El Bolero falaz de un mosquito invisible


 

Alguna vez tuve un trabajo de oficina que solo me dejaba tiempo para escribir páginas a las que me obligaba un salario. Esas páginas decían muy poco de mí y más parecían gritarme sí ahí estás tú un mínimo engranaje obrero en la gran máquina mundo gastándote en hacer plata para poder comer. Yo deseaba tiempo para escribir otras cosas porque había como una candelita dentro de mí que quemándome me cantaba eso eso justo eso que estás pensando que estás sintiendo escríbelo que sin la escritura de eso no tendrás un portal para atravesar hacia el contacto con otra entidad de ti llamada deseo.

Y no es que no deseara ser un obrero pero quería disponer de mis manos en un oficio que me apasionara. Había leído algunas cosas y como que intuía que eso que me entraba al cuerpo cuando abría los poros y las mucosas a la lectura era una sustancia que yo podía excretar también. Como que la sentía dentro de mí me bullía me vaporeaba y combustionaba unas ganas irrefreninmensas de salir de mí mismo y destilarme en el papel. El efecto de la lectura de ciertas novelas de un montón de cuentos poemas y la experiencia que ya tenía por haber pasado la adolescencia escribiendo canciones de rock fue creer que había partes de mi cuerpo con la capacidad para disolverse en palabras rayadas en una hoja.

En mis tiempos de universidad y oficina fueron los talleres de escritura creativa el espacio en que podía escapar a las páginas obligadas e invertir tiempo y voluntad a la escritura del deseo. Para entrar a un primer taller escribí “El Bolero Falaz de un Mosquito Invisible” mi primer cuento. Una parodia de los celos esa cosa ridícula. Un tipo llamaba a su pareja al teléfono de su casa. Le contestaban que se había ido a ver con un amigo. El tipo colgaba el teléfono y de inmediato se le aparecía junto al oído un mosquito que le zumbaba el “Bolero falaz” de Aterciopelados. Por más que intentaba espantarlo el man no se zafaba del mosquito no podía no escucharlo. El animal le perseguía por toda la casa cantándole “lo siento en tus manos tus caricias me han robado” o le insistía con un buzzezzeo que decía “quién será esa infame que no deja que yo te ame si yo la encontrara le partiría esa cara”. El tipo se armaba con un bate de béisbol para matar al mosquito y terminaba emputadísimo destruyendo a batazos toda la casa sin atinar al animal de su descordureo. Al final tocaban a la puerta y era la pareja que había ido a visitarle.

Ese cuento empezaba así:

“En mis sueños siempre estoy cayendo. Al vacío. Veloz. Cuando por fin parece que voy a darme contra el suelo: blink.

Porción de instante número uno: abro los ojos.

Porción de instante número dos: despierto”.

En aras de taller mi yo del presente lee este escrito de hace 16 años y podría decir primero que esas líneas de apertura eran ya el resumen del cuento y una manera digamos efectiva de sentar el estado de ánimo de lo narrado después. También que en esa manera de usar la puntuación y separar las oraciones podría radicar una forma personal de medir la respiración de la escritura y que de seguir por ese camino podría pasar que surgiera el germen de una voz propia. Mi yo de hace 16 años tal vez me contestaría que simplemente había intentado por puro instinto usar la puntuación para que lo escrito se asemejara lo más posible a la múscia con que una voz en la cabeza le dictaba el cuento mientras también escuchaba la voz coral de Cartagena incluyendo el ruido de las María Mulatas a las seis de la tarde o el freno mugiente y gago de las busetas.

En 2004 no sabía que a eso de jugar con el ritmo de las palabras podía decírsele empezar a encontrar una voz. Tampoco que esa voz después me iba a pedir que desobedeciera las normas no solo de la puntuación sino cualquier norma que tratara de imponerse sobre lo que escribiera. Esa voz me iba a pedir por ejemplo que me olvidara de las comas que dejara al lector respirar como quisiera que no se trataba de imponerle un ritmo a nadie que era más como lo que el cracrikaqui de las María Mulatas me habían estado diciendo todo ese tiempo cada vez que a las 6PM la tarde chapundúm se espaturraba.

Fue en los talleres de escritura creativa leyendo a otrxs teniendo la oportunidad de ver el detrás de cámaras de la escritura de otrxs los cambios que surgían de una primera a una segunda versión y la manera en la que sus lecturas de mis textos me sugerían o influenciaban o me invitaban a buscar una versión más potente lo que me ayudó a tener una noción además de intuitiva estratégica de cómo organizar o desorganizar los materiales literarios para lograr una escritura que representara el deseo que quería escribir.

 

Esta mini sesión de taller usando mis inicios con el cuento me sirve como excusa para invitarles a participar en el Taller de Escritura Creativa que estaré guiando desde Cartagena en asocio con la revista www.cabezadegato.com. Un espacio en el que me encantará aproximarme conocer y acompañar la escritura de nuevxs escritorxs. El llamado es para gente con ganas de desobedecer la escritura obligada automática y repetitiva en la que nos puede imbuir el trabajo el estudio y hasta las redes sociales. Me gustaría que durante las 10 sesiones que dura el taller nos dediquemos al oficio de sacar a relucir las cualidades que hacen única la voz escrita de cada participante y así mismo identificar los temas con los que esa escritura se quiere descordurar.

El taller está enfocado sobre todo a personas con poca o ninguna experiencia en escritura literaria que deseen terminar su primer cuento y además quedar con un set de herramientas que les permitan seguir aventurándose a más cuentos o proyectos narrativos más largos. 

Las inscripciones van hasta el 17 de octubre. Empezamos sesiones el 22. Toda la información sobre la dinámica y costo del taller la encuentran en el siguiente enlace:

http://www.cabezadegato.com/agenda/taller-de-escritura-creativa-descubre-tu-propia-voz-escribe-tu-primer-cuento/

Termino este post enviando un saludo y un gran agradecimiento a todxs lxs colegas escritorxs con quienes alguna vez he compartido en alguno de estos espacios: El taller de Jorge García Usta en la Universidad de Cartagena. El taller de La Generación Fallida en todos sus tantos lugares de encuentro y ahora por whatsapp. El TEUC de Isaías Peña. El taller de poesía con Rodolfo Ramírez en el Instituto Caro y Cuervo. Los talleres de novela y poesía con Miguel Manrique y Federico Diaz-Granados en el FCEM. El taller de escritura narrativa de la Universidad Nacional. El taller que ofreció Alessandro Baricco en Cartagena. Todos y cada uno de los talleres que tomé en la Maestría en Escritura Creativa en Español en NYU. Sus voces resuenan y seguirán resonando.  

   


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