"Desolación", una imagen después de la Masacre de El Aro

País de masacres


“De no ser por el poder de la imaginación, el sacrificio de los obreros bananeros hubiera quedado en el olvido”, Mauricio Archila

1991, Cimitarra, (Santander), 10 muertos. 1995, Chigorodó, (Antioquia),18 muertos. 1997, El Aro, Ituango (Antioquia), 15 muertos. 1998, La Pacha, Altos del Rosario (Bolívar), 11 muertos. 2000, El Salado, El Carmen de Bolívar, 60 muertos. 2011, Caucasia, (Antioquia), 10 muertos.... Podríamos seguir enunciando años, sitios y números de muertos y las más “célebres” masacres por decirlo de alguna manera, pero son casi 2000 masacres registradas y minuciosamente documentadas, desde 1980, en un trabajo no solo valioso sino valeroso, a pesar del dolor que despiertan, por el Centro Nacional del Memoria Histórica (CNMH).

Colombia, duele decirlo, es un país donde las masacres fueron un estilo cruel de represalias y una estrategia cobarde de la guerra. "De las 1.982 masacres cometidas entre 1980 y 2012, los grupos paramilitares perpetraron 1.166 casos, que representan un 58,9 %, seguidos por las guerrillas con 343 (17,3 %) , y por la Fuerza Pública con 158 (7,9 %)", según el CNMH. ¿Pero y qué pasó antes de ese panorama, que otras matanzas nos falta por documentar y registrar?. Hace algunos meses, escribiendo una crónica sobre la presencia de musa paradisíaca (el plátano) en nuestra gastronomía caribe, me remonté a un conjunto de fuentes para conocer de la llegada de este fruto a América y su posicionamiento como alimento en estas tierras calientes.

Lo escrito generó un foro de discusión entre algunos lectores, dado que cité que el país y la Costa Caribe tienen un capítulo oscuro relacionado con la producción y exportación de esa fruta. Decía que la masacre de las bananeras había dejado cientos de obreros muertos desde la noche del 6 de diciembre de 1928 y hasta enero del año siguiente. Basado en el investigador Mauricio Archila, registré que aquella noche de diciembre estalló la huelga de obreros y jornaleros que pedían mayores garantías laborares al monopolio que implantó la empresa del magnate estadounidense de los ferrocarriles Minor Cooper Keith y su firma United Fruit Company, en Ciénaga (Magdalena). Así que el Urabá antioqueño y las sabanas del Magdalena y la Costa resultaron aptas y acogieron largas plantaciones de la musa paradisíaca, y con ello la expansión de monopolios como el de la United Fruit, o más recientemente como el de la firma Chiquita Brand.

Hubo quienes me escribieron por inbox negando tanto o más vehementemente a como lo ha hecho la senadora de la República que encendió por estos días la redes sociales sobre el tema, diciéndome que aquellos hechos ni siquiera habrían ocurrido realmente. Aquel movimiento, y esta es una de las pistas reales, marcó el inicio del movimiento obrero y sindical en el país, y contrario a lo que se piensa, no fue Gabriel García Márquez, sino el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el primero que introdujo en su discurso las diferentes versiones de la matanza.Y es cierto, que tanto el caudillo como el Nobel, no tenían las cifras exactas de los muertos. El escritor advirtió posteriormente que tuvo que ajustar una cifra para “Cien años de soledad” y por ello dejó repletos los vagones de un tren con tres mil muertos.

Archila autor de “La masacre de la bananeras” dice que “tal vez no exista en la historia del país un hecho tan doloroso y al mismo tiempo tan sometido a los vaivenes de la ficción” como esa matanza, en la que los obreros, que dormían en sus cabañas, habrían sido sorprendidos por un batallón armado compuesto por agentes del Estado, personal de la United y otros anticomunistas. El historiador habla de las pistas con las cuales contamos. Advierte que “las demoledoras caricaturas de Ricardo Rendón, las vehementes denuncias de Jorge Eliécer Gaitán en el parlamento, y luego las magistrales piezas literarias de Alvaro Cepeda Samudio (La casa grande) y Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), junto con la perdida escultura del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, son lo más destacado del recuerdo” que se tiene y que permanece de las bananeras, gracias a dios.

Y sentencia Archila: “De no ser por el poder de la imaginación, el sacrificio de los obreros bananeros hubiera quedado en el olvido”. Pero vayamos a los números: ¿Cuántos muertos dejó la masacre?. ¿Cuántos cientos, cuántos miles?. Los que niegan dicen que no había ni los rifles ni la gente para la mortandad de que se habla. Sin embargo el reporte del general Carlos Cortés Vargas, quien comando la operación de la noche negra de aquel diciembre habla de solo 47 muertos; el entonces embajador de Francia, habla de 100 muertos; el embajador de los Estados Unidos de la época admite que fueron algo más de mil las víctimas.

La historia contada por representantes de los trabajadores habla de más de 4 mil hombres. Hoy, lejos del debate febril del país polarizado, la tarea y deuda del Estado con los ciudadanos de la región, es contarle cuántos y quiénes fueron los muertos reales de las bananeras. Por fortuna el país cuenta hoy con el Centro Nacional de Memoria Histórica que ha permitido contar a los muertos recientes de las masacres escondidas tras la cruda guerra del país.


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