Cada 14 de septiembre en la parroquia Santo Domingo de Cartagena se organiza una procesión y distintos actos en torno al día del santo Cristo de la Expiración, una escultura de Jesús en la santa Cruz, tallada en ese mismo templo a comienzos del siglo XVII.
La procesión recorre varias calles del Centro Histórico y termina en la iglesia Santo Domingo, donde también comienza. Son muchos los que le atribuyen milagros al santo Cristo de la Expiración y por eso acuden en masa a dicha procesión y a las eucaristías que se hacen en esta parroquia, sobre todo a las de los lunes. Lea: Procesión del santo Cristo de la Expiración en el Centro: fecha y recorrido
La historia de este esta escultura es todo un enigma, una leyenda que se desliga de la llegada de la orden de los padres predicadores Dominicos a Cartagena.
“Cartagena fue fundada en 1533 y en 1534 se fundó la Diócesis de Cartagena, tras la llegada en embarcaciones de los padres Dominicos. A partir de ahí los padres Dominicos, o la orden de los predicadores, empezaron esta obra en Cartagena. Por eso se dice que la Iglesia de Santo Domingo fue el primer templo, inclusive primero que la Catedral. Los padres Dominicos empezaron esa construcción, a la vez que iban construyendo lo que se llamaba el claustro San José, que ahora le llaman claustro de Santo Domingo, donde funciona actualmente la Casa para la Cooperación Española, que está al lado”, cuenta el padre Richard Nieto González, párroco de la iglesia Santo Domingo, santuario del santo Cristo de la Expiración.
Este señala que la imagen del santo Cristo está enmarcada a comienzos de 1600.
“Se habla de una leyenda de los monjes. El templo estaba muy pegado al mar y dicen que unos monjes salieron a bañarse, y como de costumbre a caminar y a orar. Dicen que se encontraron en la orilla un enorme madero que había sido arrastrado por las olas a la orilla. Ellos lo tomaron y lo llevaron al convento San José (Santo Domingo)”, explica.
El madero fue llevado al templo para que un monje lo tallara, aunque otra versión deja ver que fue un hombre mayor que se hospedaba en el lugar quien lo recibió, pero luego lo devolvió y pidió que buscaran uno más grande para tallar un Cristo de tamaño real.
Cuentan que los monjes echaron el tronco al agua, pero la leyenda indica que terminó regresando nuevamente a la orilla, pero un poco más grande. Fue llevado nuevamente a donde el misterioso hombre albergado en el convento, quien entonces lo recibió e hizo varias solicitudes: pidió que lo dejaran solo y encerrado en una de las celdas del convento para tallar el Cristo sin que lo molestaran, y que le pasaran la comida por una pequeña ventana de la puerta.
Encontraron un enorme Cristo de dos metros de alto, de matices brillantes y un tono oscuro. Del escultor no hubo rastro. La comida que le dieron estaba intacta y de sus herramientas no había rastro. La leyenda cuenta que aquel hombre era un ángel enviado por Dios para tallar la escultura.
“En el siglo XVII es cuando ya el Cristo empieza a ser reconocido en el templo. Se habla, inclusive, que san Pedro Claver, que más o menos llegó acá a trabajar con los padres Jesuitas en 1600, iba mucho al templo de Santo Domingo a orarle al santo Cristo. El santo Cristo se ubica en esa franja del tiempo, pero su fama realmente la tiene a la altura de 1720, cuando estaba una gran peste en la ciudad, pues la salubridad era difícil, no había medicinas, no había médicos en el puerto y había todo un tejido de enfermedades. Entonces la imagen del santo Cristo cobra un enorme significado de salubridad, de ese Cristo sanador. Desde entonces lo sacan en procesión y le encomiendan a todos los enfermos en la ciudad. En ese tiempo había muerto mucha gente, por tantas pestes”, explica el párroco de la iglesia Santo Domingo.
Este señala que desde entonces la gente empezó a visitar asiduamente al santo Cristo en peregrinación, hasta nuestros días. Muchos le atribuyen la sanación de fieles que padecían distintas enfermedades, que incluso estaban en estado terminal.
“Esta es una de las imágenes de la ciudad que tiene una muy fuerte devoción debido a lo que pasó en esos siglos, que aún se mantiene. Todos los lunes en el santuario del santo Cristo de la Expiración las multitudes van a las misas de 9 de la mañana, de 11 de la mañana y de 5 de la tarde. El santo Cristo de la Expiración es un Cristo con los ojos abiertos, mirando al Padre, porque está entregando su espíritu. Al entregar su espíritu hace su expiración”, concluyó el padre Richard.