casa sonaba La Hamaca Grande, El viejo Miguel, Me rindo, Majestad, Oye, El Tropezón, El Mochuelo, Mercedes, entre otras canciones que están en la memoria palpitante de San Jacinto. Un hombre embriagado de dolor clamaba: ¡Adolfo, tu eres eterno!

Una escultura del juglar

Apenas empiezan los homenajes al Juglar de los Montes de María. Su rostro le da la bienvenida al pueblo en una enorme valla, en la que aparece junto a Andrés Landero, y al fondo, la sinuosa inmensidad del Monte de Maco. Se erigirá una escultura de Adolfo Pacheco Anillo de cuerpo entero en la plaza de San Jacinto, promovida por Icultur y la Gobernación de Bolívar. Él nos ha dejado un cofre de plata lleno de canciones. Todos los caminos en San Jacinto y en los Montes de María nos llevarán al corazón sonoro de Adolfo Pacheco.

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