Discurso sobre el hombre, hoy, en el fin de los tiempos (primer fragmento)


Imagen y semejanza de Dios

Hombre, por encima del absurdo discurso de género, es ser varón y mujer, las dos polaridades de la especie.

Ser hombre es el más alto grado de dignidad en la creación de Dios, puesto que de todas las criaturas es quien tiene la imagen de su creador y fue hecho a su semejanza. Al parecer, este animal pensante, expulsado del Paraíso por hacer lo que no debía, no se ha detenido a considerar y a rectificar su actuación, lo que se constituye ya en un pecado grave, puesto que se elude lo trascendental, lo que tiene que ver con el ser. Los antiguos (a los sabios, me refiero) llamaban Dignitas Dei a la bondad, la inteligencia, el amor, la belleza, el orden, la razón, entre otros aspectos que distinguen Su condición, la de Dios. Por ser el hombre a su imagen y semejanza debiera hacer gala de esas dignidades, igualmente. Pero no, el hombre las soslaya, las agrede, y se vuelve indigno de estar hecho a su imagen y semejanza, y pasa a ser un ente de los inframundos.   

Ente de los inframundos

Ser es existir, es estar. Ser es grandeza, y aspiración a la magnanimidad. Ente es ser, pero sin la condición de grandeza y sin la aspiración a la trascendencia. El ser permanecerá, lo ente se diluirá y desaparecerá (será desintegrado).

El hombre que no pierde su dignidad, sus valores, será eterno y semidivino. Ese es el premio de su evolución. Contrariamente, el hombre que pierde su dignidad y atropella los valores se hace involutivo y se sumerge en los inframundos, en lo infernal, lo grotesco.

Si se es se piensa, y pensar es existir, de acuerdo a la premisa cartesiana. Si no se piensa, no se es, o, por reducción teosófica, es ser cosa, ente, no hombre.

Pensar en el bien y hacerlo es ser hombre. Pensar en el mal y hacerlo es ser ente, es estar en los inframundos. El universo de Dios es belleza, armonía, bien. El Infierno y sus inframundos son maldad, y desde luego, los seres que lo habitan, son esperpento, horror, fealdad.

El hombre es eterno. Los seres o entes de los inframundos están condenados al castigo por sus faltas, y a desaparecer. El hombre es inmensa minoría. Los entes de los inframundos, son inmensa mayoría. Ser hombre es ser puro. Ser ente es ser impuro.

El hombre volverá al Paraíso. Los entes irán al Infierno.

Podemos clasificar como crimen o pecado todo lo malo. El verdadero hombre no comete maldad, y si se equivoca se arrepiente y propende por resarcir la falta y elevarse.

Los entes de los inframundos se gozan en la maldad y el crimen. No se arrepienten, y se abisman cada vez más.

La especie, en el Paraíso, era hombre de verdad.

La especie, expulsada del Paraíso, se ha tornado en seres de los inframundos. Ahora, hay más homúnculos que hombres.

Condiciones indispensables para la evolución y el ascenso a la luz, la vuelta al Paraíso: ser puro y vivir en el ámbito del bien.

Catálogo de prácticas que condenan y tornan el ser, al hombre, en ente, en homúnculo: la impureza, la maldad y la infamia y su lista de crímenes (robo, injuria, calumnia, envidia, homicidios, atracos, corrupción, uso de la brujería para dañar, entre una interminable lista).

Una pregunta sincera  que todos debiéramos hacernos, ¿soy ser, soy hombre? De ser sí la respuesta, somos parte de la eternidad; de ser no, estaremos condenados en los inframundos.

Si los errores cometidos son leves y procuramos resarcirlos, tendremos la esperanza de habitar nuevamente el Paraíso.

Si nuestros errores son graves, son crímenes, pues, solo nos queda el desasosiego y la certeza de que seremos carne de parrilla en los terribles infiernos.

Adiós. Solo te deseo buena suerte en ese examen de conciencia.


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