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Luis Castellón, amigo y protector de las aves como pocos

Hace aproximadamente mes y medio llegaron dos crías de gallinazos a la zona de labores domésticas de las casas que están al final del Primer Callejón de Manga, en las orillas del Caño de Bazurto, y desde entonces Luis Castellón Hernández se ocupó de cuidarlos.
No tiene intenciones de hacerlos sus mascotas, y de hecho no posee animales, simplemente que movido por su sensibilidad hacia los animales decidió alimentarlos para salvar sus vidas, haciéndolo en un hábitat que en lo posible se pareciera al acostumbrado de estas aves, con la propuesta natural que les brinda el manglar del sector.
Cuida que los ‘pelaos’ no les tiren piedra, y esa protección ha permitido que ambos goleros estén creciendo satisfactoriamente, con ayuda de la madre de las crías que hace algunos días los encontró y desde entonces se reúne constantemente con ellos, por lo cual Luis espera que pronto partan del lugar a disfrutar de su libertad.
LAS GAVIOTAS, SUS AMIGAS
El espíritu afectivo de Castellón hacia los animales es completamente desinteresado, de lo cual dan testimonio los vecinos de las orillas del cuerpo de agua, y también cientos de gaviotas que atienden diligentemente su llamado cada vez que él se les muestra.
Cuenta que los 63 años de su existencia los ha vivido todos allí, en ese lugar al final del Primer Callejón de Manga, y desde hace 9 años las gaviotas que frecuentan el eslabonado ecosistema de la Laguna de San Lázaro, Caño de Bazurto y Ciénaga Las Quintas tienen en él a un amigo incondicional.
Desde un pequeño y rudimentario muelle que colinda con el patio de su casa, Luis Castellón levanta sus brazos para hacerle señales a estas aves, y en bandada todas se precipitan hacia él para rodearlo en busca de su premio.
Reciben en compensación montones de sebos y trozos de pollo picado. El hombre lanza el alimento al aire y cae en el agua, donde queda flotando al libre alcance de las aves que en cuestión de segundos dejan limpia el área, sin fragmentos orgánicos que se descompongan en el humedal.
Por instinto o por entendimiento, o por ambos factores, hay una comunicación fluida entre este hombre y las gaviotas, las cuales todos los días se posan en grupo sobre las ramas de los mangles, en espera de que su amigo aparezca en algún momento con el anhelado regalo.
   

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