Se acabo la cuarentena, la pandemia no.


El crecer en un pueblo del departamento del Cesar, me permitió estar rodeada de esa sabiduría popular en forma de refranes, que de manera curiosa se quedan grabados en nuestra mente y forman parte indeleble de nuestra identidad. “No es lo mismo Santo Tomas de Aquino, que aquí todos nos las tomamos”, dicho ruidoso de mi abuela Bienvenida Mendoza Romero, una matrona tan hermosa como férrea en sus opiniones; llevarle la contraria claramente no era buena idea y sus palabras definen con asombroso parecido lo que estamos viviendo en esta etapa del “periodo COVID”: no es lo mismo fin de la cuarentena que el fin de la pandemia. 

El 11 de marzo de 2020 la OMS, dejaba su soberbia a un lado y reconocía lo que los galenos gritaban desesperados, que una nueva pandemia había llegado, aun si saber el horrible precio en vidas humanas que habríamos de pagar; el 28 de mayo de 2020, el Gobierno Nacional ordenó el Aislamiento Preventivo Obligatorio en todo el territorio colombiano y puso fin a una de las cuarentenas más largas del planeta este 1ro de septiembre. Qué bueno es escuchar a las personas, porque te evita el error de creer que sabes lo que la gente está pensando, y en ese ejercicio escuche afirmaciones tales como “se acabó la pandemia”. Hice una pausa y volví a mi teclado.  Nada más alejado de la realidad, no, la pandemia no se a terminado; terminaron las medidas gubernamentales que se emplearon para tratar de reducir la velocidad de contagio, para darle tiempo a los sistemas de salud a prepararse para recibir a quienes necesitan atención médica y eso es una cosa diametralmente opuesta a pensar que la pandemia llegó a su fin. 

La cuarentena terminó, pero la pandemia no. El virus sigue allí afuera, con su misma capacidad de contagio, y con su letalidad intacta y considero importante que esto lo tengamos claro, que no se preste a confusiones y mucho menos a triunfalismos. ¿Otro refrán? Esto corre por cuenta de mi madre: “En la confianza está el peligro” así defino este nuevo periodo de la pandemia. Pero estamos obligados a continuar. 

Es fácil de entender: todos estamos cansados, las personas están hastiadas del encierro, los trabajadores y PYMES quebrados y el personal de salud física y emocionalmente a su límite. Para nosotros cansancio es llevar en tu cara una máscara de casi un kilo de peso, que hace un sello hermético en tu rostro, que aprieta, te hace sentir claustrofobia, sed y no puedes tomar agua, te pica la nariz pero no te puedes rascar y cuando te la quitas te ves la piel roja y llena de marcas y luego al llegar a casa piensas paranoicamente en qué pudiste hacer mal y ruegas por no haberte contagiado. Si, todos estamos cansados. Yo personalmente estoy cansada de ver morir a mis familiares, seis de ellos han muerto en lo que va de la pandemia y se que en este punto no estoy sola; son miles los que como yo han perdido a sus seres queridos; pero debemos continuar,con el corazón roto y el alma dolida,  no por coraje ni porque seamos fuertes, por que vaya que las fuerzas han menguado en este tiempo, no, debemos continuar por supervivencia. 

Colombia no está en capacidad económica ni social de prolongar más un aislamiento, solo cartagena para el mes pasado, según cifras de la cámara de comercio de cartagena había perdido 35.000 empleos, contando solo los formales, en un ciudad donde la informalidad reina. ¿Será que estamos en condiciones de seguir por esa misma senda? Me aterra caminar por los sectores comerciales y ver un sin fin de locales vacíos donde antes funcionaban negocios y mi preocupación radica en cuántos hogares que dependían de lo que ahí se hacía se quedaron sin sustento. Eso también debe importarnos, porque en este país somos especialistas en ignorar a las personas, no entendiendo que aquellos a quienes ignoramos regresaran a destruirnos, como claramente ha ocurrido con la deuda historia que tenemos con el campo colombiano que como resultado nos ha vomitado toda suerte de grupos ilegales, que no tienen más ideología política que la del dinero y  nos mantiene sumidos en una guerra de más de 50 años. Solamente cuando el fruto de la legalidad supere los dividendos inmundos del narcotráfico, Colombia tendrá paz. Solo entonces los instrumentos que han servido  por medio siglo a la guerra, serán entonces para trabajar. Es en la libertad de mercado y en la libre empresa donde encontraremos la ruta a la paz, no en promesas caudillistas.

La salud importa, claro que sí, pero los trabajos también; cuando se ve desde la perspectiva correcta el trabajo produce sustento, un techo sobre la cabeza, da peso al valor y costo de las cosas y dicho sea de paso sostiene el sistema de salud del que tanto no hemos quejado, con justa razón, pero del que nos guste o no dependemos ahora más que nunca para seguir vivos. Pero paradójicamente, cuando salgamos ahí estará nuestro enemigo esperándonos, por eso las aperturas deben ser graduales,entender que la evolución de la epidemia será diferente en cada ciudad, aunque a muchos les cueste entender esto, o peor, que pretendan obtener protagonismo con ello;  que mientras unos están en pico epidemiológico, otras ya verán los primeros atisbos de  un aplanamiento de la curva y son ellos quienes deben educar a su gente para que el rebrote,que hace parte de la evolución natural de las pandemias y que no podemos evitar, tenga el menor impacto posible. 

Y llego finalmente a mi punto:Conocimiento y educación, serán nuestras armas para nuestra próxima batalla, las de nuestro enemigo serán la confianza y el triunfalismo.Usemos conocimiento libre, expresado en palabras sencillas para advertir a nuestra gente, que esto aún no se ha terminado, que no podemos dejar los cubrebocas en casa como cosa del pasado y el lavado de manos como algo del ayer.  Conocimiento, tal como lo menciona Tzu Sun en su libro “El arte de la guerra”: “Si conoces al enemigo y a ti mismo, no debes temer el resultado de un ciento de batallas.”. ¿qué conocimiento tienes y que puedas compartir para que podamos hacer diferencia?

Agarrémonos de la educaciòn para convertir ese conocimiento que salva vidas en acciones individuales que  nos permitan continuar con el menor riesgo posible, sabiendo que este no ha desaparecido y que todo comienza con el individuo. Como se menciona en el libro del profeta Oseas: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”, seguir claros en que pueden haber asintomáticos a nuestro alrededor y que en este momento histórico de la vida, dependerá de las precauciones individuales  que todos debemos tomar  el contagiarnos o no, y que debemos mantener nuestra capacidad de resistir el tiempo que,  confío en Dios, cada vez es más corto hasta el fin de esta pesadilla. No bajes la guardia Cartagena: Termino la cuarentena; no la pandemia.

 


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