La fiesta del arrabal


Antes que ser famoso por su ambiente cosmopolita, hoteles o discotecas, Getsemaní era reconocido en Cartagena por su Cabildo. Hoy 25 años después, quedó comprobado que si hay una muestra de que Getsemaní está más vivo que nunca, es esta festividad, que sigue siendo uno de los mejores referente de las Fiestas de Independencia.

El Cabildo es el broche de oro con que cierran las festividades novembrinas de Cartagena, y se convierte en la fiesta de todos. Toda Cartagena se da cita en el Cabildo, es un desfile abierto, integrador y tradicional, que une a las familias cartageneras ya sea en torno al hecho de reunirse a verlo o bailarlo, a disfrazarse o a recorrerlo cada año.

No solo Getsemaní, Cartagena entera espera cada año el Cabildo, de allí la importancia de no dejar morir esta fiesta, ni dejar que se vea opacada por todo este proceso de desplazamiento de sus habitantes originales que está viviendo el barrio, sino por el contrario que el Cabildo se convierta en uno de esos motivos por los cuales vale la pena no dejar perder la esencia de Getsemaní.

Igualmente es interesante ver cómo el desfile se convierte cada año en punto de encuentro también de todos aquellos getsemanicenses que hoy ya no viven en el barrio. La reina del Cabildo, Nilda Meléndez, y su comitiva, hacían paradas en cada cuadra recorrida en el desfile, en Paseo de Bolívar, Chambacú, el Centro, para dar emotivos saludos a los getsemanicenses reecontrados en el camino, que por un día, aquél día esperado, vuelven al barrio respondiendo al llamado de tambores y maracas, y al pregón del matachín que a brincos se abre paso anunciando, que ahí viene el Cabildo de Getsemaní.

Desde sus orígenes, los cabildos son fiestas que nacen de la reivindicación, de la sátira, de hacerle el quite a las prohibiciones y burlarse de los opresores.

Crecí en medio de reuniones de Gimaní Cultural, fundación creadora y organizadora del Cabildo de Getsemaní, y en medio de las historias de los abuelos de mi barrio, que me permitieron comprender el origen y la simbología que maneja en el Cabildo, lo cual más allá de los coloridos disfraces y las vistosas comparsas, lo convierte en un desfile con alto significado cultural e histórico.

Narraban aquellas historias, que en épocas de la Colonia, los negros esclavos traídos al Nuevo Mundo, como una manera de imitación burlesca de sus amos españoles, se vestían en las noches con atuendos similares a los de la realeza (trajes de encajes, pelucas, abanicos, sombrillas), e imitaban sus bailes, movimientos, costumbres, personificando a damas, caballeros, duquesas, condes, virreyes, e incluso conformaban una corte, tenían un matachín (bufón), y al son de los tambores danzaba la reina, una reina negra, ataviada cual reina española.

También lo utilizaban como una manera para honrar y recordar a sus dioses africanos, volver a sus raíces, su música, instrumentos, bailes.

“Era tradicional que en ellos (Los Cabildos) se eligieran reyes, princesas, duquesas, condesas y se perpetuaran en su rango hasta la muerte. Estas majestuosas cortes que imitaban a las europeas, desfilaban por las calles de la ciudad luciendo los atuendos que sus amos les facilitaban acompañados de tambores y campanillas”, relata Miguel Caballero, presidente de la Fundación Gimaní Cultural, haciendo alusión a los orígenes de esta fiesta.

Es así como el Cabildo es encabezado por una Reina vitalicia, una corte de Cabildo compuesta por cabildantes (generalmente parejas del barrio, desde jóvenes hasta ancianos), virreyes, condesas, duques, duquesas, damas y caballeros. Más atrás va la danza de Cabildo, realizando un baile ritual que imita a los de la realeza (con antifaces y movimientos lentos y sutiles), llevando como marcación principal el tambor alegre y una maraca.

Precisamente, el Cabildo de este año rindió un homenaje a estos ancestros africanos, de quienes nació este legado festivo. Este año fue en honor a Benkos Biohó, líder negro, esclavo fundador de los palenques de La Matuna, Nariño, Lo Amador y por supuesto, el más famoso de todos, San Basilio.  

Es maravilloso ver cómo pasan los años, los siglos, pero la esencia permanece. Las fiestas de Cabildo nacen de la burla que le hacía un pueblo esclavizado, subyugado y arrancado de sus raíces a su realidad cruda y opresora, en este caso los españoles. Hoy sigue siendo la forma como la población raizal del barrio más tradicional de Cartagena “le saca la lengua” al desarraigo, al desplazamiento y a la pérdida de su tejido social original.

Igualmente, es el día en el que dejamos de ser Getsemaní, para convertirnos en Cartagena. Es la fiesta de la reivindicación, del orgullo de ser getsemanicense y cartagenero.

Que el desfile fuera recibido con la canción ‘El Getsemanicense’ a lo largo del Paseo de Bolívar, ver a todos entonando y bailando esta canción, con el mismo orgullo con que la cantamos los nacidos en el barrio de la independencia, me hizo pensar en que no hay fiesta más cartagenera que el Cabildo, no hay fiesta más integradora y tradicional que el Cabildo, la fiesta del arrabal, la fiesta de los cartageneros, ¡Qué viva el Cabildo de Getsemaní!


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