La alegría de diciembre en las alturas

Regalar un juguete no es un juego


En el instante en que  mamá se multiplica por los rincones de la casa, haciendo un oficio tras otro, Ramirito se pregunta por qué  papá está en la puerta sentado en una mecedora, recibiendo el fresco que viene del mar hacia la cima de La Popa.
Alguien le responde —tal vez  mamá— que el padre está disfrutando del día de descanso reglamentario que le otorga la empresa para la cual trabaja  hace años, pero nadie le explica por qué mamá no tiene día libre, ni tiempo  extra compensado, ni vacaciones, si trabaja más horas en los oficios de la casa; y quizás más fuerte que el marido. 
En el instante en que  papá se sienta a la mesa a saborear un cerro de arroz humeante, acompañado de una taza de ensalada, con una enorme presa de carne guisada y un vaso de jugo que se asemeja a la torre inclinada de Pisa, Margarita se pregunta por qué el hombre se alimenta con esas desproporciones, mientras ella y mamá deben fingir que odian las grandes cantidades de comidas y que sólo les da hambre después de terminar sus innumerables rutinas hogareñas. 
A través de la luz que atraviesa desde la calle a la sala, a veces  observan el raudo visaje del hermano que juega bruscamente por las calles del barrio, pero las muñecas de Margarita esperan alguna atención en horas de la noche o los fines de semana.
Margarita pide muñecas, juegos de cocina y de tocador cuando se sienta a escribirle cartas al Niño Dios o a Papá Noel (que no es que siempre se anime a subir, con su trineo, por los lados de Petare o Palestina), pero Ramirito pide ametralladoras, tractomulas, balones de fútbol o cajitas de dominó; y lo hace con cierta determinación que podría confundirse con órdenes para el divino niño del pesebre que armaron en el parque de la cuadra.
Cada elemento ratifica, continua y sistemáticamente, el papel de niños y niñas en la casa, en el barrio, en la ciudad...

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Las anteriores escenas podrían ser reales, pero, por el momento, hacen parte de un paquete de obras de teatro y de charlas que los jóvenes de los colectivos “Fénix”, “Abriendo caminos” y “Violeta” vienen desarrollando en los barrios de las faldas de La Popa, en medio de las novenas navideñas que cada tarde se desarrollan en esa zona.
Según Dylan Corrales (Fénix), Ligia Ester Puello, María Fernanda Tous (Abriendo caminos) y Agustina Martínez (Violeta), hace seis años estos tres colectivos comenzaron a trabajar alrededor de las familias,  colegios, niños y adolescentes de las faldas de La Popa, sobre la educación no sexista, pero es esta la primera vez que se dirigen hacia la tradición navideña y su influencia en la vida de los niños.
“Regalar un juguete no es un juego”, se llama la campaña que están promocionando en cada novena y en cada hogar, como sugiriendo desde el título que todo adminículo que se adquiera en la extensa juguetería navideña de la ciudad, tiene su función en aquello de fortalecer los estereotipos sexistas y machistas, que ya se volvieron “normales” en la crianza de niños y en el desarrollo de las relaciones interpersonales de los vecindarios.
“Es esta la primera vez que se nos ocurre una estrategia con los juguetes —dicen los chicos—, aunque ya desde nuestras primeras acciones intentamos romper los mitos que limitan a las mujeres y sobre exponen a los hombres desde edades tempranas”.
Este año, de acuerdo con lo planeado por los tres colectivos juveniles, se aspira a que en los hogares de todos los Ramiritos y Margaritas de las faldas de La Popa ningún niño despierte con el juguete en la cabecera de la cama, como se acostumbra tradicionalmente. En esta ocasión, y en medio de la sala de casa, habrá una caja grande, forrada de colores y preñada de todo tipo de juguetes para que los niños escojan.
“La idea —explican los proponentes— no es que los papás metan sus manos en la caja para repartir los juguetes, según el sexo y el supuesto papel que juega cada niño en la casa y en la calle; más bien, se trata de sean los mismos niños quienes decidan con qué juguetes desean divertirse, sin que esa elección sea un peligro para que se conviertan en ‘mariquitas’ o ‘machorras’, como se dice por aquí cuando ven a un niño saltando el velillo; o a una niña jugando con un camioncito, pateando un balón o agarrando un bate de béisbol”.
“La sexualidad de los juguetes y de los colores está en la mente de los adultos”, dicen los responsables de los tres colectivos, para quienes “eso de andar inculcando a los muchachos que las bicicletas rosadas y sin barra son para las mujeres; y que los colores oscuros o en tonalidades de rojo son para los hombres, lo único que ha logrado es agigantar la imagen de ‘Dios’ que tiene el hombre adulto, ya sea en su función de padre o en su función de compañero de trabajo”.
Al amanecer de todos los 25 de diciembre, en los barrios de las faldas de La Popa también se ve a niños y niñas estrenando sus juguetes, jugando a la familia o al restaurante, pero el varoncito nunca es cocinero o jardinero, sino el cliente que exige; o el papá que golpea la mesa y rechaza tres veces el menú hasta que le preparen lo que él considere una buena comida.
De modo que las visitas de los jóvenes que integran los mencionados colectivos son antecedidas por la distribución de folletos y boletines en los que se hace mucho énfasis en la eliminación de los juguetes bélicos y los que incitan a las prácticas sexistas, siempre, en detrimento del elemento femenino.
En algunos apartes de las lecturas destinadas a los padres, se puede leer que “ (...) a la hora de elegir, comprar y regalar juguetes a las niñas y los niños debemos: 
Superar las actitudes sexista; es decir, pensar en juguetes para las niñas y los niños.
Promover los juegos y juguetes entre ambos sexos, tanto que niños como niñas jueguen con juguetes que representen el ámbito privado (el hogar, el cuido de los niños...), como el mundo público (los oficios, los carros, el movimiento).
Ofrecer a las niñas nuevos juguetes que desarrollen todas sus capacidades. Las muñecas y los chocoritos las reducen a las labores de la casa; y las mujeres hoy en día desarrollan otras actividades y funciones en la vida familiar, social y política.
Ofrecer juguetes de todo tipo en la casa, en las aulas.
Lo importante es ofrecerles nuevos modelos de relación entre géneros.”
Entre las manualidades que emprenden los muchachos de los colectivos que defienden estas iniciativas, se encuentra una maqueta en cuyo centro sobresale el cerro de La Popa, rodeado de casas de todos los tipos, pero también de edificios modernos como no los hay en la realidad actual de Cartagena, “porque la intención es empezar a cumplir con el nombre que le pusimos a ese programa, ‘Los niños y las niñas tenemos derecho a la ciudad’. Por eso, en esa maqueta están integradas, alrededor de una Popa bien poblada de árboles, todas las edificaciones posibles para quienes habitan esta capital. Es un llamado integrador, que también resalta la importancia del medio ambiente.
La gran meta de este último programa es que “a los niños y a los jóvenes se nos tenga en cuenta para todo y en todas las épocas, no solamente en Navidad, época en la que sí nos resaltan, pero para regalarnos juguetes que ahonden más las diferencias entre un sexo y otro”.
En junio del presente año, los muchachos, con su propuesta de educación no sexista, pretendieron entrar a la Alcaldía Menor del barrio Santa Rita, en donde se estaba desarrollando el Plan de Desarrollo de la actual Administración distrital, “pero no nos dejaron entrar, porque no íbamos con un adulto. Después de tanto discutir, buscamos a un adulto y así pudimos acceder a esa reunión en donde se estaba discutiendo nuestro futuro, aunque nuestra opinión era lo que menos importaba”.
 


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