I Antología Jóvenes Parte 3

I ANTOLOGÍA #MiCuentoDesdeCasa Jóvenes de 13 a 24 años PARTE 3


EN TIEMPOS DE CRISIS, LA LECTURA PUEDE SER UNA GRAN SALVACIÓN AL IGUAL QUE UNA TERRIBLE OBSESIÓN

VICTORIA CIFUENTES VERGARA

Para Arturo, el mundo se estaba acabando. Las noticias lo decían todos los días; miles de personas fallecían cada día, la economía mundial se desplomaba cada vez más y las estanterías se hallaban vacías mientras que en los mercados abundaban los compradores dispuestos a matar por llevarse cualquier cosa. Sin embargo, esto no era lo que más lo atormentaba. Su vida había cambiado, y a su parecer cada día se sentía como una semana, y cada semana como interminables meses de soledad y desesperación. La angustia lo consumía, y no dejaba de pensaba en sus colegas, con los que pasaba exquisitas tardes de tertulias, comiendo manjares y deleitándose con la mejor música. Y solo cuando encontró allí, sentado en el sillón de su casa, rodeado de la inmensidad de su hogar fue que se dio cuenta de que su vida era insignificante.

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Durante aquel estado de excepción en el que Arturo estaba sometido al encierro de su casa, parecía que el despertar de un nuevo estilo de vida sería su fin. Desde hacía 15 días no pisaba un suelo diferente al de su casa. Pensaba que le era suficiente abrir la ventana y respirar aire fresco para sentir que estaba afuera, pero él mas que cualquiera sabía que aquello era una penosa excusa para hacer algo distinto. Caminaba de una esquina a otra, rebanándose los cesos al intentar idearse algo que no involucrara gente o calles. Parecía un acto imposible, hasta que después de un rato decidió revisar esa pila de libros que su padre le había regalado hacía 4 años por su cumpleaños, pero que él ni se había molestado siquiera por revisar. Encontró una gran variedad de géneros y autores que para muchos hubiera sido una encanto poder tener, pero que para Arturo no era nada mejor que aquel mundo caótico que existía fuera de casa. Era una lista larga y se dispuso a empezar con la historia más breve que para su razonamiento sería por obvias razones la más fácil de entender.

Para sorpresa de Arturo, El viejo y el mar fue nada fácil de descifrar. No entendía por qué ese viejo llamado Santiago prefería alejarse de su tierra y de su gente en busca de un pez del que no existía garantía de poder atraparlo. A pesar que el viejo al final lo logra, todo su esfuerzo resultó en vano y volvió a casa con las manos vacías. Su historia no lo alegró. Al contrario, lo exasperó, y por varios días sentió que el propio Hemingway le susurraba al oído que su aislamiento sería igual que el del viejo: extenuante y fútil.

Decidió no darse por vencido tan rápido y agarró otro libro. Este era la célebre Metamorfosis de Franz Kafka que resultó ser una mala elección; considerando aquellos tiempos tan desconsoladores. La historia de Gregorio lo atormentaba, y creía que si llegaba a salir de su casa alguna vez sus colegas lo tratarían como ese bicho repugnante que describía la novela. Ya no pensaba en tardes de tertulia, sino en hipotéticos golpes de bastones y manzanas que podían sorprenderlo al terminar el confinamiento. A estas alturas, Arturo sentía compasión por las cucarachas que paseaban por su cocina como las dueñas de la casa, y charlaba con ellas de lo terrible que le aconteció a su posible pariente.

Ya había perdido el juicio. Habían pasado meses y la pila de libros iba disminuyendo cada vez más, mientras que su cabello y su barba iban aumentando en longitud. Muchas veces escuchamos que los libros tienen la capacidad de transformarnos, pero el caso de Arturo era un tanto extremo. Quizás no había descubierto antes el poder que las letras tenían de transportarlo a otras dimensiones, donde ya no había más casa o habitación, sino situaciones que se volvían asuntos primordiales en su vida. No se había molestado en revisar su teléfono o prender la televisión, pues no se había enterado de que la cuarentena estaba por terminar, pero era porque la situación empeoraba cada vez más. La tensión entre las naciones pronosticaba un conflicto inminente. Mientras que había gente recorriendo las calles clamando la libertad, para Arturo ahora el encerramiento estaba en los libros, en los relatos de fantasía, de anécdotas y muchos otros géneros.

El tiempo y el confinamiento le habían pasado factura. Arturo ya no era el mismo hombre simpático que disfrutaba charlar por interminables horas. Ahora era más un ermitaño que se rehusaba a soltar un libro sin haberlo terminado. Al empezar su último libro de su enorme colección, se encontró con un título poco familiar. No se trataba de los grandes autores con los que se había topado las veces anteriores. La novela se llamaba Sin novedad en el frente, y narraba los acontecimientos de un grupo de soldados que poco a poco van cayendo a manos de la terrible guerra que marcó la década de 1910 para siempre. Al igual que Müller, poco a poco sentía que su vida se iba desvaneciendo y mientras que su entorno se volvía cada vez más de caótico y trastornado, Arturo vivía un día tranquilo y calmado, y no reportaba ninguna novedad en el frente.

Imagen tomada de Internet.

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SALVANDO VIDAS AL BORDE DE LA MUERTE

ANGIE VERBEL

Amalia iba tarde a su primer día de trabajo en el hospital. Hace cuatro meses había finalizado su residencia en la especialidad de cirugía pediátrica, y el día en que iba a iniciar a ejercer su profesión su alarma se averió y sonó media hora más tarde. Amelia llamó a su amiga Julie que iniciaría a trabajar junto con ella para saber dónde estaba, Julie le dijo que se encontraba en un taxi a una cuadra del hospital pero que si quería le podía decir al conductor que fuera por ella luego de dejarla en el hospital. Amalia le agradeció, pero consideró que llegaría más rápido en su bicicleta evadiendo los trancones de la congestionada ciudad. Se apresuró y logró llegar justo a tiempo, cuando iniciaba la reunión para introducir a los nuevos doctores que trabajarían en el hospital. Miró por toda la sala hasta encontrar a Julie y le preguntó por qué todos los demás doctores se veían preocupados, su amiga la actualizó con las últimas noticias confidenciales que le había brindado el gobierno al hospital, se presentó el primer caso de un virus responsable de la pandemia que se vivía en los demás países del mundo, pero que nadie creía que llegaría hasta esta ciudad. Los jefes estaban hablando sobre el tratamiento adecuado hacia este tipo de pacientes, preparándose para recibir a grandes cantidades de contagiados en las próximas semanas.

Después de la junta Amalia se sentó un momento en una silla en la unidad de emergencias al lado de un televisor que anunciaba que el presidente había decretado una cuarentena nacional como una medida de aislamiento preventivo para evitar la propagación del virus. La medida entraría en acción a partir de las 8:00 de esa noche hasta que el presidente lo considere necesario. Amalia digirió lo que estaba a punto de suceder; los próximos cuatro meses o más estaría trabajando junto con todos los médicos de las demás especialidades en la sala de emergencias tratando a pacientes infectados por un virus causante de una pandemia. No se quejaba, cuando inició sus estudios de medicina sabía que algo así podía suceder y al momento de pronunciar el juramento hipocrático lo hizo consciente y orgullosa de brindar su servicio a cualquier enfermo que necesite de ella, solo que estos casos solo sucedían en películas de ficción o en libros de fantasía, pero esta vez era real.  

 

22Amalia vivía en la ciudad junto a sus padres ya mayores, al verse sumergida en un hospital lleno de portadores del virus y sabiendo que ella podría contagiarse fácilmente decidió quedarse a dormir en las habitaciones del hospital mientras la emergencia sanitaria se mantuviese, ya que no quería poner en riesgo la salud de sus padres. Como se esperaba, las siguientes semanas llegaron cargadas de pacientes con dificultades respiratorias y otros síntomas del virus. Estos pacientes por lo general se presentaban en las horas del día, pero en la noche los pacientes que llegaban a la sala de urgencias eran los comunes borrachos que pelearon con botellas de cerveza o accidentes por el estilo. Los habitantes jóvenes de la ciudad estaban incumpliendo con la cuarentena, salían a los bares y fiestas como si el país no estuviese viviendo una crisis de salud e ignorando las medidas del aislamiento preventivo. Todos estos tenían claro que no debían estar haciendo eso, porque llegaban al hospital de manera muy sigilosa, nunca en una ambulancia o con grandes grupos de gente para evitar llamar la atención de los policías. Julie solía a tender a estos pacientes ya que se divertía con sus historias del accidente mientras Amalia atendía los casos pediátricos. Si Amalia era precavida y cuidadosa Julie era todo lo contrario, para tratar a este tipo de pacientes nunca usaba cubre bocas, máscaras de seguridad o trajes de protección, todas medidas que se habían tomado para asegurar que ningún médico se contagiara del virus, pero Julie solo se limitaba a los guantes.

Pasaron dos semanas cuando Amalia se dio cuenta que Julie no estaba en el hospital, había estado tan ocupada atendiendo el flujo masivo de pacientes infectados que no había tenido tiempo para dormir, alimentarse correctamente o enterarse de que su amiga había dejado de asistir al trabajo hace dos días. Amalia se encontraba en un tipo de shock luego de presenciar tantas muertes de pacientes infectados por el virus, más de 10 niños murieron en sus manos con los pulmones destruidos y más de 50 jóvenes y adultos habían fallecido por la misma causa en el hospital. El número de muerte de adultos mayores aumentaba con las horas y el ingreso de pacientes infectados sobrepasaba el límite del hospital. Entre tantos pacientes en la sala de espera Amalia distinguió una mirada conocida, era Julie. Corrió para llevarla a un colchón en uno de los pasillos porque las camas ya se habían agotado. Procedieron a intubarla para que pudiera respirar mejor y luego de una tomografía computarizada y una prueba del virus la diagnosticaron como otra infectada más, Julie tenía sus pulmones destrozados por el virus, casi inservibles. Julie sería la paciente número 42 que iba a morir en las manos de la doctora Amalia debido a la infección viral causante de la pandemia. Julie murió esa noche a las 11:37 pm luego de que ambos pulmones colapsaran.

La muerte se convirtió en una parte de la rutina diaria de los médicos, ya que no había una cura aún para la enfermedad, los ciudadanos no acataban las ordenes para evitar la expansión del virus y los hospitales estaban a punto de reventar por tantos pacientes admitidos. Y en estos casos lo único que les quedaba por hacer a los médicos era rezar, o pedirle al universo o a los astros que algo bueno sucediera en medio de ese caos.

Amalia y Julie son todos los médicos que trabajan por turnos muy largos tratando a pacientes infectados por el COVID 19, y no mueren porque no quisieron seguir el protocolo de seguridad, mueren porque no tienen los recursos necesarios para protegerse del virus. Sacrifican sus vidas cada hora en la que están prestando su servicio de salud para aliviar los síntomas de la infección, pero mientras no se consiga una cura a la infección solo los demás ciudadanos podrán disminuir la cantidad de infectados y posiblemente eliminar la enfermedad. Si te quedas en tu casa evitas el riesgo de contagiarte, pero también evitas la posibilidad de contagiar a otros, deja de ser tan egoísta y agradece que estás a salvo en tu casa y no enfermo en un hospital. Hazlo por los ancianos, los niños, los profesionales de la salud, por los sueños de cada estudiante y de cada padre que desea ver a su hijo graduándose, hazlo por tu familia, hazlo por Amalia y Julie, hazlo por ti.

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SOY MÉDICO

MARÍA ALEJANDRA JAIMES VELÁSQUEZ

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¡Que pare! No lo soporto, el ruido me está matando. Veo por la ventana. Nadie, las calles vacías, sólo hay fuerzas armadas que le prohíben a todos salir. Desde hace seis meses he estado confinada a esta habitación, un lugar frío y oscuro, lleno de chécheres que me recuerdan mi vida pasada. No he visto a nadie, no he hablado con nadie en meses, estoy sola. La comida es poca, pues compré todo lo necesario antes del confinamiento y ahora no puedo salir, el virus se ha esparcido por todo el planeta, no hay escapatoria.

La década pasada les advertí a mis compañeros, hay un nuevo virus y es grave. Pero nadie me creyó. Yo veía en las noticias, cien infectados en China, dos muertos, nadie hacía nada, creían que sólo era algo pasajero, una enfermedad que se curaba sola, que no debían empacar ni hacer planes de economía y salud. Bueno, ya vemos lo que pasó. Me tildaron de loca y me despidieron al mes, procuraron que mantuviera mi boca cerrada, que no alarmara a nadie y se aseguraron de que yo misma me lo creyera.

¡¡¡No más!!! Trato de escribir. Con mi mano medio temblando trato de mantenerme cuerda, pero hace mucho que no veo otro ser humano, no he hablado con nadie, sólo escucho un ruido ensordecedor. ¡Basta! Es un pitido que va y viene, debe ser el encierro. Fui la mejor de mi clase, estudié medicina y me especialicé en virología, encontré la cura a varias enfermedades y fui galardonada varias veces, pero eso fue hace mucho, hoy estoy sentada en un rincón buscando en mis notas algo, una esperanza para la humanidad.

Día a día leo lo que han descubierto. Sheryl y Mason me mandan información de los casos y nuevas investigaciones, ellos fueron mis mejores amigos en el hospital, cuando me fui, eran los únicos que me creían. Ellos decidieron mandarme todo lo que pudieron para que encontráramos un antídoto, sin embargo, no los he visto, sólo me manda mails con las historias clínicas de los pacientes y los avances. ¡No! Otra vez no, volví a un lugar sin salida. He tratado estos últimos meses de encontrar una cura, a pesar de esto, siempre hay algo que no cierra. El pico de muertes es más alto, ya van diez millones de infectados, dos millones de muertos y quinientos mil recuperados. ¿Por qué? ¡No, déjame! Vuelve el dolor de cabeza, es cada vez mayor. Tu puedes, continua, vamos cerca. Paro un momento voy al refrigerador, tomo agua y regreso a mi esquina.

Vuelvo en el tiempo. Mi vida era perfecta, era una doctora respetada, podía tratar cualquier enfermedad, y mi tasa de mortalidad era muy baja. Tenía dos mejores amigos, Sheryl, neurocirujana y Mason, cirujano cardiotorácico. Pero llegó el coronavirus y todo se derrumbó, mi novio Tyler fue infectado en enero y murió, me cerré en mí misma, creí que fue mi culpa, ¿cómo no pude encontrarle una cura’, yo era la mejor, si alguien podía a ser algo era yo. Mi tiempo de luto pasó, comenzó marzo y me prometí a mí misma encontrarla. ¡No! Regreso al presente, estoy sola, rompo en llanto, acordarme de Tyler me duele. Vuelvo a ver la ventana, ya se hizo de noche, voy a la cama e intento dormir, cambio de posición, hace mucho que no duermo bien. Desde su muerte he tenido insomnio, pero eso es algo bueno, puedo soñar y recordarlo.

Me levanto, un nuevo día, espero que sea mejor que los últimos. Reviso mi correo, sí, sí, eso es. Encontré un patrón en los recuperados. EUREKA. Por un momento olvidé todo, ya no había más ruido, era yo de nuevo. Salí corriendo en pijama, el hospital quedaba a la vuelta. Quise entrar, pero volvió el ruido. ¡NO! Me caí, ha empeorado, ahora es más fuerte no me deja pensar, trato de levantarme, pero me doy cuenta de algo, estoy en la calle rodeada de soldados. Ellos me retienen y me gritan, me tapo los oídos. ¡No lo soporto! Basta, sale de mí una ola expansiva de viento. Vuelvo a correr, entro en el hospital, voy a la sala de epidemiología. Los médicos están en una reunión. Grito, lo encontré. Todos me mirar como si fuera un bicho raro. Sin embargo, Stefan pide que me escuchen, les cuento mi idea. Todos quedan estupefactos.

Los médicos concuerdan conmigo. Voy y me cambio. Vuelvo a ser yo misma. Sherlyn y Mason me dan la bienvenida. Todos los médicos nos ponemos manos a la obra. El antídoto se hace en el laboratorio. Se prueba en los pacientes presentes en el hospital. No funcionó como esperábamos, el primer día pasó, seguían igual de enfermos, vuelve el dolor, ¡No!, ¿en qué fallé? Me siento terrible, sin embargo, no sé por qué siento que sí ha funcionado. Vuelvo a mi apartamento, duermo, al día siguiente, suena el celular, es la una de la mañana, ¿quién puede ser? Es Stefan, ¿qué querrá el epidemiólogo?, me da la noticia, ya no están enfermos los pacientes, la cura ha funcionado. Salto de alegría, me cambio y voy al hospital.

Entro y me reciben con una sorpresa, me abrazan y me dicen, lo ha logrado de nuevo doctora. Después de tanto intentar lo he logrado, una cura para aquel terrible virus que azotó a nuestro planeta durante medio año. Me devuelven mi trabajo, me piden disculpas y todo, vuelve a la normalidad, bueno, todo no, Tyler, no está conmigo. Sin embargo, sé que el siempre estará aquí. Empezamos en nuestro país con la cura, la dimos a conocer a todos los científicos y epidemiólogos para que fuera distribuida para todos, finalmente en agosto el último paciente con el virus se curó. Perdí la esperanza, pero la encontré de nuevo, me caí, pero me levanté más fuerte. Todos mis tropiezos me enseñaron que no me debo rendir, hoy soy quien soy gracias a lo que viví. Soy una médica y mi deber es curar a los enfermos. 

Fotografía: Diana. (2011). Quizás mañana, recuperado de http://notastristes-diana.blogspot.com/2011/11/quizas-manana.html

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EL CRISTAL ROJO

DANIELA LOVERA

En mi vecindario viven familias de todas partes del mundo, familias numerosas pero muy conservadoras. Los días festivos no los celebraban, solo preparaban una cena informal y luego de comer se duermen temprano. Los vecinos son muy reservados, a excepción de una familia en particular, los Uzcategui. Ellos llegaron al vecindario al mismo tiempo que mi familia. Los Uzcategui son una familia muy unida, el padre nació  en Costa Rica y la madre en Cuba. Se conocieron en la universidad de Barcelona, se casaron y decidieron tener a su única hija Catalina. Cada año celebrábamos juntos cualquier festividad, navidades, acción de gracias, incluso cumpleaños. Yo también era hija única y mis abuelos y tíos vivían muy lejos de Barcelona, así que para mí y mis padres los Uzcategui eran los familiares más cercanos con los que compartíamos en cualquier ocasión.

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Catalina es menor que yo por unos meses, su cumpleaños número 15 era muy especial para cualquier chica así que esa misma noche sus padres se lo celebraron con una fiesta en la casa y un montón de amigos invitados por Catalina, incluyéndome.  Alrededor de las 2 de la mañana se fueron todos los invitados, incluyendo mis padres. Sin embargo, Catalina me pidió que me quedara a dormir en su casa para hacer una pijamada. Antes de irnos a dormir, la madre de Catalina la llamó desde la cocina de la casa; su voz tenía un tono de inquietud y angustia al mismo tiempo. Catalina me pidió que me quedara en su habitación mientras ella bajaba a la cocina a ver que era lo que le ocurría a la madre, pero yo no pude calmar mi intriga, así que baje silenciosamente y escuche a la madre decir — Catalina escúchame cuidadosamente, te daré un collar que tiene un cristal rojo en forma de calcetín — La madre realizó un suspiro largo y los ojos se le aguaron.

Catalina empezó a preocuparse, pero la madre continuó con su explicación de aquel extraño cristal rojo en forma de calcetín. – hija el contenido que hay dentro de ese calcetín cambiará tu vida para siempre, en tus manos esta la decisión de abrirlo o no. No le puedes contar nada de esto a nadie, ni siquiera le puedes decir a tu padre que te hable de este tema— luego de que la madre se acercara a las escaleras yo subí corriendo al cuarto de catalina. Tenía muchas preguntas sin responder en mi mente y se acumulaban cada vez más, pero ¿por qué será tan importante el contenido de ese cristal que pueda cambiar la vida de Catalina? ¿por qué la madre la haría sufrir con semejante decisión el día después de su cumpleaños? Acto seguido, Catalina entró a la habitación un poco más calmada. Yo fingía estar distraída con mi celular, cuando lo único en lo que podía pensar era en ese cristal en forma de calcetín. Unos minutos después Catalina se había dormido así que decidí tomar el collar y abrirlo, pensé que de todas formas alguien tendría que hacerlo.

Una foto de una mujer con un bebé en sus brazos y debajo de la foto se encontraba escrita la dirección de una casa junto con el nombre de la mujer una tal Lucia de la Cruz. ¿Quién era aquella mujer con el bebé? Sin más preámbulos salí de la casa de los Uzcategui para buscar la dirección de la mujer misteriosa. Catalina era como una hermana para mí y el hecho dejar que alguien le hiciera daño me partería el corazón y perdería su confianza. Tome el primer tren hacia el pueblo donde se encontraba la casa de Lucia de la Cruz. Cuando llegue finalmente ya era muy tarde, Lucia se había ido de aquella casa y lo único que dejo fue una carta que iba dirigida a Catalina. Me apresure a abrir la carta y a leerla como si hubiese sido escrita para mí, la carta no era una simple nota de feliz cumpleaños, era una carta de despedida. Ere una despedida tan personal que sentí como si la misma Lucia me la estaba leyendo, sus palabras eran muy concretas, directas y frías al mismo tiempo. Se trataba de la historia de Lucia de adolescente.  En la carta le explicaba a Catalina que cometió muchos errores en su vida uno de los fragmentos más impactantes de la historia decía: “Catalina mi decisión de darte en adopción a los Uzcategui lo decidí sin siquiera pensarlo. Quiero que sepas que tu fuiste mi mejor error, y sé que ellos cuidarán bien de ti, porque yo nunca podría hacerme responsable de tu bienestar cuando apenas y me se cuidar a mí misma. No me veas como una madre ni como una amiga, más bien olvídate de mi existencia , olvídate que viniste a buscarme porque yo no quiero ser encontrada.

Esta es la última vez que te hablaré o te escribiré porque ya tienes una madre y una padre, una familia, eso es algo que yo nunca te hubiese podido dar. Ya eres toda una mujercita y eres capaz de tomar decisiones por tu cuenta, sin embargo esta no es tu decisión sino la mía, siempre te querré y te cuidaré desde lejos mientras tú continuarás con tu vida sin siquiera pensar en tratar de encontrarme porque eso no es lo que quiero para ti así que esto es un adiós para siempre” se me puso la piel de gallina y pensé que si Catalina llegase a leer esta carta, ella nunca se daría por vencido al buscar a la mujer que no quería ser encontrada, Lucia de la Cruz definitivamente le cambiaría la vida a Catalina, pero no sería un cambio para bien sino para mal. Ahora me tocaba a mí tomar la decisión de mostrarle la foto del collar y la carta a Catalina. Tomé el tren de vuelta a casa de los Uzcategui y decidí quitar la foto de Lucia con Catalina de bebé y la cambié por una foto de ella con la señora Uzcategui, su madre de corazón. Llegue a la casa y coloqué el collar en la cama de Catalina, no fue una decisión difícil y mucho menos me arrepiento de haberlo hecho porque como dije antes Catalina es como una hermana para mí y no soportaría que alguien le hiciera daño como lo pudo haber hecho la carta de Lucia de la Cruz. Estoy segura que la foto que puse en el collar cambio la vida de Catalina para siempre, pero fue un cambio para bien y no para mal puesto que el la decisión de los Uzcategui de adoptarla fue la mejor decisión para ellos, para Catalina y para Lucia de la Cruz.

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EL SABUESO

VALENTINA LANDAZABAL

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¡No se cansa esta niña! Lleva casi una hora buscando el calcetín y ya tiene la casa patas para arriba. Dejó los cuartos con las sabanas de las camas vueltas un enredo, los closets y las gavetas abiertas con los interiores a la vista de cualquiera. ¿No le da pena? Si la mamá la viera con esos cucos de encaje la coge por el pelo. Y yo, en una esquina de la sala viéndola correr de un lado a otro y ni siquiera se ha percatado de que estoy aquí.

Antes me acariciaba, me rascaba la panza, y me dejaba dormir con ella. Ahora no se cansa de decirme perro hediondo. Le ladro a veces para que me sirva agua y me dé de comer, pero se queda hablando por el celular. Por mala ama no le devolveré el calcetín, igual no creo que lo quiera de vuelta, ya lo tengo lleno de babas. Cuando lo encuentre, sé que me querrá fuera de la casa. Prefiere el calcetín ése feo que le dio el novio. Que tacaño es él. Por lo menos tengo a mamá que me protege. Ya me cansé de masticar el pedazo de tela. Tengo los dientes cubiertos de hilo rojo.

¡miercales, ahí viene!

Me dejó casi cojo. Ese es el amor que me tiene. Sé que está arrepentida. Sé que le duele.

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LA REALIDAD SIEMPRE SUPERA LA FICCIÓN

ADRIANA VELEZ

Estábamos llegando al hospital. Sentía que todo daba vueltas a mí alrededor. ¿Cómo es posible que después de haber sido ignorado por mi familia todos estos años ahora me estén socorriendo en estos momentos? Tal vez, solo tal vez si les importo. Creo que hasta ahora no han entendido nada de lo que dije, por eso mejor les cuento esta historia desde un comienzo.

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Soy un niño de 12 años que desde pequeño ha sido un estorbo para sus padres y demás familiares. La vida me sonríe poco, pero yo de vez en cuando le sonrío a la vida. Creo que esta soledad, me ha servido para aprender a ser un gran observador de todo lo que pasa a mí alrededor. Por momentos, hasta creo que tengo súper poderes y que puedo llegar a ser alguien tan callado y prudente que nadie puede verme ni escucharme. Me muevo entre la gente como una persona que no tiene vida pero que aun así sigue caminando por sus mismos caminos. Muchos dirán que mi vida es muy aburrida y que no tiene sentido, pero no es así. Mi diario vivir consiste en una ducha en la mañana seguida por un desayuno hecho por mí mismo. Luego, emprendo camino hacia lo que yo llamo mi zona de vigilancia donde puedo observar el comportamiento de todos durante el día. Aquellos pocos que logran notar que estoy ahí viéndoles pasar, correr, gritar, llorar y demás, me preguntan por qué razón no estoy en la escuela, y yo les respondo que yo no pertenezco a sitios como ese y que no necesito aprender nada en una escuela si puedo lograr tener un amplio conocimiento de la vida observando a los demás, y que aparte un niño con los poderes que tengo yo no necesita de maestros para aprender, porque yo soy auto-didáctico.

Muchas veces estas personas se marchan antes de que termine la historia, pero otras se quedan anonadas al ver como un  niño de tan poca edad les habla de cosas que no son importantes para alguien de 12. La verdad es que me gusta que las personas piensen que mi vida está completamente bien, porque siento que si cuento esta historia más seguido me podré olvidar un poco de mi triste realidad. Se puede decir que vivo en un mundo creado por mí, pero ya quisieran muchos poder vivir en un mundo perfecto y sin sufrimiento. Lástima que por ser humano tenga la necesidad de relacionarme con otras personas, porque si no viviría feliz y contento en mi mundo de ficción. Como ya dije antes mi vida se basa en una rutina aburrida para muchos pero extraordinaria para mí; y al parecer a alguien más le pareció interesante mi visión de la vida. Este alguien fue un señor que pasaba caminando muy rápido, pero al notar mi mirada fija y profunda decidió detenerse para averiguar quién era y porque estaba sólo. Como lo hacía todos los días, le conté sobre un pedacito de mi mundo y vida perfecta, y para mi sorpresa este creyó cada una de las palabras que dije. ¡Increíble!, pensé, ya estoy sonando más convincente. Además el señor me dijo que si tanto estaba convencido de que tenía súper poderes me lanzara de un edificio. A mí me pareció buena idea, ya que si Superman podía yo también lo haría. Muy convencido de mis habilidades me lancé de las alturas, pero como era de esperarse me topé con la realidad, y terminé en un hospital. Nunca pensé que aquel hombre que parecía tan convencido de mi historia, me llevaría a un estado de coma y de profunda tristeza, porque desde ese día comprendí que la realidad siempre supera la ficción. Mi ficción.

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LAS GALLETAS DE ZUCKERBERG

DANIELA CARRILLO DÍAZ

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Hoy vienen a casa, como todos los fines de semana, los hijos de Alejandro. Ya no me los aguanto más, simplemente me odian y ya no sé qué hacer para caerles bien. Es más, ya ni siquiera sé si quiero que me aprendan a querer después de lo que me hicieron la vez pasada.

Como siempre, fui a recogerlos a la casa de su mamá el sábado porque Alejandro estaba muy ocupado en su trabajo. Me dejaron esperando como media hora en el carro, aun cuando había llamado a Sebastián, el hijo mayor de ocho años, para que bajara. Cuando por fin llegaron no me dijeron ni un “hola Zuckerberg”, pero era de esperar. Llegamos a la casa y los llevé a su cuarto. Decidí hacerles galletas para ver si se emocionaban, pero ni los trillizos de seis años cada uno mostraron la más mínima expresión. No me importó y me dirigí a la cocina para que por lo menos Alejandro comiera algo diferente.

Mientras preparaba la mezcla y horneaba las galletas me demoré una hora y media más decorándolas con todos los chocolates y dulces que encontré en la despensa. Orgullosa de mi creación busqué a los niños para darles de probar. No estaban en su habitación y me preocupé mucho porque no era de costumbre que no hicieran ruido.

Escuché sonidos al final del pasillo donde estaba mi cuarto. Abrí la puerta y me encontré con el peor desorden que había visto en toda mi vida. Me dieron ganas de llorar cuando vi todos los maquillajes destruidos y los bolsos coloreados con pintalabios. Habían partido todos los perfumes y rasgado las hojas de mis libros favoritos. No pude más, comencé a llorar.

-“Aww, Zuckerberg está llorando. ¡Sí!,” dijo Sebastián.

-“¿Por fin se irá de la casa de papi? “Preguntó Juan, uno de los trillizos.

-“Ojalá que sí,” respondió Pedro, otro trillizo.

-“No pensé que ustedes eran así, yo quería hacerles galletas para que vieran una película y ustedes me responden con esto. Ni piensen que no se lo voy a decir a su papá.” Finalmente les dijo como me sentía.

Al final se veían arrepentidos, pero llegaron muy lejos. Lo peor de todo fue ver mis diseños para presentar el lunes en el inodoro. No pude dormir trabajando en ellos por dos días. Tuve que fingir estar en el hospital para poder entregarlos el martes. Aunque Alejandro los regañó y castigó, ellos nunca me van a tratar bien y yo mejor no los he podido tratar.

Alejandro se ha ofrecido a recogerlos teniendo en cuenta la situación.

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CIELO

SOFÍA RODAS ABADÍA

Ya no sabíamos a quien más llamar. Ya habían pasado dos semanas desde que perdimos contacto con tierra firme. Los equipos del barco no respondían desde que el relámpago cayó sobre la Lancha, y de alguna milagrosa manera, el celular de Laura funcionaba. Cada vez que llamábamos a nuestros seres queridos, la llamada se cortaba cuando pedíamos auxilio. Solo lográbamos decir lo mucho que íbamos a extrañarlos cuando de la Tierra nos fuéramos.

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La ayuda nunca llegó.

Nos encontrábamos desamparados en el mar, en nuestro último día de batería. Sin más voz para gritar con Impotencia.

-“Serafín, vamos a morir.”

Ante esta declaración mi único instinto fue besarla. Sentí que lloraba y mi corazón se rompía en mil pedazos.

-“Por lo menos moriremos juntos.”

La inmensidad del cielo era bellísima. Tan grande, azul e infinito. Mire la delgada figura de Laura y recordé aquel día en el que le pedí que fuera mi esposa. Sentía dolor por que la idea de viajar al Caribe fue mía, y que yo nos había puesto en esta situación. Sin embargo, no me arrepentía de ninguna decisión o momento de nuestra esplendida vida. Ella me había brindado todo lo que jamás hubiese necesitado para ser feliz. Por eso es que cuando vimos las Palmeras mi corazón brinco. Tome la decisión de que si sobrevivía, viviría en función de hacer a Laura feliz.

La isla era pequeña y acogedora, rodeada de aguas cristalinas; las palmeras eran de una altura increíble y la inmensidad del mar las hacía ver como gigantes. Laura y yo nos acomodamos en la playa tratando de no pensar en lo  muy pensable; solo nos quedaban cinco minutos de batería.

Yo dejé que Laura llamara a su mamá ya que entendía lo importante que era para ella; Y en el momento menos esperado, las llamadas no se cortaron. Laura explico todo lo sucedido y su mama gritaba en horror, pero la batería no nos dio la oportunidad de saber lo que ella iba a decir después.

De alguna manera yo sabía que este sería nuestro hogar por el resto de nuestras vidas. El destino finalmente había decidido alejarnos del mundo real, lleno de problemas y complicaciones; para poder disfrutar de nuestro pequeño infinito por el resto de nuestros días. Seguramente los buques y equipos de búsqueda se rindieron después de unos años, suponiendo nuestra “inevitable” muerte.

Pero de alguna manera, volvimos a nacer.

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BROTE DE BOMBAS

JUAN LUIS PRADO

     Desde que empezamos a contagiarnos entre nosotros nos hemos vuelto más distantes, sin poder hacer nada para cambiarlo, lo mejor que podemos hacer para proteger a alguien que queremos es alejarnos de esa persona, justo como el dicho, y a pesar de que es lo correcto produce mucho dolor, tal vez mucho más que aquel que produce el simbionte radioactivo que nos ha infectado. Dicen que se mete a tu cuerpo y este no sale hasta dejarte vacío, pero que podrán sacarme esos malandrines a mí, si ya estoy completamente hueco, el hecho de no poder visitar a mi abuela por su cumpleaños me tiene destrozado, quien sabe si es uno de sus últimos, lo más probable es que sí. Desearía tener el poder de deshacerme   yo mismo de este terror que me inunda, pero se me es imposible, menos con esas cosas rondando por ahí.

Ahora mismo nos mantienen resguardados en búnkeres subterráneos, lejos de la luz solar, el aire fresco y el mundo exterior, increíble como nuestra propia soberbia de creernos la especie más fuerte fue la que termino haciendo que nosotros fuéramos los animales encerrados en jaulas. Ahora comprendo cómo se sienten los animales del zoológico, excepto que aquí rezamos porque los militares puedan protegernos de los inminentes ataques de las personas infectadas mutadas y enloquecidas, supuestamente aquí siempre estaremos a salvo, pero por seguridad nos mantienen separados unos de otros. Esto no parece un lugar de resguardo sino una cárcel. Por el inminente miedo al contagio aquí somos tratados como basura, es increíble lo que puede llegar a producir el miedo, sobre todo ahora, que se detectó un infectado el mes pasado, no paso a mayores, pero esa persona no la volvimos a ver, obviamente lo mataron, que más se puede esperar si esto se convirtió en un campo de concentración. La rutina aquí siempre es la misma, nos despertamos a las seis y vamos a desayunar, luego se nos concede media hora de esparcimiento para después volver cada uno a su habitación, almorzamos a las doce y se nos concede dos horas de esparcimiento para luego volver, finalmente cenamos a las nueve y cada quien para su habitación hasta el día siguiente.

La rutina ya me tiene aburrido, pero qué más puedo hacer, me siento muy solo, mi familia y conocidos quedaron ubicados en otra sede, quien sabe cómo les va por allá. Ya tengo alrededor de seis meses aquí, sin poder hablar con ellos ni poder comunicarme de alguna forma, esto debido a la bomba electromagnética que exploto muy cerca de aquí, los militares tuvieron que readquirir toda tecnología que se dañó, por supuesto que a nosotros no se nos repuso nada. Nunca en mi vida había estado tan des comunicado, antes mi teléfono no se despegaba de mi mano literalmente, pero eso no es lo que no me deja dormir, hace poco había escuchado a unos militares hablando sobre la guerra que se había desatado en el exterior, ya no éramos un solo bando contra los infectados sino que nos dividimos por grupos de países, entonces la volvimos a meter la pata  como especie, el orgullo nos volvió a ganar y sin nada que hacer ahora pues ocurrían bombardeos todas las noches. Estos se escuchan y se sienten como temblores, a pesar de que se asegura que hay mucha distancia entre estas explosiones y el lugar donde nos tienen, quien sabe si uno de estos días aciertan y nos sueltan una justo encima, estas bombas están brotando tan rápido como la infección.

Ya ha pasado un mes desde la última explosión, este hecho me alegra un poco pues ahora si puedo dormir por las noches, además que mediante protestas pacíficas que hemos hecho nos han hecho la rutina un poco más flexible, dejándonos más tiempo para convivir y dispersarnos. Justo ahora fue que empecé a hacer amigos, ya a las personas no les importa tanto distanciarse pues no volvieron a ocurrir más contagios por aquí, además que el trato por parte de los militares ya no es tan frio ni riguroso, algunos hasta se hacen amigos de nosotros. Pero no puedo recibir algo bueno sin que el mundo se me caiga encima primero. Una de esas noches se escuchó una explosión en lo alto del bunker, donde debe estar la entrada, lo primero que supuse fue que ya todo estaba perdido y que por fin había llegado mi fin, pero antes de entrar en pánico me di cuenta que a pesar de que la explosión fue justo arriba de nosotros esta no fue tan imponente. Empezaron a sonar las alarmas y los militares empezaron a correr, no nos habían soltado una bomba, nos estaban atacando.

Por alguna razón las habitaciones se abrieron y por cosa obvia que iba a pasar todas las personas asustadas salieron corriendo al área común donde normalmente nos dispersamos, fui caminando lentamente por el largo y ancho pasillo, un humo empezó a dispersarse por el techo de este y los gritos de los civiles inundaron todo el lugar, entonces corrí a ver qué pasaba. Cuando llegue me percate que los supuestamente extintos infectados nos estaban atacando, tenían siluetas de personas normales excepto que poseían una piel parecida a las escamas de un pez, de un color violeta muy intenso, las manos las tenían desfiguradas y parecían garras, o más bien pinzas gigantes como de cangrejo, las caras eran irreconocibles y lo único que se les podía identificar era una boca con dientes muy afilados. Estos corrían y saltaban a niveles sobre humanos y era impresionante ver como estaban acabando con todos nosotros. En ese momento sentí el verdadero terror, la cantidad de ellos era abrumadora, casi como si un tsunami violeta nos estuviera inundando de estas cosas. Corrí lo más veloz que pude para encontrar una salida, mi pánico y la complejidad del recinto no ayudaron, pero a pesar de eso me percate que todas las puertas de seguridad quedaron abiertas, eso significaba que la segunda salida del bunker estaba abierta, decidí buscarla lo más rápido que pude, en esas vi a un militar que llego a ser muy amigo mío, el cabo Ramírez, siendo perseguido por unas cuantas de esas bestias. Ramírez disparaba su rifle con toda la impotencia que tenía y su deseo de no morir, a pesar de que pudo con el grupo de infectados que iba por él, recibió unas estocadas por parte de estos, heridas muy profundas las cuales provocarían su muerte en segundos, lo último que me dijo fue que conservara su rifle y lo utilizara para defenderme, ojalá hubiera tenido tiempo para despedirme de él, pero apenas escuché el alarido que producían los infectados Salí corriendo. Cuando alcancé la segunda salida me percaté de que no fui el único que tuvo la idea, pues dos de mis amigos, Jesús y Mariana estaban allí también, listos para escapar, además de otras personas las cuales habré visto pero no conocía. Cuando estábamos abriendo la última seguridad de la puerta, una última oleada de estos bichos se acercaba a toda velocidad hacia nosotros, empecé a disparar el rifle con todo lo que tenía, no fue suficiente, la puerta no habría por más que la forzáramos, estaba atascada, los monstruos ya estaban a menos de diez metros de nosotros, estos parecían un torpedo gigante con extremidades acercándose a nosotros para darnos fin, entonces cuando estos lograron alcanzarnos…

Al final logré escapar, tristemente no todos lo hicimos, el cómo lo hice y lo que pasó después será una historia que contaré otro día.

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UN TIC DEL RELOJ MÁS

LAURA HERNÁNDEZ MERIÑO

30

 

A mí nunca me ha matado salir, y ahora estoy escuchando que quedarse en casa nos está matando.  El abrir y cerrar los ojos es una tarea más, que con la falta de presencia que parece tener el tiempo ahora, parece ser menos pertinente.

El reloj marca 30 minutos más, y justo así he perdido tres horas más. Tres horas más que por la agobiante cantidad de posibilidades de que hacer se esfuman. Me paro de mi escritorio y me asomo a mi sala. Allí me encuentro a mi madre y mi abuela, mirando a la ventana. Tomo un solo respiro de aire y suena mi celular para una nueva clase. Mientras en esta los sonidos de los pájaros se hacen más notorios que nunca antes, y si no son los pájaros, es mi familia viendo otro video cadena del coronavirus juntos, y si no es así son mis propios pensamientos.

Vuelvo a mirar el reloj. Ya es un nuevo día. Continuo trabajando y mirando mis cuatro paredes unas veces más y me doy a dormir. El ciclo se repite. Puede que tenga obligaciones diferentes que me mantienen ocupada, pero todo el día parecen lo mismo. Duerme, trabaja y vuelve a dormir.

Con tanto tiempo no alcanza el tiempo. Todos creen que por estar en casa podríamos hacer más cosas, pero nadie puede trabajar igual sin motivación, sin la recarga de un abrazo, el sentir el calor de una persona, y que ellos te sientan a ti, asegurándote de que no eres solo tus pensamientos sino que existes como parte de algo mayor. No es lo mismo un ¨estoy aquí ¨de una persona a tu lado, a uno que proviene de cuando finalmente se logró arreglar la conexión de Skype.

Ya es otro día, y ya no me interesa mirar por la ventana. ¿Para qué quiero otra ambulancia o las calles vacías? No me siento desesperada o sola, me siento culpable. Sin importar que tantos trabajos haga solo puedo sentir que estoy desperdiciando el tiempo. No he podido pasar tiempo con mi familia, ni cumplir otras metas, y mientras el mundo se paraliza, pareciera que el tiempo pasara al doble de velocidad. No sé si es una estrategia para que no tenga que pensar en las personas, pero si lo es, parece que funciona. Puedo llenarme la cabeza (o el estómago) de mentiras sobre cómo me muero del aburrimiento, o como extraño ir al gimnasio y ver a mis vecinos, pero no vale la pena. De cualquier modo estaría en mi cuarto. Pero el problema no se basa en si saldría o no, el problema se basa en que no podemos decidir, y mientras estamos atados, vemos como el mundo no se detiene. Cada vez se acercan fechas que había esperado por mucho tiempo, y cada vez  y entre más me acerco más desaparecen mis esperanzas de que se pueda planear algo. Lo único seguro es que todo lo que puedo hacer es esperar.

Esta vez me duermo y por fin me encuentro libre. Había olvidado lo que era caminar por la playa y respirar correctamente. No la hago hace más de un año, pero por alguna razón ahora siento que me hace falta. Aunque sea arena falsa, se siente más real que los objetos de mi cuarto.

En vez de tomar más conciencia de los objetos de mi cuarto todo se ha combinado en una sola masa, donde en vez de acordarme de cada detalle por haber visto los mismos peluches tantas veces no logro destacar nada.

Es otro atardecer que pierdo por los bombillos de mi cuarto entre los muchos que faltan, y otra noche en la cual el sol brilla. Leería algo, pero las letras y los teclados pierden su llamativo, de hecho me confunden más, y, de hecho, todo me confunde más. Pero no es un sentimiento malo, es una calma silenciosa, relajante pero vacía. Todo es una mescla de demasiado o muy poco, y nada nunca empieza ni termina, pero el reloj sigue moviéndose.

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EL GRIS DE PECHO

JUAN DIEGO QUESADA

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Todo parece ser mentira. Cuando vemos algo en televisión o en una película, pareciera que eso nunca nos fuera a pasar a nosotros. Pero cuando pasa, nos preguntamos por un momento si lo que estamos viviendo es real. Recuerdo unos meses atrás cuando toda esta locura estaba empezando al otro lado del mundo. Recuerdo perfectamente cuando vi las noticias aquella noche y observé todo lo que estaba en China. Inocentemente me dije a mi mismo: “Eso está muy lejos, eso no va a llegar aquí”. Los días pasaron y vi que de China se fue expandiendo a Tailandia, luego a Irán, India, Pakistán, Rusia, Europa, Argentina, Perú, Brasil, Chile y finalmente a mi amada tierra Colombia. Todos estaban alarmados, hablando de eso las 24 horas, pero yo me hice ajeno de todo como si estuviera en una esfera de cristal aislado de todo lo exterior. No me lo explico, solamente me sentí así. Veía a mi madre desesperada y paranoica mientras todos en el país nos escondíamos en nuestras casas como si fueran madrigueras. De un momento a otro todo se fue al carajo y el mundo estaba colapsado mientras yo estaba sereno en la cama de mi cuarto mirando al techo como si nada estuviera ocurriendo.  Qué curioso, algo que estaba hace unos meses en el otro lado del mundo ahora nos tiene prisioneros en nuestras propias casas. Sin embargo, yo seguía igual siempre.

Todos mis días a partir de ahí se limitaron al estar solamente en mi casa. De mi cuarto al baño, del baño a la cocina, de la cocina a la sala y de la sala otra vez a mi cuarto. Pero igual, seguía tranquilo. Veía en las redes sociales como todos estaban tan estresados por el encierro eterno, pero yo estaba de lo mas tranquilo que me preguntaba porque esas personas estaban tan desesperadas. Pasaban los días y el encierro se prolongaba más, tanto que ni me podía acordarme cuando fue la última vez que puse un pie fuera de mi edificio. Tantas cosas pasaban alrededor mío y el mundo, pero seguía con esa misteriosa tranquilidad con la que todos en mi casa me miraban raro. Más de 1000 muertos en Italia y contando mientras que la histeria se apoderaba de todo el mundo. Era una cosa de locos. Salir por la noche y escuchar solamente el sonido de los grillos nocturnos junto a la brisa salada proveniente del mar. Me gustaba ese silencio, me gustaba sentir silencio y ver esa soledad en las calles de mi barrio. Es como si el mundo se paralizara y todo lo cotidiano estuviera en pausa. Ahora tenía que ver mis profesores a través de una pantalla de computador y todo se sentía a la vez tan extraño. Los días seguían pasando y el encierro parece haber vuelto aun más loca a las personas. Muchos querían ir al gimnasio, otros querían broncearse en la playa o hacer algún plan con su pareja. Yo seguía manso ante la situación, no sé por qué. Todos los días estaba en la misma rutina por toda la casa y pareciera que no me aburriera, pero eso no quiere decir que estaba feliz de estar encerrado. Hay veces en las que sencillamente no sé qué sentir.

Desmiento lo que dije anteriormente, creo saber porque me siento de esa manera. Soy una persona acostumbrada a lo mismo, nunca he podido saltar a otro nivel de sentimiento. Todos piensan lo mismo de mí pero no he encontrado a alguien que me vea de un modo muy diferente. Todos me tratan igual de un modo que no es despreciable pero que no es mucho. No he percibido nada diferente en nadie porque para unos valgo la mitad y para otros no valgo absolutamente nada. Hace un tiempo me enamore de un sol muy hermoso que me hizo sentirme diferente. Ese sol lo era todo para mí, la manera en que me sonreía aceleraba mi corazón y por un momento pensé que podía valer algo. Resulta que para ese sol no fui más que un estorbo y una molestia. Volví a sentir lo que siempre he sentido en toda mi vida, un vacío de gris. Ese vacío gris está en mi corazón y me hace sentir como si no fuera nadie junto a los demás. En este encierro estando solo yo y al estar alejado de todos ellos que me hacen sentir como si no fuera nada, siento que me he encontrado a mi mismo. Cuando estoy adentro siento que lo soy todo, pero cuando salgo me convierto en una nada completamente ajena para los demás. Eso fui para ese sol, una nada. Yo doy mucho y todos me pagan dándome poco. El estar alejado de eso me da un poco de alivio, aunque no voy a negar que si ver el mar y sentir su deliciosa brisa cacheteándome en la cara. Estar en este encierro me ha dado la oportunidad de hacer un recuento de mis 17 años de vida y pensar en todas las cosas tanto buenas como malas que me han sucedido. Cuando pienso en lo malo, me dan ganas d pegarme una cachetada a mi mismo por las cosas que he hecho y que pude haber evitado. Me acorde en estos días de aquel bello sol del que me enamore y creo que ese fue uno de los errores que he cometido en mi vida. Lo único que recibí en ese enamoramiento fue rechazo, vergüenza y burlas.  Solo estoy seguro de algo, no la quiero volver a ver en mi vida y con este prolongado encierro mucho menos la voy a volver a ver.

Me transporté de regreso a mi cuarto; estuve todo el tiempo mirando el techo. Es increíble cuando te embriagas en tus recuerdos porque es como si estuvieras en ellos y no en la habitación. Siguen pasando los días y el aislamiento se sigue alargando. Quiero sentir el aire libre, pero quiero seguir estando conmigo y no perder el valor de lo que soy. Los demás en el exterior son algo y adentro son nada, yo soy todo lo contrario. Los días pasaran y todo el mundo perderá la cabeza, yo seguiré tranquilo con mi rostro inexpresivo mirando lo que me rodea. Mejor quedémonos en casa porque el mundo nos lo agradecería. Yo si quiero irme, pero de este mundo llenos de dolores de cabeza. A ver cuando se me hace el milagrito; quiero ver en verdad si me van a extrañar. No creo que me estén extrañando ahora. No me siento ni bien ni mal porque lo único que siento es nada. No sé que es peor, sentirme mal o sentir nada, pero ya he sentido las dos. No me importa si este encierro acaba o no; lo único que me importa es sentirme diferente. He sentido la misma bazofia dentro de mi durante toda mi vida y todos los benditos días de mi vida espero a que esa porquería salga de una vez. Porquería que yo mismo deje acumular en mí y porquería que todos los demás han depositado en mí. Los muertos y los locos aumentan cada día; los noticieros están que estallan de tantas noticias y cifras. Mientras tanto yo, busco algo que nunca he podido llegar a sentir completamente porque cada vez que creo que estoy subiendo en realidad estoy bajando. No espero que nadie me entienda porque nadie entiende a nadie. Solo quiero sentir algo diferente que me haga olvidar lo cruel, lo doloroso y lo hiriente por mucho tiempo a ver si por fin ese vacío gris desaparece de una vez por todas.

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LA ENDOCOMPLEMENTACIÓN

SANTIAGO CANOVA

La tecnología había sido una promesa para la humanidad. Siempre lo ha sido. Desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad la aplicación de las ciencias para la resolución de problemas específicos había sido sinónimo de mejora en el bienestar. Pero espera, a cada pregunta debe haber una respuesta, a cada problema una solución. Ahora, ¿qué sucede si hay una solución con la ausencia de un problema? Para resolver esta inquietud nos debemos remontar hacia los principios del siglo XXI, presten atención:

32Un brote comenzó en el 2004. No era ningún virus, bacteria, parásito, ni nada por el estilo. No es materia, no tiene vida, no te toca físicamente, pero sí es capaz de dañarte la mente. Esta rápida propagación comenzó en Massachusetts, Estados Unidos. Específicamente, ésta se desarrolló en un lugar repleto de discos de memoria, todo sucio y al parecer abandonado. Pero la memoria no se cansaba de recibir, transmitir y analizar información. Se había tornado en un libro de caras en el cual cada uno dejaba ver la vida como quería, con las transformaciones y ediciones como se le dé la gana. La gente preferiría gastar su tiempo mirando este libro antes que cualquier otro. Era como si en las librerías las agendas no tenían páginas en blanco, todas tenían escrito “libro de caras” en cada hora de cada día, de cada mes, de cada año. Definitivamente, el invento habría sido un gran éxito, de tal manera que el libro fue la causa de que la empresa se sitúe en el top #10 empresas más grandes del mundo.

Pero acá hay que retomar la primera cuestión, y repito, ¿Qué problema resolvía? La verdad es que a mi parecer ninguno. Pero la cosa está rara che… La cosa viene así: tener el libro es gratis. ¿Gratis? Sí, sí. Y entonces ¿Cómo hace la plata para llegar a ser una empresa tan grande? Y bueno, ellos te venden tu tiempo. ¿Y eso? Ellos ubican tu tiempo donde quieran. En frente de una imagen o de una frase en específicamente, es decir, de alguna publicidad. Todo con una justificación: mejorar la comunicación. Y si, es verdad, uno puede hablar con el que está en la otra punta del mundo con solo esperar menos de un segundo, cuando antes había que mandar cartas o comunicarse con otros equipos más sofisticados. Pero lo que sucede en este punto es que uno se comunica con lo que están lejos y se desconecta de la realidad en la cual está parado. Porque uno arranca a rebolear las fotos para abajo y se torna una cuestión infinita de información. Y no es que a uno le interese lo que hay abajo, porque uno no sabe. Uno puede mandar amor, hasta tal punto que se puede tener una relación amorosa, sin necesidad de abrazo o beso alguno. Simples símbolos y mensajes son suficientes. Los abrazos, y, por emojis. Uno puede sentir miles de sensaciones y ver miles de paisajes, caras, videos, todo desde un asiento. Cada uno tiene ahora una personalidad cibernética. Esta personalidad basada en los famosos “posts” muchas veces choca con la de otros, consiguiendo así enemigos que nunca se vieron en persona. Para muchos, es importante recalcar, que es más importante su persona virtual que la real, la que siente, toca, da y recibe. Aquí comenzó otro brote, que tiene peores efectos que los de fumarse dos fajos de puchos por día. Este es la soledad, y aproximadamente el 40% de los jóvenes se sienten así. Mucha compañía virtual. Mensaje va, mensaje viene, pero, ¿qué sensaciones genera? Se necesitan más historias, más tacto con la gente, más risas verdaderas, no de las que te da una pantalla que prende y apaga luces.

Aproximadamente quince años después surgió otro brote devastador, que en menos de tres meses había alcanzado a todo el mundo. Éste sí que era físico, atacaba la salud de la gente. No hubo respuesta rápida sobre su tratamiento ni cura, pero la verdad es que tuvo una repercusión que pudo sanar muchas heridas: la cuarentena. A los dos días de estar en pleno encierro, se comenzaba a ver a la gente disfrutar del sol de las mañanas, se evidenciaban a las familias pasar horas y horas en los balcones, los hijos de cada familia conocieron aún más a sus padres, con quienes habían convivido por más de quince años. Nuevas historias. Después de alimento, techo y compañía, solo hacen falta más historias en el mundo. En este punto la gente se comenzó a conectar, pero de verdad. Porque siempre hay gente con la cual uno puede hablar y reírse, es cuestión de que uno se lo proponga y que no tenga miedo. Porque en el mundo actual hay más gente que se limita por su capacidad mental, como la baja autoestima, que por límites impuestos por el cuerpo físico. Cuando uno deja de usar el cuerpo, comienza a concentrarse en la mente. Y cuando la dinámica social que se viene acelerando desde aquella lejana primera revolución industrial frena, parece que los que se sentían perdidos en el mundo estando en su propia casa finalmente caen a la tierra. Es esto. La gente no sólo es un ser que trabaja, es un amigo, un miembro de una familia, un ejemplo, un entrenador de otras cabezas. Pero si sólo hay tiempo destinado a la labor o al estudio, uno se olvida de todo lo otro que constituye lo llamado “vida”. No es cuestión de sólo hacer lo que uno tenga ganas. Porque al que siembra recoge sus frutos. Y sembrar no sólo es tiempo: es trabajo, dedicación, sacrificio, y finalmente, amor por lo que uno hace. Lo más último es lo más difícil de encontrar. Pero si están desesperados en busca de ella, les aseguro que no se encuentra en la personalidad cibérnética. Es cuestión de dedicar tiempo a buscarlo y de cruzarse con gente de todo tipo. Se prueba. Hay que tener un poco de todo. Uno debe atarse a las reglas y para conocerlas y sacar provecho de ellas. La cuarentena fue una oportunidad para restablecer lazos perdidos y tener aquellas conversaciones que teníamos pendientes hace tiempo. La sociedad se dio cuenta de lo mucho que tiene y que no valoraba, y que el gran problema no era estar solo, más bien sentirse solo.

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 SUENA ALARMA                      

 MIGUEL ÁNGEL GARCERANT.

33

Fue una noche difícil, había discutido con mi mejor amiga todo el día y me fui a dormir molesto. Muchas veces me levanté en la madrugada, el insomnio no me dejaba dormir y lo único que podía hacer era pensar y pensar. Solo pensaba que mañana en el colegio no le iba a dirigir la palabra y que si íbamos a arreglar las cosas, pero sería  porque ella me buscaría a mí. Así llegaron las doce, la una, las dos y finalmente a las tres de la madrugada y logré alcanzar eso tan esperado en el sueño y logré descansar en paz. Tuve un sueño muy extraño pero no puedo recordarlo bien. A su debido tiempo retomé la conciencia y regresé al mundo material a continuar con mi cotidianidad. Todo estaba oscuro en mi cuarto. Me había levantado a las cinco y media o quizás menos. Lo extraño es que por primera vez en mucho tiempo, lo hice antes que la alarma de mi celular me despertada, la alarma del celular siempre ha sido mi salvadora pero esa vez me anticipé. Al regresar del mundo de los sueños y encontrarme solo en mi cuarto a oscuras y todavía metido entre las sábanas, empecé a sentir sensaciones muy extrañas. La cama se sentía distinta, me sentía un poco más liviano y mis problemas respiratorios habían mejorado un poco, como si tuviera unos pulmones más jóvenes. Al levantarme me sentía un poco más pequeño, pero pensé que todo era efecto del sueño, porque como dije anteriormente, me había levantado por mérito propio, sin ayuda de alarmas. Me puse mis lentes, busqué mi celular mas no lo encontré y resignado salí del cuarto directo a cumplir con mis labores diarias. Lo de la estatura me impactó mucho más cuando al salir de mi cuarto me encuentro con mi mama de frente y la noto un tanto más alta, seguía pensando que era efecto de sueño. Ella iba directo abrir mi puerta y me miró con una cara  de sorpresa, iba al parecer a despertarme lo cual no lo hacía hace muchos años. Yo le di los buenos días y me fui como de costumbre a bañarme y echarme agua en la cara para quitarme este sueño. Entré al baño y medio se veían las cosas, la casa estaba muy oscura. Agarré mi cepillo de dientes le eché la crema dental y luego encendí la luz y me miré al espejo. La sorpresa no me dejó ni meterme el cepillo a la boca. La imagen que veía en el espejo parecía de película o de una broma muy pesada. Me encontré con una cara joven y sin barba, una piel completamente limpia, sin cicatrices del acné y sin la mínima marca de expresión fácil, con 10 o quizás 15 centímetros menos y con un corte totalmente distinto. Evidentemente mi primera reacción fue pensar que era un sueño o algo loco estaba pasando, tenía la misma apariencia de mi yo en el pasado. Sabía que gritando y alterándome no iba a solucionar nada así que trate de tomar las cosas con calma. Confirmé que no era un sueño al darme palmadas en los cachetes varias veces y ver que me dolían demasiado los golpes. Me miraba y me miraba al espejo y no podía creer lo que veía. Tenía mucho tiempo de no ver a ese rostro en el espejo. Al acostumbrarme a la nueva apariencia, empecé a pensar en cómo sucedió esto, pero antes que nada tenía que confirmar una cosa aún más importante de la cual dependía lo que iba a pasar en el transcurso de mi día. Fui disparado a mi cuarto a buscar mi celular pero no lo encontré por ningún lado. Así que recurrí directamente a mi mama y le hice la pregunta cuya respuesta iba a ser de la que iba a depender mi nivel de intriga.

-Mami una pregunta, ¿Hoy qué fecha es?- le dije con un poco de miedo.

-10 mi amor- me respondió ella. (Hasta ahí vamos bien)

-¿Y de qué mes?- Insistí

-De agosto papá- Me respondió esta vez como con cara de curiosidad (todo bien todavía)

-¿Y de qué año mami?- Empuñé las manos y simplemente me esperé lo peor

- Aja papá y ¿qué es lo que te pasa? ¿Sigues con sueño acaso? Del 2014…-

Mi cuerpo se  paralizó por un momento y no tuve palabras para responderle, simplemente regresé al baño, cerré la puerta, me senté en el inodoro y me puse a pensar ¿Cómo habré hecho para volver 6 años en el pasado? No entendía nada, no sabía que pensar, que sentir, que hacer. Al instante vi que la situación no tenía sentido ya que no había hecho acción alguna para que esto pasara, el día anterior y toda la semana anterior había hecho las misma rutina que he hecho toda la vida en mis días de colegio así que no pudo haber sido culpa mía. Mi mamá me hizo reaccionar cuando tocó la puerta y me dijo que me empezara a bañar porque después se me hacía tarde.

En la ducha consideré dos opciones de como tomar esto. La primera que era el lado negativo, como que todo lo que había hecho en 6 años lo acababa de perder, todos los logros que había cumplido y metas que había alcanzado ya no valían de nada porque como tal aun no lo había hecho, mis amigos, la gente que conocí a lo largo de los años ahora mismo no deben saber que existo (cosa que fue lo que más me afectó) y de ahí salió otro problema a flote. Teniendo en cuenta que estaba en el 2014, en 2 años  iba a pasar una de las cosas que más impacto positivo ha tenido en mi vida, cambiarme de colegio, así que efectivamente, me dirigía esa mañana a un colegio del cual ya me había olvidado y más aún, de su gente. La manera positiva de verlo es que así como he dejado de hacer tantas grandes cosas, también tengo la oportunidad de remediar muchos errores que había cometido así que del todo no estaba tan mal. Me cambié y esperé la ruta para el colegio. Al llegar me sentía como si nunca hubiera estado antes ahí. Respecto a la gente, todas las caras se me hicieron familiares y es como si el tiempo nunca hubiera pasado ya que después de que me fui de ese colegio, jamás volví a ver a esas personas. Odiaba ese colegio. Durante el día me puse a pensar también en lo fácil que sería mi vida de aquí en adelante, todo lo que tenía que saber a esas instancias ya lo sabía, las clases me resultaban muy fáciles y era al parecer el más maduro del curso aunque fuera uno de los menores en edad.

Al llegar a mi casa luego de terminar un día escolar extremadamente sencillo (tenía un examen de matemáticas del cual ni estaba enterado pero todo lo sabía). Me di cuenta de una cosa que hizo que se borrara la sonrisa de la cara. Iba a escribirle a mi mejor amiga para hablar de mi día pero recordé que estaba rabiosa conmigo y que más allá de eso, ni siquiera nos conocíamos. Pensé que harían falta entonces 2 años para que yo conociera a una de las personas que más he querido en esta vida. Por lo que decidí que tenía que cambiarme de colegio YA. Hablé con mi mamá pero en nada estuvo de acuerdo conmigo y no tenía razón alguna para cambiarme de colegio en realidad (se supone que en dos años me cambiaría de colegio porque mi mamá se convirtió profesora del colegio donde me iba a meter). Al interiorizar esto entré en depresión por lo que traté de contactar a mi amiga a la fuerza aunque no me conociera, pero mis esfuerzos fueron en vano, no me sabía su teléfono, no podía ir a buscarla porque a esa edad no podía salir solo.

 Cayó la noche y nuevamente no pude dormir, no podía aguantar el llanto y lo mucho que extrañaba mi vida y a mi amiga y que me arrepentía que la última vez que la vi no quería hablarle más.

Alcance a conciliar el  sueño nuevamente luego de largas horas de pensar y pensar. Y sonó la alarma. Me levante muy deprimido y sin querer saber nada de los próximos 2 años. Pero me di cuenta rápidamente de algo, me había despertado la alarma… de mi celular. Se supone que no tenía celular hace 6 años. Fui corriendo al espejo nuevamente del baño y brinqué de la felicidad, al parecer todo si había sido un mal sueño después de todo. Enseguida me cambié, comí y esperé la ruta con una emoción inimaginable. Al llegar mi salón ahí estaba ella, me miró de reojo a lo lejos y no me quiso saludar. Sin pensarlo dos veces corrí donde ella y la abracé. Me disculpé por todo y le conté sobre mi sueño y lo mucho que me hizo falta.

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BRUNNO

DIEGO COQUERAU

 

En las calles de Paris, entre la basura y la suciedad rondaba un hermoso gato. ¿Tal vez te sorprenda la connotación “hermoso”, debido a que claro… este gato es un gato callejero, cuando has visto tu un gato callejero que sea hermoso? Pues este lo era. Con su pelaje anaranjado claro, ojos azules y un caminar lleno de gracia y estilo que enamoraba a cualquier humano que se le acercara. La comida nunca fue un problema debido a su belleza, una vez que posaba sus ojos en ti, cualquier pedazo de comida que tuvieras en la mano era cedido al instante. Sus hermosos ojos azules parecían posarse en tu alma, y enamorarte al instante. O por lo menos eso pensaba el viejo Jean Pierre, que vivía en la calle Merlout en un viejo edificio que había estado más años en pie que él mismo. Jean Pierre era querido por muchos vecinos, lo saludaban al pasar el pasillo, le traían platos especiales y hasta en muy raras ocasiones lo invitaban a cenas del vecindario, tal vez era porque todos en el edificio sentían pesar por el pobre hombre, todos sabían su triste historia. Perdió a su esposa e hijos en un accidente de carro hacía ya más de 10 años, en esos tiempos fue un escándalo muy grande en las noticias, resulta que Jean Pierre se durmió en el volante y no vio la camioneta roja que los choco por el costado. La mañana siguiente el titular del periódico de la Croix fue “Se pierde la vida de madre e hijo, el conductor sobrevive” una tragedia para toda la comunidad.

34Jean Pierre vivía solo en su pequeño apartamento el mismo al que se había mudado con su familia hacía ya 16 años. Cada tarde, alrededor de las 3pm, el viejo salía de su apartamento y se sentaba en la entrada del edificio a esperar a Brunno, que sin falta llegaba a ser acariciado y alimentado. A través de los años, Brunno nunca había faltado una cita con el viejo. Jean Pierre, todas las tardes a las 3pm se presentaba a los escalones del edificio a esperar a su amigo. A veces llegaba primero Brunno y otras veces Jean Pierre, pero siempre llegaban, se había vuelto costumbre, lo llevaban haciendo desde hace años. En ocasiones Brunno seguía al Jean a su apartamento y se quedaba una o dos noches sin pedir nada a cambio. Brunno disfrutaba de la compañía del viejo. Y jean Pierre disfrutaba de la compañía de Brunno, era una relación simple y amigable. A jean le gustaba el gato y al gato le gustaba jean.

Jean Pierre sentía una cercanía muy grande con el gato, pensaba que Brunno era como él, solitario, querido, pero no amado, una vida solitaria que tenía que ser ahogada con un vaso de whisky todas las mañanas. Jean Pierre ya no pensaba en la soledad muy seguido, el gato lo ayudaba a olvidar, era eso o emborracharse todos los días. Brunno era bueno para él, lo ayudaba a tapar el dolor interior. Para Jean la soledad era parte de su existencia, la aceptada como una realidad de la cual no muchos escapan, ya no le molestaba estar solo, mientras ese adorable gato le hiciera compañía todas las tardes, él estaba más que contento.

Una de esas tardes Brunno llego más puntual que nunca, camino cuidadosamente hasta la entrada del edificio Merlout y se sentó muy juiciosamente a esperar a su amigo. No espero ni 10 minutos antes de que Jean Pierre saliera a saludarlo, se sentó al lado de el a tomar el sol, a veces le hablaba de su día e incluso le hablaba mal de sus vecinos. Brunno lo miraba como si entendiera cada palabra y cada chisme que el viejo contaba. Al pasar unas horas el viejo se para y se dirige a su apartamento, a lo cual Brunno prosigue a seguirlo como de costumbre. Jean abre su apartamento, camina hacia la cocina y le sirve una tasa de agua a Brunno, la cual, como siempre, va a guardar para la noche. Las horas pasan y Brunno se posa en la ventana observando a la gente pasar desde abajo, los sigue con la mirada muy cuidadosamente, como cualquier gato haría. Jean sentado en su sofá se entretiene hablando con el gato, le habla de política, del vecino que pone el televisor muy fuerte, de sus citas al médico, hasta muy de vez en cuando le habla de su hijo, y de lo mucho que lo extraña. También le comenta lo mucho que su familia lo hubiera querido, claro que nunca comento que su esposa era alérgica a los gatos. Ya en la noche Jean se prepara para dormir. Brunno se sienta al lado de la cama preparado apara acurrucarse con su amigo, jean camina hacia la cama cuando de repente siente un dolor en el brazo y cae de rodillas al frente de Brunno. En su dolor, jean siente que no se puede mover, mira fijamente a Brunno que le devuelve una mirada de angustia y dolor. Jean no quiere hacer ruido, sabe que este es el final, aunque no sea religioso conserva la esperanza de ver de nuevo a su esposa e hijo. Brunno empieza a maullar por su amigo, pone su diminuta cara debajo de su brazo, y se acuesta al lado de su amigo. Jean saca una lagrima de sus ojos, no una lagrima de tristeza, pero de felicidad, consciente de que no va a morir solo, si no acompañado por su ángel guardián. Así quedaron, solos, viendo como esos hermosos ojos azules se apagaban para la eternidad.

Fotografía: Gato modelo Harry Potter.

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EL TEMOR A LA MUERTE

JULIANA ROJAS

La muerte es un miedo que nunca tuve. Siempre fui una persona venturosa y atrevida. Nunca estuve sola, aunque la compañía nunca me hizo falta. Pero, cuando la penumbra se avecina y lo más cercano que tengo a una muestra de cariño es un despido soslayado de mi madre, todo cambia. Jamás había sido cercana a ella. Y aun cuando mi padre salía de viaje y ella era lo único que me resultaba familiar, no sentía la necesidad de apego hacia ella. Pero, como dije, todo cambia ante estas circunstancias.

Mi vida transcurría normal; se sabía de la proximidad de un extraño patógeno a nuestras tierras, no obstante, aún se encontraba lo suficiente alejado por las fronteras, que la preocupación no se había apropiado de mi consciencia. Es gracioso pensar en eso ahora que esta invade mis pensamientos diariamente.  

Mi novio me había visitado el día anterior, él venía de Madrid. Tenía un poco de tos, pero nada del otro mundo. Cuando me levanté supe que algo no estaba bien. Pese a esto, igualmente quería salir y vivir mi vida como siempre lo hacía. Sin embargo, cuando fui a tomar un vaso de agua que definitivamente me despertara me desplomé. Tonta yo, asumí que era el sueño. Le dije a mi madre que había resbalado bajando las escaleras. Le pedí un poco de esas cremas que te sacan el dolor a punta de una helada hirviente y, finalmente, la saludé de beso en la mejilla, como hacía cuando estaba agradecida con ella; vaya error.

Eran las 9 a.m., y, como era costumbre, tenía que hacer mi propio desayuno. El mismo sueño y cansancio al que le atribuía aquella caída me impidieron realizarlo. Preferí, entonces, dormir más. Antes de cerrar mis ojos, agarré el celular por un momento, pero el letargo de mis brazos impunes hizo que me arrepintiera de entrar a cualquier red social. Dormí unas cuantas horas hasta que un calor incandescente desafió mi sueño.

Desperté bajo un mar de sudor que resultaba innavegable. De inmediato grité a mi madre y le dije que me sentía fatal. Cuando llegó, debido a la grosería que había proferido me pegó una bofetada que no sentí. Sus ojos se llenaron de pánico.

Como era usual, mi madre, antes de entrar al cuarto, se encontraba viendo las noticias de las doce del mediodía. Allí se había enterado de la funesta visita que había azotado al país. Cuando empecé a verla así, le pregunté que qué ocurría. Ella no contestó y sólo pidió un taxi. Me ordenó que me vistiera y que lo hiciera rápidamente. Lo hice sin pensarlo, creo que carecía de esa facultad en el momento. Al entrar al taxi requirió que nos llevarán al hospital. Yo le pregunte asombrada por qué si tan sólo era una gripa. Permaneció en silencio.

Entramos a urgencias y le dijo a la persona que nos atendió que ella estaba segura de que era el tal “Coronavirus”. En ese momento yo le grité que estaba loca que dejara de exagerar. Posterior a mi exabrupto, el médico me preguntó por mis últimos contactos y viajes. Ante eso le respondí que no había viajado pero que me había visto con mi novio que se encontraba algo enfermo y había llegado de Madrid. Al instante, procedieron a realizarme una incomoda prueba que prometieron entregarme los resultados al día siguiente. Le hicieron la prueba a mi madre también, con la misma promesa.

Al llegar a la casa mi mamá compró tapabocas, guantes y una cantidad absurda de papel higiénico. Me ordenó no salir de mi cuarto y preguntarle a mi novio si se realizó la prueba del coronavirus. Al momento me llamó. Me dijo que el en España había salido positivo para el virus, pero que no podía resistirse las ganas de verme. Fue la respuesta más estúpida que me pudo haber dado. Así, le colgué y lo bloqueé de cualquier medio por el cual el pudiese contactarme y de paso rompí el celular contra el suelo totalmente encolerizada. Así transcurrieron 3 días. Sola en mi cuarto sin nadie además de mi madre, cuya distancia hacia mí no aumento.

Mi madre empezó a toser al cuarto día. A ella no la pude llevar al hospital, mi cuerpo estaba totalmente quebrantado y los cuatro acetaminofenes que tomaba al día no eran suficientes para aliviarlo. Pronto, después de cuatro días llegó la confirmación de la enfermedad en ambas.

Mi madre tuvo que pedir una ambulancia cuando sus síntomas traspasaban su humanidad. Cuando se fue, quede absolutamente sola. No tenía ni celular para hablar con nadie ni fuerzas para ir a visitar a mi madre. Ahí fue cuando sentí la soledad. La sigo sintiendo. Y ahora que la vida de mi madre se encuentra en peligro siento el verdadero temor a la muerte.

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ENCERRADO EN LA SELVA

DANIEL HERNANDEZ

En las redes ya se hablaba de un tal virus muy contagioso; pero claro venía de China, no nos íbamos a alarmar ni nada por el estilo. El baldazo de agua fría llegó el 14 de marzo a eso de las tres de la tarde, cuando el presidente, Iván Duque, anuncia que las pruebas ICFES, que se iban a llevar a cabo al día siguiente, quedan aplazadas hasta nuevo aviso. A partir de ahí todo ha tomado un giro drástico. El colegio optó por hacer clases virtuales; en la ciudad se declaró toque de queda y, para colmo, el dólar subió una barbaridad (y yo que estaba pendiente de comprarme un nuevo computador por Amazon). La primera semana no estuvo tan mal; aproveché para organizar mi cuarto; ayudé a mis papás con el aseo y la cocina; y hasta adelanté un poco el proyecto de grado.

El problema fue cuando llegó el fin de semana; ahí fue cuando sentí el encierro. Usualmente salgo con mis amigos o con mi papá a algún lado el fin de semana, pero no se podía. Hasta la cancha y la piscina de mi edificio la cerraron, así que ni modo para distraerme. Así que me puse a rondar por la casa sin nada que hacer, ponía un poco de música y me sentaba en sofá, en la silla del balcón, en el piso de la sala, en el cuarto de aseo, sin hacer nada, solo esperando a que algo se me llegue a la mente. Sin embargo, en esa caminata por la casa me di cuenta de muchas cosas; una de ellas es que parece una selva. A mi mamá le encanta la naturaleza, y ha comprado diversos animales en peluche, en madera, o hasta de vidrio. Hay mariposas (sus favoritas), un tigre, un lagarto, un perro, dos jirafas, un armadillo, una garza, unos loros… en fin, había hasta una tortuga en una de las macetas. Ah, eso sí, también está repleta de plantas tanto reales como artificiales. El fin de semana acabó y llegó la semana de nuevo, en la que dijeron que se iban a iniciar las clases virtuales. Un poco enredadas al principio, pero creo que ya le hemos ido cogiendo el tiro. Aunque, creo que a los profesores se les resistió un poco más esta modalidad; sobre todo porque la mayoría son muy tradicionales. Se siente bien saber que los profesores se esfuerzan tanto por darnos la mejor experiencia fuera del colegio.

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Pasó la semana y ya empezaba a extrañar las cosas de mí día a día fuera de la selva de mi casa: el desorden y la risa con mis amigos; los abrazos y los helados con mi novia; los entrenamientos con el equipo; y resto de actividades que normalmente hacía fuera de mi casa. No me gusta estar encerrado, cada vez que tengo la oportunidad abro cortinas y ventanas de par en par para sentirme un poco conectado con el exterior. Mis días se volvían cada vez más monótonos, siempre era la misma rutina de levantarme, desayunar, atender la clase virtual, hacer tareas y luego ver algo en Netflix. Lo único que me distraía eran las video-llamadas con mi novia y amigos, entonces por esa parte no me siento tan solo, además que estoy con mis papás.

La situación me ha puesto a reflexionar un poco (sobre todo porque tengo tiempo de sobra) en lo que es el ser humano si se le priva la libertad de salir de su casa. A pesar de ser nuestra casa, con nuestras cosas y nuestra familia, preferimos estar mayormente fuera de ella, y nos atormenta tener que estar mucho tiempo dentro. Sin embargo es una responsabilidad, no es de querer, es que es necesario para poder sobrellevar la crisis y así poder levantar la cuarentena; porque, sinceramente, ya no quiero seguir encerrado en la selva.

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TOQUE DE QUEDA

OSCAR BENITO REVOLLO

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Y así sin ningún tipo de asco, nos despojamos de nuestra rutina monótona para cumplir una condena en nuestros hogares, triste, pero cierto. Es en este punto en el que el ser humano se da cuenta que la libertad lo es todo. El simple hecho de poder transitar libremente te hace feliz; ver a tus amigos te hace feliz; salir a comer te hace feliz y son infinidades de cosas que pueden hacerte feliz, pero solo hay algo muy pero muy sorprendente, y es que cuando tuviste todo eso, solo contemplaste el sol ir de punta a punta en vez de ver como cambiaban las cosa a tu alrededor.

El día que todos cumplamos la condena solo recuerda algo: Quítale a un hombre la voz y se comunicará con las manos; quítale los pies y se arrastrará a sus destinos, pero quítale la libertad y le habrás quitado la vida.

Hace unas semanas todo era totalmente normal, ir al colegio, volver, al gimnasio , hacer tareas… vivíamos en una monotonía la cual en cada segundo solo anhelábamos el fin de semana para romper esa especie de esclavitud moderna. Solo veíamos pasar el sol de una punta a otra, sin apreciar los cambios en el paisaje… ver a personas que son conocidos de toda la vida no causaba emoción, esto por el simple hecho de que el verlos a diario, simplemente hacía que sus caras fueran algo mas de la secuencia en la que se vivía…

Sorprende ver como en solo cuestión de horas, un virus invadió el territorio nacional, al principio solo se tomó  como algo normal ya que solo era un caso, pero solo fue hasta varios días después cuando todo se desmoronó. Las bolsas de valores, los mercados y las economías se iban a pique. El mundo empezaba a verle la cara a su inquisidor, reconocido por todos como Covid-19.

El gran gobierno nacional (después de el inicio de la propagación) optó por dar medidas como cuarentena obligatoria la cual el alcalde de Cartagena impuso desde el principio. Pero nada de esto fue suficiente, el villano de esta historia, conocido como Covid-19 se siguió propagando hasta que no quedó de otra que paralizar todo, toque de queda. Y la pregunta que ahora zumba, se enrumba, se balancea es  ¿qué alternativa nos queda? Su respuesta es muy fácil, ninguna. O te aquietas o te mueres. Eso dicen las noticias, eso se rumora, no todos quieren hacer caso porque tienen hambre e imploran.

*Fotografía: Lidia Corcione

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LA SOLEDAD

NATALIE VILLADIEGO

 

Es extraño, ¿no? Ya no son buenos días, solo son días. Un día más dentro de otro día, de esos días que los llamamos días.

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Antes me daba tristeza ahora solo me siento entumecida. Nadie puede rescatarme, lo sé porque ya lo he intentado. No funciona, todo esto es esta en mis manos. 13 días aquí encerrados sabiendo que si todos ponemos  de nuestro grano saldremos y veremos el verano pero solo sé que nunca volveremos a ser tan felices como lo estábamos. Ahora existen los miedos de siempre estar sanos con lavarnos las manos para no irnos al otro lado. El esfuerzo de salvar vidas aquí  encerrados, sin ser agradecidos de todos  los que están  trabajado. El arrepentimiento nunca imaginado por  no apreciar lo hermoso detrás de nuestras puertas recordando cada vez que me acuesto y conmemorando el pasado con mis cuatro paredes no puedo dormirme sin pensar en lo afortunados que estamos. Quisiera vivir lo recordado saliendo tan solo a la esquina para ver como la costa era en esos días. Lo hermoso que era ver a la palenquera todos los días mientras llegábamos del colegio tan adormecidos, sus pregones y su vestimenta de colorinches, nos hacían reconocer su dura realidad, pero a la vez nos alegraban con su pregón.

 Me siento extraña, los extraño. Me siento aislada, me siento, sí, estoy sentada, no me queda otra salida, tengo demasiado tiempo.

Evoco, cada instante los días que mis amigas y yo nos sentábamos en el pasillo con la habladuría, todas al tiempo, comiendo galguerías y poniéndonos al día. Tan solos, pero tan juntos en una sola esquina, con pensamientos diferentes pero intereses parecidos. Lo hermoso que era poder caminar por la bahía para ver a lo niñitos jugando con sus mamitas. Las salidas con los amigos a distraernos de la vida, en la cual los padres dormían preocupados, el amor que nos daban en dejarnos salir solo un rato porque estos eran los días que recordaremos todas nuestras vidas, sin saber lo poquito que lo disfrutaríamos.

Los esfuerzos y los recaudos en cada rifa o cualquier otro evento permitido por nuestro colegio,  la felicidad que nos imaginamos cuando le dijéramos Papi, mira lo logramospero nos tocó por ventanilla. Nada que hacer. Unas son de cal y otras son de arena. Me duele, siento dolor, pero más me duele el mundo, las muertes, lo que pasa en el exterior.

Con el impresión de estar  demasiado joven para sentir que se nos acaba el tiempo.

Ahora pienso “No olvidemos que el  futuro es más valioso que los sentimientos recientemente vivenciados con la fe que nos brinda dios cada vez que lloramos,  viendo las cifras de todos los que ya han volado uniéndose al otro lado con sus querido enamorados,  con el murmullo de  -No te rindas, yo estoy a tu lado-   siempre recordándonos que él nunca nos ha fallado”.

Ahora, desde mi ventana solo el silencio y un olor extraño, todo sabe a miedo, todo sabe a soledad y los leves murmullos del pavimento caliente, reclaman las pisadas que a diario les regalábamos.

*Fotografía: Lidia Corcione

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EL CASTIGO DE LA SOLEDAD

JUAN DAVID OLMOS

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No es fácil estar solo en este mundo, pensar en que la única persona a la que le puedes dirigir tus pensamientos, ideas u opiniones es a ti mismo y así me he sentido después de estar en 40 años en la cárcel, hasta el día de hoy que al fin podre salir de este encarcelamiento

 La vida está  rodeada de millones de enemigos, en la mayoría de los casos son invisibles a nuestra vista se hacen omnipresentes dentro de nosotros como  la depresión, ansiedad, la bipolaridad u otro tipos de problemas del ser que si interponen en nuestras camino y aún más en la cárcel, pero todos estos se entrecruzan en un solo camino y ese es el camino que me ha castigado en esta vida carcelaria.

Este no nos da la posibilidad de ver claramente lo que tenemos al frente, hace que todo  a nuestro paso se distorsione y se nuble. Esa brumosa vista  por la cual caminamos dentro de esta cárcel y que se encuentra en cada uno de nuestros más remotos rincones se debe a que  no tenemos un manejo a lo que está en  nuestros pensamientos no se puede determinar de adonde , cómo y por qué proviene lo que se nos pasa por la mente , ya que este castigo  no funciona como si fuese un control remoto que se apaga o se cambia cuando lo que vemos no es de nuestro agrado, este es  más cuando todos los canales están entrecortados y sin señal y estemos obligados a verlos sin sentido alguno.

Yo he sido mi peor enemigo durante muchos años, cada vez que cometía esos atroces crímenes. No ha sido  fácil  después de tanto tiempo tener en mi mente  las imágenes de lo que hice, que afecto a tantas familias, tantas personas, a tanta gente que si me pongo a contar cada día que estaré en este lugar no serían suficientes. En esos momentos yo no   sabía lo que hacía, no era mí ser el que estaba actuando y accionando,  no era yo. En cada uno de esos actos  era como si otro hombre se apoderase de mí y tomara mi cuerpo como arma, me daba cuenta muy tarde  para ya remediarlo  y no tenía otra oportunidad que huir.

Yo supe que el algún día el karma llegaría a mi vida para castigarme y ajusticiarme de una vez por todas. Este castigo sobrepasa cualquier sentencia de un juez, cualquier hoguera o guillotina, este castigo se llama soledad.

La soledad, esta no es nada fácil de lidiar, esta me hizo sentirme como  en esos días que no quiero recordar, pero con un aspecto diferente y es como si ese otro ser que se apodera de mi este hiriéndose a sí mismo sin poder detenerse, es un dolor permanente que se siente en todo tu cuerpo. Este sentimiento te aísla en tu propio yo, nadie más te acompaña dentro de esas 4 paredes que rodean tu mente, no este ese alguien que te apoye para afrontarla o que te ayude a salir de ella, esta junta a todos esos enemigos dentro de ti y los vuelve uno solo, te adentra dentro  de un cuarto del cual no puedes salir y del cual nunca te abrirán la puerta.

A si como este castigo me ha hecho pasar por mis peores tiempos , también me ha hecho reflexionar en estos largos años en la cárcel y es que tuve que valorar cada uno de esos pequeños momentos que  tuve en mi vida como cuando sostenía a mi hija en mis brazos , jugaba  con mi amigo John al basquetbol o cuando estaba aquella  cena familiar de acción de gracias, cada uno de esos pequeños momentos que durante ese espacio tiempo me parecían insignificantes e intrascendentes en esta soledad se han convertido en esa pequeña luz al final del túnel , en aquella salida que pude encontrar y en aquella esperanza constante que me hicieron soñar en que en algún día podría librarme de estas cadenas.

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EL RESURGIR

ANTONIO DE LA TORRE

Anoche te deseé. Sentí el impulso de encontrarme rodeada en tus brazos. De saborear tu néctar, y rendirme en éxtasis mientras llenabas mi cuerpo.  Recordé que solo fui para ti viento pasajero. Una gota de lluvia, un suspiro que llenó tu silencio. Preferiste vivir vagando en tu existir que  dejarme entrar por miedo a ser feliz, por temor a sufrir.

Y, en el transcurrir de los días se marchitaron los sentimientos. Carecían de amor y afecto. Amar quien soy, es urgente, es preciso, no debo mendigar tu cariño.  Empaqué mi corazón en una maleta, me tragué la decepción, los sentimientos y tristeza.

Guardaré mi amor para alguien que lo sepa apreciar.

Atrás no miraré, porque en el pasado no hay nada que escarbar.

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