Salvajes


No es un proceso agradable, uno se resiste a esos personajes, algo está jodidamente mal en ellos y aún así queremos que les vaya bien, solo recuerden Natural Born Killers (1994).

Savages (2012) parte presentando un triángulo amoroso de dos chicos una chica.
Dos chicos opuestos, uno voluble, agresivo, silencioso y otro sensible, idealista y considerado. En la mitad la chica, salvo que esta vez no es el motivo de discordia. Los tres son amigos y amantes, sin celos de por medio, sin competencias, lo único que les interesa a ellos es producir la hierba de mejor calidad del mercado, lo único que le interesa a ella es estar con los dos y verse bonita. Son como una pequeña comunidad hippie con convertibles y ropa de marca.
En el génesis de esta historia Ben y Chon se junta por su amor al mar y la marihuana, en una de esas jornadas en las playas de California, Ben -el idealista- se pregunta dónde se conseguirá la mejor marihuana del mundo. Chon -el agresivo- un marine entrenado en zona de guerra le responde sin dudarlo, Afganistán.
Ben estudió botánica y negocios, con ciencia y paciencia -y las semillas que trae Ben de Afganistán- consigue cultivar marihuana con un alto porcentaje de THC, el producto se vuelve un éxito y ellos se convierten en leyenda.
Así viven felices los tres haciendo el amor, drogándose y Ben- el sensible- encuentra su lugar en el mundo ayudando a los niños en África. Solo quieren seguir haciendo dinero para mantener ese estilo de vida.
La fama del producto de Ben y Chon llega a México y los carteles, liderados por Elena (Salma Hayek), les exigen asociarse para recibir una tajada del rentable negocio y allí empieza el conflicto.
Aunque el inusual triangulo amoroso entretiene un poco la atención, el tema que subyace es sencillo y es una declaración: la disputa por control sobre el negocio ilegal de las drogas provoca más muertes que su consumo.
Los protagonistas son arquetipos positivos: el noble, el guerrero y la bella, entre los tres se complementan y se compensan, la misma O -de Ofelia- (Blake Lively) lo dice: uno es agua y el otro es fuego, uno es aire y el otro tierra, uno sentimiento el otro es fuerza bruta y entre los dos forman un hombre perfecto (palabras más palabras menos).
Ellos viven en su utopía, llevan su negocio sin meterse con nadie, un negocio civilizado, sin muertos, muy diferente de los "salvajes" de Méjico que torturan y decapitan a la competencia.
Los malos, para marcar bien la diferencia, son bien malos, tanto que llegan a rayar en la caricatura. Elena es una caricatura de los narcos -de todos los narcos, tanto hombres como mujeres, que se han vuelto macabramente famosos desde Pablo Escobar hasta la Reina del Pacífico- es despiadada e insensible pero su debilidad es su familia. Salma intenta ser ese personaje pero no me lo creo, no le creo que pueda infundir temor en un tipo como Lado.
Lado es su mano derecha, interpretado por Benicio del Toro que parece que hiciera el mismo papel en todas las películas, solo cambia de peluca, es el que ejecuta las ordenes de Elena, un psicópata sin asomo de remordimiento y sin fidelidad a nadie, a ese sí le creo la maldad que destila.
Sin ellos, sin los villanos exagerados (tan similares a los reales), no habría conflicto. Al ser un negocio ilegal los delincuentes tienen licencia para hacer lo que quieran como quieran, muy diferente sería si fuera legal -parece ser lo que nos dice entre líneas Oliver Stone- tal vez sería como el inicio de la película jóvenes emprendedores, generando empleo, viviendo relajados, sin hacerle daño a nadie, al contrario, ayudando al mundo sub desarrollado; lo único que podrían tener de salvajes, a ojos de los más conservadores, sería esa relación de tres que Elena le explica a O a la perfección.
-Ellos dos se aman más de lo que te aman a ti, o si no cómo podrían compartirte.
O -Ofelia- la bella, el vértice de Ben y Chon, quiere ser una rebelde sin causa por puro aburrimiento pero es más bien ingenua e ignorante y es ella, desde su ignorancia, la que cuenta la historia.
Apartando el hecho de que es una mirada condescendiente al problema de las drogas en Latinoamérica y a la doble moral del consumo en Estados Unidos, es una película que no se traga entero, para bien o para mal da de qué hablar y por su lenguaje visual queda grabada en la retina del espectador.
Es una historia bien contada con los ingredientes taquilleros: tiene romance, sexo, acción y violencia sin moderación alguna, intolerables para los espíritus más sensibles ¿Qué más esperaban? Es Oliver Stone.


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