Las Plañideras


Muchas veces para intentar explicar una realidad se recurre a la ficción, como también para crear una ficción, se recurre a una realidad. Esta es la ocasión para ello.

 

Este texto es una ficción relacionada con una realidad tan acuciante como la nuestra. Comienza así: En el año 1808 Goethe publica, si mal no estoy, el poema ˝Ladrador˝ (Kläffer) y en él emerge con una fuerza enorme, en uno de sus versos el enunciado ˝Ladran, señal de que cabalgamos˝, la cual ha sido acuñada arbitrariamente al escritor universal Miguel de Cervantes Saavedra. Sin embargo, ese no es el punto, sino asumir que esas palabras caen como anillo al dedo para similar lo que acontece en el presente en Macondo. Macondo, es una nación suramericana que inicia un periplo hacia un futuro incierto, pero que puede traer grandes transformaciones para resarcir a un pueblo rebajado y degradado por unos insensibles gobernantes. No obstante, una nube oscura de malos presagios, pensamientos y sentimientos negativos brotan cual hierbas venenosas de un grueso número de plañideras del poder que sólo ven el lado malo de una percepción diferente de administrar la cosa pública. Tal vez lo hacen porque hay indicios de que se camina hacia un rumbo diferente al que se ha vivido durante muchos años en este territorio y la única manera de no reconocer que ya no administrarán es llorando amargura y odio por no detentar el poder.

 

En Macondo, un día cualquiera, las voces, a veces gritos, manoteos e improperios, se deslizaban por el aire, dejando un rastro de odio sanguinario tejido por más de doscientos años de despojos, desprecio, abandono y desidia. Sin conocer en esencia el porqué ese arraigado sentimiento ha sido el catalizador para vivir una situación como esta, Pedro Pueblo analiza y piensa que aún no se ha podido consolidar la tan anhelada paz con justicia social, que es hora de ser consciente y consecuente con la búsqueda de aquella vieja utopía de un mundo donde todos quepan. Respeta las contradicciones y desea que nada grave o trágico suceda de aquí en adelante, que todo se realice por el cauce de la civilidad y principios éticos, porque es enemigo de la violencia y le gusta reconocer que en la vida existen formas diferentes de ver el mundo.

 

Ahora, mientras se prepara para seguir leyendo la prensa nacional e internacional, le viene a la memoria que está en uno de los países más rico y diverso de América, el cual ha sido administrado como una finca por unas cuantas castas familiares y que a través de la historia se han servido de él sólo para empotrarse en el poder sin darle oportunidad a quienes piensan diferente. Se creen que son los únicos que pueden gobernar a una masa expoliada, ninguneada y expropiada de los más mínimos derechos como la vida, la salud y la educación.  

 

En esa bizantina  discusión de contradictores cuasi políticos hay quienes  defienden una que otra postura ideológica y, empecinados en su tozudez, creen tener la razón sin esgrimir argumento alguno; son los que Kant llamó los que no han salido de su minoría de edad y llevados como las ovejas a decir torpezas que lesionan los más elementales principios del respeto y civilidad;  hay otros y otras, que sin entender ni comprender qué es la política, se empecinan en repetir o servir de caja de resonancia de los seudo-lideres que, valiéndose de su ignorancia, la manipulan para sus propios intereses; asimismo, hay otros y otras que aupados por los medios y los autodenominados mesías, tanto de un lado como del otro, caen como moscas en sus redes, volviéndose hasta enemigos de sus propios familiares y amigos. Entonces, la ignominia y la vileza acrecientan la polarización que tanto daño le ha causado a esta nación. Todos, tanto unos como otros, no han sabido controlar las emociones y han recorrido el camino abyecto del irrespeto. En ellos y ellas ha brotado esa animalidad oculta desde siempre que siembra discordia y animadversión entre hombres y mujeres.

 

Hoy, aún sin conocer cómo será la nueva administración del país, las plañideras, los adivinos, los prestidigitadores y pitonisas, como aves de mal agüero se desbocan expresando sandeces e hipótesis absurdas de lo mal que le irá a este gobierno, creyendo que los demás no abstraen, haciéndose dueños del saber y el conocimiento. Pedro Pueblo cree que, estas aves carroñeras, como se les debería nominar, sólo desean el mal y se han dedicado a manifestar sus amarguras por la pérdida del poder, desconociendo que cada ciudadano colombiano constitucionalmente tiene el derecho a elegir y ser elegido.  Igualmente, Pedro Pueblo está seguro que, si verdaderamente fueran creyentes del credo cristiano, respetuosos de las diferencias y la diversidad de la naturaleza, lograrían comprender que en una democracia pueden gobernar tanto los unos como los otros. Que el poder en política es para servir y no para enriquecerse ni arraigarse perennemente con él. Asimismo, deben saber que nada es perfecto, que ninguna concepción del mundo ni de la política, como es este caso, es ciento por ciento perfecta; que todo es perfectible. Es hora de luchar en una nación donde todos y todas contribuyan por alcanzar el progreso y salir de esa maldita cárcel del subdesarrollo sin olvidar que se puede ser de izquierda o de derecha, pero que el bien común debería ser la prioridad de cualquier gobernante. Pedro Pueblo está seguro que en este Macondo todo está por materializarse.

 

 


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