Oro, plata y bronce


“Con la regla que midas, serás medido” Lucas, 6, 38

Son muchas las reglas que se suelen usar para medir y organizar el tipo de relación que vamos a construir, tres de esas reglas sobresalen como las más usadas en nuestra cultura para edificar nuestros hogares:

LA REGLA DE ORO. “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacedlo también vosotros a ellos” (Mateo 7, 12).  Kevin y Mildred han logrado mantener viva la llama del amor poniendo en práctica este principio, es decir, bajo una reciprocidad proactiva: “Tú eres lo más importante para mí”. Ambos se casaron con el firme propósito de contribuir activamente al bienestar del otro, por eso para ellos el amor no escasea, sino que sobreabunda y con él la felicidad, no hay cabida para egoísmos, ni mentiras, ni infidelidades, ni aburrimientos.

LA REGLA DE PLATA. Simple y llanamente nos dice: “No hagas a los demás, lo que no quisieras que te hiciesen.” Aunque en apariencias suene posible mantener una relación sana bajo la regla de plata, la práctica de orientación de parejas y familias me ha mostrado, al igual que mi experiencia de casado, que ésta regla sólo se debe aplicar como mecanismo de excepción a corto plazo ya que al igual que el resto de leyes que se formulan de manera negativa (no hagas, no toques, no digas, etc.) terminan castrando la iniciativa e imposibilitan de raíz la necesaria creatividad que caracteriza al amor; las consecuencias de tener una relación de pareja bajo el principio de reciprocidad centrado en la regla de plata las describe muy bien Pablo Milanés en aquella canción con rostro de poema que se titula: “Años”.

LA REGLA DE BRONCE. Conocida también como la “ley del talión” o del “ojo por ojo, diente por diente” ordena lo siguiente: “Haz a los demás, lo que ellos te hagan”. Tina y Felipe habían logrado mantener durante 3 años una relación fundamentada en la ley del talión, si él llegaba tarde una noche, Tina hacía lo mismo a los pocos días, si Tina era indiferente con los amigos de Felipe cuando estos iban a la casa, él le devolvía la ofensa negándose a recoger a Tina en la Universidad en donde cursaba derecho en horario nocturno, la relación se fue pareciendo más a un campo de batalla en el cual los gestos de amabilidad eran entendidos no como un acto de amor, sino como una artimaña del “enemigo” para ganar la “guerra” y tener el “poder” y el “control” unilateral de la relación. El matrimonio terminó en una Semana Santa cuando se enteró que Felipe le había sido infiel con su “mejor” amiga luego que ella había asistido a un retiro de fin de semana. Tina decidió buscar ayuda para romper ese círculo de venganzas y Felipe se negó rotundamente a asistir a la terapia porque según él, creía que era una de las tantas estrategias de su esposa para ablandarlo y luego vengarse.

¿Qué regla están usando ustedes? ¿Qué tipo de relación han construido?

Recuerda, podemos sanar el futuro, porque el presente siempre puede ser mejor.

 

 

 

 


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