Uno de los emblemas de la Navidad es la figura de Papá Noel, que cuelgan en chimeneas, puertas y rejas. Actores animando a niños en centros comerciales y locutores radiales imitando su peculiar carcajada son escenas típicas de estas festividades.
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Pero el personaje barbado tiene un origen más astronómico que religioso o comercial, ya que desde tiempos inmemoriales es relacionado con el solsticio de invierno, un fenómeno mundial donde se vive el día más corto y la noche más larga del año en el hemisferio norte; y en el sur, lo contrario: el día más largo y la noche más corta, correspondiente al solsticio de verano.
Los hemisferios no solo se separan por la línea del Ecuador, sino que fenómenos como el descrito se comportan de forma contraria en cada uno de ellos. En el norte, en países europeos, es popular la frase: “Hasta el día de Navidad no es invierno de verdad”, haciendo alusión al solsticio de invierno. Pero, en el sur, la fecha está relacionada con el “renacimiento del sol” y se le denomina solsticio de verano, apertura de jornadas donde muchos disfrutarán en playas chilenas y argentinas.
Durante la jornada, el sol se sitúa en el punto más alejado del ecuador del planeta, y el día y la noche alcanzan su máxima diferencia de duración. De esta manera, el día se convierte en el día más corto y la noche en la más larga del año. La estación llegará a su fin el próximo 21 de marzo con el equinoccio de primavera.
La tierra gira alrededor del sol. Dicho recorrido tiene forma de elipse y no de círculo perfecto. El sol no se ubica en el centro de la elipse, sino que está desplazado en un lado de ella. Por otro lado, la tierra, a la vez, gira sobre sí misma, pero su eje está inclinado y, por eso, cuando en el hemisferio norte es invierno, en el hemisferio sur es verano.
Los rayos del sol siempre incidirán con más fuerza en uno de los hemisferios, pero nunca de igual manera.
El solsticio, por consiguiente, corresponde al instante en que la tierra está más inclinada con respecto al sol, y por ello recibe menos luz, situación que, conectada con el calendario, se presenta entre el 20 y el 23 de diciembre. Por ello, para muchas culturas tiene una conexión con la Navidad.
Antes de que el cristianismo se impusiera como dogma social, en el imperio romano se celebraba el solsticio de invierno con la fiesta de Saturnalia, dedicada al dios Saturno, deidad de la agricultura y de la cosecha, y símbolo del tiempo. La fiesta consistía en celebrar el fin de la cosecha de otoño, participar en banquetes e intercambiar regalos, lo que según historiadores es el primer vestigio de que ahora haya niños que, por su buen comportamiento, estén tramitando cartas de regalos con sus padres.
Los romanos también reconocían al solsticio de invierno, el 25 de diciembre, como la fecha del nacimiento de Mitra, dios del Sol, otro elemento que migró al mundo católico con la celebración de la natividad de Cristo.
Cuando el cristianismo predominó como conducta y credo, se oficializó, en fechas próximas al solsticio, el día del nacimiento de Jesús, como aquella luz renacida en el mundo, una metáfora religiosa a lo antes celebrado con relación a los días más largos frente a las noches más cortas. La luz venciendo a la oscuridad, o el “triunfo del Sol sobre las tinieblas”, como lo llamaban los romanos, dio paso al sincretismo que hoy se celebra con luces de colores y villancicos.
Yggdrasil, el árbol que los asistentes al banquete romano rodeaban, ahora es el árbol con regalos en su base. Los banquetes de Saturnalia son las cenas familiares al ritmo de Aires de Navidad, y el anciano de la villa que repartía regalos en la antigüedad, ahora se ensucia la barba blanca de ceniza en la chimenea.
Los solsticios y los equinoccios son eventos astronómicos que están relacionados con el movimiento de translación de la Tierra, por el cual el planeta realiza una vuelta completa alrededor del Sol. Estos eventos son los responsables de las cuatro estaciones del año: otoño, primavera, verano e invierno.
El equinoccio inaugura la primavera y el otoño con respecto a la posición del Sol sobre el ecuador, y el solsticio lo hace con el verano y el invierno. Solsticio proviene del latín solstitium, que significa “sol quieto”. Durante los solsticios, el sol se encuentra en su punto más próximo o alejado de cada una de las mitades terrestres.
Así, la Tierra recibe más cantidad de luz en un hemisferio que en el otro. Esto explica que en un hemisferio del planeta sea verano, mientras que en el otro es invierno. Los solsticios ocurren dos veces al año.
José Gregorio Portilla, profesor del Observatorio Astronómico Nacional, indica que en Colombia, al estar cruzada por la línea del Ecuador, los efectos del solsticio son poco notorios. “No se observará una gran diferencia entre la duración del día y la noche; sin embargo, en las zonas de mayor latitud, esto es, de mayor distancia al ecuador, como la Costa Atlántica colombiana, sí se observarán efectos sutiles, y algunos afirman que habrá un ligero efecto en las mareas. Es posible, pero yo no estoy muy convencido de eso”.
“La mayor parte continental de nuestro país se encuentra en el hemisferio norte, esto es, por encima del Ecuador. Por ello es más apropiado decir “solsticio de invierno”, aunque en la práctica no se experimenten bajas temperaturas y una duración muy larga de la noche con relación al día. En el país se ha celebrado este evento desde hace siglos. “Los muiscas celebraban el año nuevo con la ‘Fiesta del Huan’, que marcaba el nuevo ciclo solar, tradición rescatada hace un par de décadas y desde entonces todos los 21 de diciembre se conmemora en el reconstruido Templo del Sol, en la ciudad de Sogamoso (Boyacá), que en chibcha significa la ‘morada del Sol’”, explica Santiago Vargas, doctor en Astrofísica.