Desde las 7 de la mañana estoy aquí. Traje 10 empanadas de carne y solo he vendido 2. También 5 arepas de huevo y me han comprado una sola, prácticamente todo lo que traje en comida está aquí”. Eso es lo primero que me dice Cecilia cuando me acerco a preguntarle cómo le ha ido con las ventas en esta nueva fase de la pandemia y, obviamente, después de presentarme como periodista de El Universal. Son las 10 de la mañana.
Lo mismo me comenta Mariangel, quien asegura que “desde que volvimos a abrir el negocio, las ventas han estado muy por debajo. Como mucho, vendemos 20 almuerzos al día, cuando antes eran más de 80”. Por su parte, Marta indica que “queríamos abrir, pues creíamos que así por lo menos íbamos a poder tener algo para el sustento, pero nada, las ventas alcanzan para lo justo”.
Ellas tienen sus negocios de comidas y artesanías dentro de la Terminal de Transporte, que abrió en pleno el pasado 1 de septiembre. Sin embargo, este mismo panorama se vive en las afueras de este sitio, donde a pesar de que a diario se ve mucha gente deambulando, los comerciantes aseguran que las ventas han estado “muy malas”.
Desde marzo, las personas que tienen sus negocios dentro y fuera de la Terminal de Transporte tuvieron que cerrar sus puertas e irse a sus casas a hacer otras cosas mientras se controlaba el coronavirus en la ciudad. Todos cuentan que al principio pudieron bandearse con algunos ahorros que tenían o con ayuda de sus familiares y una que otra venta, sin embargo, al llegar el mes de junio, ya estaban necesitando volver al trabajo.
“Durante ese tiempo, como no estaba vendiendo, no podía recibir ningún sueldo, así que mis jefes comenzaron a hacer lo necesario para ver si podían volver a abrir el negocio, pero solo fue posible hasta ahorita en septiembre. El resto del tiempo estuve haciendo algunas cosas en mi casa para poder subsistir”, dijo Liceth, quien agradece haber sido llamada nuevamente a trabajar, pues “de 8 personas que trabajábamos aquí como vendedoras, solo volvieron a llamar a 3”.
Para nadie es un secreto que la emergencia sanitaria no solo afectó la salud de las personas, sino también los bolsillos. Muchos negocios tuvieron que cerrar sus locales y aún así debían seguir pagando arriendo, compromiso que no podían cumplir por la falta de ingreso de dinero, por lo que tuvieron que cerrar definitivamente.
“Aquí aún hay varios negocios que no han abierto porque no tienen la fuerza económica para poder volver, algunos entregaron los locales, porque como tocaba seguir pagando arriendo y recibos de energía, agua y gas, era muy difícil pues no estaba entrando capital”, dijo Yecelis de Ángel.
Otra de las pérdidas que tuvieron fue en los productos. A muchos se les vencieron gaseosas, dulces, mecatos y demás, por tener los negocios cerrados, y ahora no saben qué hacer.
“Aquí se nos vencieron más de 100 platos de dulces que teníamos a la venta, pues no sabíamos que el cierre iba a ser por tanto tiempo. Todo eso es plata perdida, porque los proveedores no van a cambiar nada”, dice Rosa Caballero, mientras que Diana De la Hoz señala que “todo lo que se me perdió fue mucha plata, incluso ahora también he estado perdiendo plata, pues a veces traigo unos fritos y como no se venden, me toca regalarlos. Las ventas la verdad han estado muy pero muy bajas, no se ve todo el volumen de gente que antes pasaba por aquí”.
Como si fuera poco haber perdido millones de pesos en mercancía, estas personas consideran que también perdieron el dinero en el arriendo, pues “tocaba sacar plata de donde fuera para poder cumplir con el contrato, a pesar de no estar trabajando. Esta pandemia nos ha golpeado muy fuerte”.
La reducción del personal es otro punto negativo que les ha dejado la pandemia. En la mayoría de estos negocios, donde trabajaban entre 7 u 8 personas, en esta reapertura regresaron 2 o 3 por cada local.
“Yo creo que más adelante, cuando todo vuelva a la normalidad, podremos volver a contratar a estas personas que se quedaron sin empleo, porque igual lo que se está haciendo diario o semanal, es casi lo estricto para el sustento del negocio y la nómina”, indicó una administradora de un negocio, quien no quiso revelar su nombre.
“Nosotros volvimos a abrir ahora en septiembre y la verdad es que la ventas han estado muy suaves. Nos ha tocado incluso modificar algunos precios para poder vender algo en el día”, dice Frey Mangones y agrega que “antes podíamos vender hasta un millón diario, ahora 100 o 150 mil pesos. Esto nos golpeó mucho, pero sabemos que poco a poco nos iremos recuperando”.
Muchos de los comerciantes para poder reabrir, después de cumplir con los protocolos dispuestos por el Gobierno nacional y la Alcaldía de Cartagena, tuvieron que hacer préstamos para comprar mercancía, alcohol y antibacteriales.
“Aquí nos tocó hacer un gran esfuerzo para poder volver a abrir el negocio, pensábamos que no íbamos a poder, pues tuvimos muchas pérdidas, pero aquí estamos, aunque las ventas están muy debajo de lo que esperábamos, pero bueno, acomodamos al cliente para no perderlo y así tampoco perder nosotros”, comentó Andrés.
En cuanto a la modificación en los precios, según comentaron algunos, lo que hicieron es bajarle un porcentaje del 5 o 7%, con el fin de poder conseguir la venta y no tener un día negativo en sus finanzas.
“Para poder vender los almuerzos, a veces vienen personas y nos dicen que no tienen la plata completa, entonces si vemos que nos resulta, le acomodamos el plato o negociamos con tal de no perder la venta”, dijo Mariangel.
La más reciente encuesta empresarial realizada por Fenalco, evidencia que para el 86% de los empresarios las ventas fueron peores o iguales en julio respecto a junio de este año. Y 2 de cada 3 comerciantes dijeron que sus ventas disminuyeron drásticamente.
Respecto a los vendedores ambulantes que están en esta zona y quienes no pagan arriendo, aseguraron que “las ventas han estado malas. Al principio de todo esto en el día me hacía unos 200 o 300 mil vendiendo por estos barrios cercanos, pero desde julio para acá las ventas han bajado. Si me hago 70 en un día ha sido mucho”, indicó Roberto.
Él cree que este cambio en las ventas se debe a dos cosas. La primera es que hay más personas ejerciendo esta labor del carretillero y, la segunda, porque como hay un poco más de libertad, muchos prefieren ir a los supermercados grandes a comprar.
“Yo he visto muchos vendedores nuevos, que uno les pregunta qué hacían antes y dicen que trabajaban en cualquier cosa, menos vendiendo plátanos o frutas en las calles. Creo que eso nos ha bajado un poco las ventas, a parte de que la gente también va más a los almacenes grandes que ahora están haciendo muchos descuentos”, comenta.