El retorno del colibrí y las mariposas de color:Una historia de Ecología urbana


El retorno del colibrí y las mariposas multicolores:

Una historia  de Ecología urbana.

Desde niño sentí la necesidad vital de proteger la naturaleza que me circundaba, de manera especial la flora del trópico, la nuestra del Caribe, representada por centenares de plantas ornamentales y decenas de árboles frutales que alternaban con maderables y otras especies.

Más, mi pasión por plantas y árboles se acentuaba cuando llegaban los meses de abril y mayo; desde entonces empezaba la temporada lluviosa en la costa y las hierbas empezaban a reverdecer en los patios y en los espacios públicos; en medio de la maleza las semillas caídas al azar en la tierra iniciaban su proceso de germinación hasta cuando aparecían las plántulas de mango, papaya, guanaba, tomate limón criollo y otras cuyo nombre, el paso de los años borró de mi memoria verde.

Todo este sentimiento naturalista se vio reforzado con las enseñanzas de mi padre Rafael, la abuelita Ana Hercilia, la tía cristiana y de mi madre Rosa Isabel, aventajados practicantes de la huerta casera con especies medicinales y de verduras para el consumo casero.

Fueron esas enseñanzas, las que fortalecieron mi pasión infantil por los seres amigos vestidos de verde; muchos años después, decidí convertirme en “ambientalista de vanguardia” motivado por razones de índole social, por la necesidad de salvar la Tierra,” sacar la cara” por mi profesión docente y brindar un mejor futuro a mis hijos e hijas, en un mundo plagado de contaminación e injusticias.

Las circunstancias de la vida me condujeron, a vivir en casas con patios de tamaño mediano y pequeño, hasta cuando estas mismas me llevaron a habitar en apartamentos, carentes de un centímetro de solar.

Hoy, después de cinco años de habitación en un edificio de cinco pisos, en el Pie de La Popa, uno de los barrios más antiguos de Cartagena, he vuelto a residir en una modesta casa del mismo sector, pero con una gran ventaja enorme:

 Un modesto patio, del cual por desfortuna carecen miles de hogares en esta ciudad, en franco proceso de crecimiento poblacional y físico.

Ahora, gracias a Dios, el colibrí y las mariposas multicolores han retornado, y mi añorada huerta de los abuelos volvió a renacer con nuevas y mayor cantidad de especies   de plantas medicinales y alimenticias.

Tal vez, para miles de personas, escribir sobre este tema de ecología urbana, es escribir, en torno una simpleza, una trivialidad, si tenemos presentes cuantas cosas más importantes para resaltar pasan en esta ciudad, más importantes de resaltar en este importante medio de comunicación.

Sin embargo, el asunto va más allá de la trivialidad y nos metemos de lleno con la “Ecología de la cotidianidad”, esta que nos permite y enseña a vivir en sana convivencia con los demás seres de la naturaleza y facilita el bienestar espiritual y material de las personas.

Compartir experiencias sobre el colibrí, y   las mariposas multicolores es el objetivo de estas notas, dirigidas a ustedes amigos y amigas lectores y lectoras quienes desean mejorar sus condiciones de vida en un medio urbano agreste contra los humanos y demás seres de la naturaleza

EL REGRESO DE MI AMIGO EL COLIBRI.

Considerado como una de las aves más pequeñas del mundo, por los escasos centímetros que mide y una de las aves más extraordinarias de la América tropical, el vuelo del colibrí impacta a primera vista, por su extraordinaria velocidad, (es uno de los pájaros más veloces de la tierra)  y por su capacidad de volar de manera vertical y  hacia atrás.

Todos estos atributos son dignos de admirar en un ser vivo tan pequeño, cuyo corazón late hasta 1.200 veces por minutos, de acuerdo con algunos biólogos; sin embargo, la mayor atracción que en mi espíritu de ambientalista urbano ejerce no son estos atributos, sino la belleza de su plumaje atornasolado, con un predominio de un verde y azul indescriptible, tal es “la pinta” del chupa flor amigo, que volvió a visitarme después de cuatro años de abandono, de mi parte.

Hoy, cuando a mi viejo patio retorno, ha llegado en dos oportunidades y sin temor ninguno toma el néctar de la flor del “cortejo” separado de mí a escasos centímetros, mientras la tortolita y la torcaza atónitas observan esta mágica escena: un colibrí libando a dos “cuartas” de mis brazos.

Con su plumaje, más que hermoso, el colibrí mi amigo del   verde y azul plumaje, viene a visitarme una vez por semana; por ello, ahora mi preocupación es llenar el patio de flores, para que regrese con mayor frecuencia, y tal vez se decida traer consigo a su familia, aunque siempre lo he visto solitario y sin dama de compañía.

Ahora, cuando escribo sobre esta insólita amistad, vienen a mi mente las leyendas, mayas, aztecas, arhuacas y Caribes existentes, entre nuestros amerindios desde hace siglos, asociándolas siempre con el mensaje positivo de sus dioses, ligados siempre al bienestar, para muchos, pero también al malestar de otros pocos.

Pocas aves son como el colibrí en la Tierra:

Amantes empedernidos de la belleza de las flores, románticos e incansables galanes de las plantas florecidas, y adictos al néctar y el aroma de estas; por ello, ahora cuando evoco las leyendas de mi alado amigo, sospecho que en mi otra vida, tal vez fui uno de ellos, porque desde niño me cautivó el aroma y el néctar de las flores, ese mismo que hoy encuentro en mi amada, cuando la beso de los pies a la cabeza!  

EL RETORNO DE LAS MARIPOSAS MULTICOLORES.

Clasificada entre los seres más maravillosos del mundo, al igual que mi amigo el colibrí, las mariposas, y con ellas millones de especies de insectos afrontan las graves circunstancias del peligro de la extinción y con ella, la eterna desaparición.

Guerrera incansable, a través de nuestra historia ambiental urbana, las mariposas amarillas se niegan a desaparecer, tal como lo he comprobado durante largos años de observación que dan cuenta de su furtiva aparición en los árboles de guayacán o de limón o en una que otra especie florecida.

Sin embargo, sólo subsiste una especie pequeña, porque aquellas de tamaño, que pudiésemos llamar normal, desaparecieron hace muchos años, a la par de la pérdida de plantas, árboles y flores y la proliferación del cemento, los pesticidas e insecticidas en estas “selvas modernas del progreso”.

Hoy, en mi humilde huerto del Pie de La Popa, Dios ha vuelto a hacer otro milagro:

Aparecieron las mariposas amarillas, las místicas de nuestra literatura, aquellas que desde los años 60 del siglo pasado vuelan en nuestra novela del Nobel macondiano, evocando recuerdos de escritores anteriores.

Pero a este pequeño y poblado espacio no sólo llegan las aladas amarillas:

Las multicolores de negro, amarillo, blanco y otros que no pude distinguir han llegado también  en diversas oportunidades a darme la bienvenida,  a posarse en las plantas florecidas o no, que me acompañan; tal vez , estoy seguro que llegaron a darme las gracias por las nuevas plantas y flores que cultivo para ellas, para la naturaleza, para la vida, para vivir mejor y con  mayor bienestar, en la espiral vital, de continuar reproduciendo a estos maravillosos seres de la naturaleza, y garantizar a mis nietos, bisnietos  y tataranietos el derecho de conocerlos y disfrutar de su compañía.

En estos instantes, cuando me ocupa la ecología de la cotidianidad, sin olvidar la ecología humana y las tantas especialidades existentes, como la ecología del catastrófico cambio climático y la pandemia que recorre el mundo, cual jinete del apocalipsis, es imposible olvidar aquella hermosa lectura de mi antiguo libro, de los años 50: el “Nuevo sembrador Colombiano”, el cual embelesado leía y repetía de continuo, aquel bello paisaje, cuando un pequeño travieso en la huerta de los abuelos, cogía con delicadeza extrema las mariposas , les daba un beso y las soltaba; hoy, con sinceridad, yo tampoco pude resistir esa tentación.

Con los afectos de siempre,

reforzados con flores, aves y mariposas:

UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.

 


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