Entre la diplomacia y la verdad: Relación entre Dau y el Concejo Distrital


No es un secreto para nadie que el Concejo Distrital “se la tiene montada” al Alcalde Mayor de Cartagena, William Dau Chamat (cosa que no hacían con los alcaldes anteriores, más o menos desde Campo Elías hasta el último encargado Pedrito Pereira, por intentar demarcar una época). Es de conocimiento popular la cantidad de actos corruptos realizados por diversos funcionarios públicos y la población se ha dividido entre los que prefieren “mamar” de esa “tetica” que desangra el presupuesto distrital y afecta la realidad cartagenera y, por otro lado, aquellos que no han aceptado el patético estilo de vida corrupto y se han visto, de alguna manera, excluidos de los espacios de toma de decisiones.

Durante la sesión del Concejo Distrital de Cartagena del día 13 de abril 2020, quedó en evidencia el tipo de relación entre un sector de los concejales y el alcalde William Dau. Un evento que, si bien indigna a algunos y emociona a otros, es un acontecimiento desafortunado debido al tipo de sanciones que se le pueden venir al alcalde, puesto que a los concejales no les importa que los insulten, ellos están acostumbrados a eso porque saben la clase de personas que son y no les ofende que les digan la verdad en la cara… al contrario, cuentan con el sistema a su favor para defender la supuesta dignidad que dicen tener. Esa indignación que mostraron algunos funcionarios ante las palabras del alcalde, no es otra cosa sino hipocresía en su máxima expresión. Sin embargo, por mucho que algunos ciudadanos quisiéramos decir tantas cosas a los concejales y otros funcionarios, la figura del alcalde o de cualquier otro funcionario público, no debería permitirse perder el control emocional porque los enemigos usarán esas caídas a su favor. En estos casos toca ser más inteligente y estratégico que aquellos que denostamos por los intríngulis de su actuar.  

William Dau Chamat es una persona que, al no haber crecido dentro del ambiente politiquero, no le importan las dinámicas implementadas por los corruptos. El problema que ha presentado incluso desde antes de posesionarse como alcalde (problema que incluso sus asesores le han señalado) consiste en que aunque muchos sepamos que tiene razón, se deja llevar por las emociones y en algunos casos realiza señalamientos sin pruebas para sustentar lo que dice, lo cual lo lleva a retractarse y pedir disculpas; por otro lado, esa misma emotividad lo lleva a insultar en escenarios donde legalmente se debe usar un lenguaje diplomático (aunque yo también soy de los que piensa que el lenguaje diplomático le queda mejor a los hipócritas, y no siempre es necesario recurrir a esa teatralidad del lenguaje para ser respetuoso).

Como ciudadano no dependiente del sector público, prefiero la verdad antes de la diplomacia… y como dice el dicho: la verdad duele. ¿Pero qué sucede cuando le verdad lleva consigo palabras groseras? ¿Debemos tolerar la grosería? Como profesor y orientador de diversos procesos sociales y culturales, siempre he defendido y defenderé el respeto y el uso adecuado del lenguaje, pero a veces me pongo a pensar si existen ocasiones donde una palabra grosera se torna adecuada o si siempre debe ser satanizada públicamente, aunque la mayoría las use en sus dimensiones sociales personales (como por ejemplo el esposo que insulta a su esposa en la casa, pero en la calle se muestra como el mejor padre y esposo), como lo expresó alguna vez Jaime Garzón (voy a parafrasear): no se indignan cuando ven a un niño mendigando o vendiendo dulces en un semáforo, pero sí se indignan cuando uno dice hijuep… por la radio.

Este asunto de la grosería me parece fascinante porque no sólo se trata de palabras, una persona puede ser grosera sin decir ni una sola palabra soez, así que lo voy a explicar con un ejemplo: Cuando el excelentísimo gobierno de ese alcalde del pueblo que compró las famosas pechugas a $ 40.000 pesos, robándose así el dinero de la alimentación escolar de los niños de los colegios públicos, ¿decimos que eso es un acto grosero o no? ¿Es una grosería robar el presupuesto de la alimentación de los niños? Si estamos todos de acuerdo con que este tipo de acción no solo es corrupta, sino que es grosera, entonces, ¿propinar un insulto a los responsables de dicho robo sería adecuado o no? Lo correcto sería proceder con acciones penales para sancionar semejante acto de irresponsabilidad, pero… ¿en serio no insultarías a quiénes tan descaradamente le roban a la infancia o eres tan correcto(a)(e) que respetarías incluso a los que dejan morir de hambre a los niños más vulnerables de la ciudad? Al igual que los concejales que andaban leyendo muchos libritos… ¿esas negociaciones con libros son o no son actos groseros? ¿Merecen o no merecen ser tratados con palabras que expresen a sí mismo la grosería con la que ellos han actuado? ¿Qué tipo de palabras te gustaría decirles a esos funcionarios que se robaron el dinero de la salud, de la alimentación escolar, de las obras de infraestructura, del turismo, de la cultura, en fin, el dinero de la ciudad y obligan a la mayoría a vivir en la miseria? ¿Por qué seguir adulando y respetando a quienes han irrespetado continuamente a la ciudad? ¿Cuál es la necesidad de ser tan lambones con un grupo de gente tan mediocre que no tienen más opción que mentir y robar para poder llevar el estilo de vida económico que desean?

Lastimosamente, en el plano de la Administración Pública, por ley, es obligatorio usar un lenguaje diplomático, lo cual pretende ser respetuoso incluso ante la grosería silenciosa y disfrazada de la mayoría de funcionarios cuyos hábitos de vida no distan mucho de la hipocresía y el cinismo.

Sabemos quiénes son los corruptos, pero no decimos nada y los volvemos a elegir como buenos masoquistas que somos; los tratamos de doctores y doctoras, lo cual también nos hace cómplices de la situación actual de la ciudad. Por eso, si vamos a quejarnos de la política, revisemos un momento la clase de persona que somos, porque mientras tildamos a algunos de hijos de trabajadoras sexuales, tal vez nosotros terminamos siendo algo peor, pues no sólo es malo aquel que les hace daño a otras personas, también es malo mirar y hacerse los indiferentes. Si Cartagena eligió a un alcalde diferente, ¿dónde están esos cartageneros apoyando a su alcalde? No lo dejemos solo en medio de esta contienda, porque él solamente es un individuo y depende de todos hacer el cambio.

Al alcalde William Dau Chamat le expreso todo mi apoyo, pero si quisiera pedirle que sea más inteligente y estratégico. Sé lo que es tratar con personas de ese estilo y la impotencia que da al ver que exigen respeto cuando son personas que no merecen respeto alguno; sin embargo, en la posición en la que está, no puede darse el lujo de expresarse como cualquier ciudadano. No se deje sacar de casillas, que esa es una estrategia usada por el enemigo para verlo caer. Como cuando en el colegio a uno le hacían bullying y terminaba uno “botando el chupo” … ese actuar solo alimenta el morbo de los acosadores. Si se trata de darles un golpe, hay que saber cómo efectuar dicha acción, porque incluso para hacerse respetar toca ser inteligente.

Nota: no soy periodista ni columnista, solamente soy un ciudadano que le gusta escribir de vez en cuando... y si me pagaran por esto pasara publicando todos los días. ¡Suerte!

 


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