La historia del vino se pierde entre leyendas. La Biblia dice que fue Noé quien, de manera incidental, descubrió el vino tras el añejamiento accidental, de algunas uvas. En realidad la producción de vino se inició milenios antes. Entre tejidos de leyendas de dioses y héroes mitológicos su paternidad se la disputan la mayoría de pueblos del Mediterráneo y del Oriente Medio, cada uno con su propia interpretación.
Entre todas hay dos versiones con fundamentos históricos: hace más de 20.000 años, cerca del mar de Galilea se dio una producción artesanal de vino; la otra dice que en el Asia, entre Georgia e Irán, hace unos 10.000 años. En cualquier caso todo comenzó con la fermentación natural, que dura entre cinco días y cinco semanas, y es producida por un germen existente en la piel de la uva (Saccharomycetes).
Es necesario aclarar que el consumo excesivo de alcohol, incluso el vino, genera múltiples enfermedades y complicaciones orgánicas, mentales y psicológicas, entre ellas el alcoholismo.
Independiente de historias y leyendas, la realidad es que el consumo de vino se inició y se difundió al descubrirse que ocasionaba euforia y efectos relajantes y espirituosos. Está claro que el vino es muy saludable cuando se bebe en moderada cantidad, entre 20 y 30 gramos de alcohol por día, esto es una copa de vino diaria. En tales dosis, sirve para prevenir muchas enfermedades y tiene un efecto protector y ha demostrado que sus efectos benéficos son mucho mejores que los del consumo de otras bebidas alcohólicas.
Hubo un tiempo en que no era posible definir si era el vino, el aceite de oliva o la llamada dieta mediterránea lo que generaba tales beneficios o era la combinación de los tres. Hoy se sabe que los tres son útiles.
La ciencia ha logrado establecer que el vino, a través de su gran riqueza en polifenoles (especialmente resveratrol, rico en antioxidantes) tiene múltiples efectos benéficos: regula los niveles de colesterol al tiempo que posee efectos benéficos evitando la formación de coágulos; baja la presión arterial después de la comida; reduce la formación de cálculos renales; reduce la frecuencia de infecciones urinarias; previene la aparición de Alzheimer y tiene efectos neuroprotectores; reduce los riesgos de demencia; previene infecciones virales; reduce riesgo de cáncer de garganta y próstata y reduce el crecimiento de células responsables del cáncer de mama y pulmón; ayuda a la digestión; facilita la circulación sanguínea y mejora las várices; previene la artritis reumática; mejora la piel y ayuda a mejorar la visión; previene y mejora las hemorroides; reduce las alergias; elimina los radicales libres y por ello protege al corazón; ayuda en el manejo de las infecciones de las encías y los dolores de garganta; adicionalmente aumenta las endorfinas con lo cual mejora nuestra tolerancia al trabajo y el disfrute de los alimentos.
Por todo ello como dice el poema: “como en copa de vino brindaré por la vida con tu copa y la mía, absorbiendo tus besos con sabor de alegría”.
CARMELO DUEÑAS
Neumólogo - Intensivista
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