Como parte de las actuaciones que la Jurisdicción Especial para la Paz realiza en el macro caso 001, que analiza lo relacionado con el secuestro dentro del conflicto, la Sala de Reconocimiento de este tribunal entrevistará entre este viernes y hasta el próximo 24 de marzo a siete personas que desde sus campos tuvieron conocimiento de esta práctica.
Los llamados por la JEP son Andrés Peñate, exdirector del extinto Departamento Administrativo de Seguridad; Daniel García-Peña, exconsejero presidencial de paz; José Alfredo Escobar Araujo, zar antisecuestro entre 1998 – 1999; José Noe Ríos, exconsejero para la Paz; monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, expresidente de la Conferencia Episcopal Colombiana y de la Comisión de Conciliación Nacional; Piedad Córdoba: exsenadora, quien se desempeñó como facilitadora en temas del acuerdo humanitario, y Álvaro Leyva Durán, exconstituyente y exministro que trabajó a favor del acuerdo humanitario para la liberación de los secuestrados.
Al respecto dice la JEP que “con estas entrevistas la Sala de Reconocimiento espera continuar recolectando información que le permita profundizar sobre las dinámicas del secuestro, en especial aquellas relacionadas con los acuerdos humanitarios y el canje de civiles y militares por guerrilleros privados de la libertad”.
Estas entrevistas se suman a las que en su momento dieron políticos y exintegrantes de la Fuerza Pública que fueron víctimas de este flagelo durante el final del siglo pasado y el comienzo del actual.
Una de las que ya entregó su versión del hecho fue la excandidata Íngrid Betancourt, que esta semana se volvió a referir al hecho y a través de un escrito a la magistrada Julieta Lemaitre, presidente de la Sala de Reconocimiento en la que crítica la postura de la antigua guerrilla de las Farc de quien dijo que “pretenden presentarse como una organización que escuchaba y atendía las solicitudes de los secuestrados. La verdad es que estábamos en manos de hombres y mujeres perdidos en la selva, sin Dios ni ley, que hacían con nosotros lo que les parecía. Con excepción de Joaquín Gómez (quien mejoró nuestras condiciones de cautiverio por unos meses), el secretariado llevaba una contabilidad fría y deshumanizada de nuestras vidas, cubriendo sistemáticamente los desmanes de su tropa, así como lo hacen hoy con este relato”.
Su misiva finaliza señalando que “por ahora solo quiero añadir que perdón no es olvido. Tampoco es impunidad”.