Aunque no es seguro de dónde saldrá el dinero, la hermana Elizabeth Cañate Araújo osadamente “fió” los materiales en una ferretería para ayudar a reconstruir la vivienda de los Zúñiga, una familia en condición de miseria de Henequén.
“Miren ya le hicimos la poza séptica y la plantilla, ahora viene lo demás”, dice y sonríe con un destello de emoción, mientras señala unas fotografías en su celular. Enseña el avance en la obra.
Realmente, un sacerdote forastero prometió hacer las donaciones para la familia Zúñiga pero, mientras eso se da, la religiosa no esperó, se puso manos a la obra y adelantó lo que más puede la construcción.
“Si no dona el dinero, bueno, ahí vemos cómo se hace”, explica y sonríe de nuevo.
“¡Aquí, mis amores, el que no arriesga un huevo, no tiene un pollito”, complementa.
Al tiempo, cuenta sobre las vicisitudes de esa familia, integrada por padre, madre y tres niños, que estudian en el colegio que ella dirige: Institución Educativa San Francisco de Asís de Arroz Barato. (También le puede interesar: Las historias asombrosas de los ‘panitas’ de Arroz Barato)
El de rehacer la casa es un acto de caridad pero más que eso es una necesidad física y urgente, como muchas otras que, apelando a la buena fe de otros corazones, ella intenta apaciguar, en una zona de la Cartagena relegada.
“Nosotros hacemos una gran labor aquí”, menciona, en referencia a la planta docente, directivos del colegio, donantes internacionales y organizaciones como el Colectivo Traso, que contribuyen para que las condiciones de los estudiantes y sus familias mejoren cada día.
Una primera comunión particular
Siempre, siempre, desde muy niña, Elizabeth supo qué quería ser en la vida. Nunca tuvo dudas al respecto.
“Desde pequeña yo había estado en una guardería. Cuando mi mamá trabajaba, tenía que dejarme donde las hermanas de la Congregación Religiosa de la Anunciación, pasaba tiempo con las hermanas. Cuando hice la primera comunión, a los 7 años, no quise hacerla como todas las niñas, con vestidito, porque yo decía que quería hacerla vestida de monjita. Toda la vida quise ser monjita”, recuerda.
De familia cordobesa, Elizabeth nació en Cartagena y se crió en el barrio Lo Amador.
“Tuve la dicha de nacer aquí. Mi hermana y yo, apenas somos dos hermanas”, explica. Estudió en el Colegio Politécnico de Bolívar, se graduó de Secretariado Comercial y luego de Bachiller Académico del Colegio de La Candelaria, en el Pie de la Popa.
“En ese colegio ví la vida de las hermanas, ahí teníamos que hacer un trabajo social y en La Candelaria lo hicimos cerca del botadero de basuras, en Henequén. A mí me caló mucho la necesidad de esta gente y eso echó para adelante mi vocación”, recuerda.
-¿Entonces, usted siempre ha estado vinculada a esa zona del sector industrial de Cartagena?
-Sí pero como por cosas del destino, digo yo. Bueno, recuerdo que, cuando vine aquí, en las primeras veces, una señora me iba a regalar un niño, le dije a mi mamá para recibirlo, pero no había forma de hacerlo, no había quién lo cuidara, ni ella ni mis abuelos podían hacerlo. Eso fue una historia, así como de novela.
Consagrada a la educación
Una vez se ordenó religiosa de las Hermanas Franciscanas de María Auxiliadora, Elizabeth comenzó a recorrer distintos lugares.
“Me tocó trabajar en muchas partes. En Palmar de Varela, Mompox, Santander, Bogotá y El Carmen de Bolívar”, refiere.
¿A qué edad se ordenó?
Miércoles ni me acuerdo. Eso fue en 1981. ¿Yo me ordené hace 42 años?, ¡guau!, ¡Tengo que celebrarlo! (risas).
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Por la violencia en El Carmen de Bolívar, donde trabajó en el sector público y privado, tuvo que abandonar ese municipio.
“Había mucha guerra. Una bomba mató a tres de mis alumnas y los de mi congregación pensaron que era lo mejor trasladarme”, narra. Así fue como llegó por primera vez a la Institución Educativa San Francisco de Asís, fundada con donaciones suizas el 4 de febrero de 1987, por la queridísima madre Elfride Jagersberger Gluck, de la misma congregación y quien realizó una incansable labor social en aquella zona de Cartagena. (También le puede interesar: La ‘Madre Teresa’ de Mamonal)
La hermana Elizabeth dirigió el San Francisco de Asís por siete años, luego se marchó un año a trabajar como docente en un colegio de Perú y, al regresar, la esperaba dirección de una institución educativa en La Boquilla, donde ejerció por 9 años una loable labor aún recordada por las comunidades de la zona.
“Un día me enteré que el San Francisco de Asís iba a quedar sin rector -narra- y dije: ‘yo me voy para allá’, pasé una carta y regresé ya nombrada por el Distrito. Cuando me devolví para acá, hace cinco años, la gente se alegró mucho”.
Un pilar en Arroz Barato
La hermana Elizabeth nunca estuvo ausente de Arroz Barato, aunque se hubiera marchado por 9 años.
“No me desprendí de los líderes porque hicimos buena liga y presentamos dos acciones populares, una por la carretera y una por el alcantarillado. Una lideresa presentó una acción popular y yo la otra, la del alcantarillado, está a mi nombre. Cuando yo estaba en La Boquilla, iba a las audiencias del proceso de aquí, nunca me separé de los líderes”, recuerda sobre su participación, fundamental, en dos procesos neurálgicos para el barrio: la pavimentación de la vía principal que está casi concluida y el alcantarillado, que también va avanzado.
La educación, fundamental
Como pedagoga que es, la hermana Elizabeth tiene claro que la educación es el pilar para que esta zona de Cartagena se desarrolle, por ello le apuesta todos los días a que los estudiantes estén mejor formados.
Quienes la conocen de cerca saben bien de su temple para sortear los mil y un inconvenientes, y saben también del corazón gigante que tiene, el cual no guarda límites a la hora de querer ayudar a los niños y jóvenes de su comunidad.
“Son más de 4 mil alumnos, en las cuatro sedes que tiene el colegio”, comenta.
Hay quienes dicen que se necesitan unas cinco hermanas con el temple de Elizabeth para cubrir tantas necesidades que demanda la zona. Por ahora, ella solita, con su potente voz de mando y una vehemente capacidad de gestión, le hace frente a todo aquello que se necesite y lucha para que la vida de familias como los Zúñiga sea un poco más llevadera.