El Retorno a la huerta de las abuelas:Una estrategia de Ecología VS la pandemia


El retorno a la huerta de las abuelas:

Estrategia de Ecología Urbana VS. el tedio de la pandemia.

Una vez más, tal como escribí en ocasión anterior, debo reafirmar que la pandemia que azota al planeta Tierra muestra la fragilidad de la vida humana de miles de miles de personas, a la par de la fortaleza y prudencia de muchos otros millones que se mantienen inmunes; pero también se aprecian las debilidades y fortalezas mentales de los mismos seres humanos.

Sin embargo, las fortalezas se debilitan ante el confinamiento obligatorio que conduce al tedio,al fastidio, al aburrimiento, e incluso a la depresión, un serio trastorno mental que puede conducir a situaciones mucho más delicadas.

Frente a las limitaciones en materia de recreación, del disfrute y goce de la vida cotidiana, el alejamiento sensible de los seres queridos, e incluso de la vida sensual, amorosa y sexual, he recomendado, desde mi experiencia de melómano empedernido, el disfrute continuo de la música, en cualquiera de sus ritmos y clasificaciones, a la par que el incremento de la frecuencia de hacer el amor con la pareja.

En esta nueva oportunidad, en mi condición de ambientalista, comparto las experiencias de la huerta de las abuelas, como una estrategia de paliar los negativos efectos del confinamiento al cual estamos sometidos por ley y prudencia individual y colectiva.

Poseer un patio en una casa de Cartagena de Indias, cada día se convierte en privilegios de pocos por diversas razones de explicar, entre estas, el acaparamiento de la tierra urbana y los elevados costos de la vivienda, renglón en el cual los urbanizadores han implementado la política de construir apartamentos multifamiliares sin patios, o patios muy reducidos exclusivos como área de labores.

En contraposición a esta tendencia y rescatando los valiosos aportes que nos legaron las abuelas, en calidad de respuesta positiva a estos, y contrarrestando la política del capitalismo salvaje, que deshumaniza y nos condena a vivir cada día más en espacios reducidos y alejados de los seres vegetales de la naturaleza, “sumidos en selvas de cemento,” la opción de quienes tienen el privilegio de poseer vivienda con patio, la respuesta es el “Retorno a la Huerta de las Abuelas”.

Después de estar retirado de la vida cotidiana del patio, durante cinco largos años, gracias a Dios y la madre Gaia  y con ello se da mi retorno a la huerta de las abuelas, aquella que conocí desde mi primera infancia  y que hoy rescato como homenaje a su memoria y en calidad de un cálido abrazo y un espaldarazo a la madre naturaleza vestida de verde y de llamativos colores en árboles y plantas de diversas especies.

Así, bajo el viejo árbol de guayaba agria, que se resiste a morir a sus aproximados 60 años, conviven plenos de vida, verdor y flores, las plantas de albahaca, espinaca morada, tomate cherry y 

chonto, ají pimentón y dulce, la hierba del cebollín, el orégano, el bleo “acaba bollo”, el anamú, la maracuyá, la verdolaga ornamental con sus matices amarillo, rojo y blanco, “Yo y Tú”, azucena chocoana, carae’mula y otras dos especies ornamentales, como las cinco anteriormente mencionadas.

Bajo el joven palo de mango(de 10 años apenas), reposan de manera repetida, en macetas colgantes, la verdolaga ornamental, la hierba buena, la espinaca morada, un mini semillero de “abanico”, que en breve se convertirá en plantas adultas y darán una hermosa flor roja, con esta figura, azahares de la india, corazón de Jesús y bugonios, que convierten sus hojas en la sombra, en un hermoso color rosado, adornando  el espacio con la flor de cortejo y de Yo y Tú, protegidas por el follaje del anamú, clasificado dentro del grupo de plantas medicinales.

 El anamú, a pesar del áspero olor y sabor de sus hojas, es la planta preferida de las hormigas “devora hojas”, intocables de por sí , por su misma condición de seres vivientes y porque su labor la realizan en  la noche avanzada o en la madrugada, cuando todos duermen .

Allí, en el mismo ambiente especial mención merecen la “sandiegana” planta enredadera con hermosas campanas moradas, que dan un aire señorial al espacio que cubren, y el cidrón conocido también como limoncillo, una deliciosa aromática, cuyo té sirve de relax y goce; generosa en su crecimiento, es difícil de reproducir.

De inmediato continúa la parte occidental de la huerta, cubierta de un limonar criollo y otro mandarino, un papayo en desarrollo juvenil, un semillero de chirimoya y ají, dos plantas de jengibre, una codiciada especia medicinal, y  la hermosa caña de la India.

Muy original es la sección oriental, convertida en un platanal, donde reposan el guineo largo (la fruta), pero enana la planta, el plátano cuatro filos o “pochocho”, y el plátano verde grande, ese que cultivan los exportadores y que en los supermercados se consigue a precios prohibitivos; a sus pies reposa un semillero de tomate y otro de ají, adornados por lo alto con bugonios, verdolagas ornamentales y “cortejos” de color rojo y blanco.

Cierran la sesión, sembrados en una gigantesca maceta, un guanábano, todavía bebé, acompañado de una creciente planta de “caraña”, que en breves años se convertirán en un árbol, cuyas hojas desde ya tienen propiedades medicinales para curar heridas; las abuelas lo utilizaban para sacar las espinas o sanar los llamados “pondos” que no eran más que heridas en la planta de los pies, difíciles de sanar  prontamente, por diversas razones.

Hoy, cuando reflexiono sobre la huerta de mis abuelas, valoro que cultivo casi 50 especies vegetales en un espacio modesto, huerta que se convirtió en una estrategia de Ecología urbana para:

*Conservar la tradición y rendir homenaje a la memoria de mis abuelas y mis papás, quienes desde muy niño me enseñaron a amar a las plantas de verduras, frutales, ornamentales, medicinales y aromáticas, a la par de todas las especies de árboles originarios  de nuestro entorno caribeño.

*Combatir el fastidio, el tedio y el aburrimiento que produce el confinamiento actual, dedicando a la huerta tres o cuatro horas diarias, lo cual implica riego, limpieza, abono periódico, trasplante y siembra de nuevas amigas verdes, cuando es la ocasión.

*Co- crear a la naturaleza verde, produciendo nuevas plántulas mediante   ramas con yema, de la planta madre que se siembran en espacios especiales, con un sustrato de tierra bien fértil.

*Involucrar a la familia en esta actividad y compartir con ella la divertida y útil vida del hortelano y el jardinero, y así aumentar el número de amigos y amigas amantes de la naturaleza verde.

*Dar un poco de impulso a la creatividad, componiendo, y recomponiendo los espacios de la huerta, sintiéndote, en verdad, sin serlo, un diseñador de hermosos espacios verdes.

*Ejercitar el organismo, con el movimiento ligero, agradable y variado que supone la práctica de la jardinería y la horticultura, en modestos espacios urbanos.

*Aumentar los saberes sobre las plantas, su modo de vida, reproducción, tiempos de cosechas y sus comportamientos frente a la radiación solar, de este astro que cada día nos amenaza, por efectos del cambio climático que vive el planeta.

*Tomar el sol a diario, rompiendo el límite que impone el confinamiento a raíz del aislamiento.

*Impactar, aunque sea de manera superficial, la dieta, cuando adicionas a la ensalada o al arroz, del almuerzo al  mediodía, la espinaca morada, cuando preparas y tomas té de cidrón, hierba buena o de albahaca; sin embargo, cuando  llega el tiempo de la cosecha de la guanábana y del mango (de azúcar), la cuestión es a otro precio: consumes frutas frescas, sin ningún tipo de contaminación al hacer el ejercicio del árbol a la boca, una vez hayas hecho el obligatorio proceso higiénico.

* Fortalecer el bienestar espiritual, al sentir el contacto íntimo con otros seres maravillosos de la naturaleza, como son las plantas y árboles, y al experimentar que un eres un ser cocreador de esta, y que de una u otra manera contribuyes a la conservación de la vida, porque árboles y plantas son hoteles de cinco estrellas para las aves y los productores del oxígeno que necesitamos los quinquillones de seres vivos de este fragmento del universo.

*Hacer educación ambiental de la mejor manera: educando con el ejemplo.

Por todo lo anterior, retornar a la huerta de las abuelas (mi caso) y de los abuelos, es cuestión de vida, de manera especial, en esta coyuntura del 2020.Por ello, tal como reza un sabio adagio(modificado)de la sabiduría de Oriente:

Si tus planes son para un año siembra una semilla.

Si son para diez años, planta un árbol.

Si son para cincuenta años, cultiva un jardín o una huerta.

Si son para cien años educa a tu familia

 y a tus semejantes sobre la conservación de la vida en la Tierra.

Pues sembrando, cosecharás una vez,

 plantando diez,

cultivando, cincuenta,

y educando cien veces.

Con los afectos de siempre:

UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.

Reforzados con el aroma de los azahares de la India.

 

 


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR