No tener miedo a la enfermedad, es el primer paso para enfrentarla, pues su sola aparición puede ser catastrófica y cambiar la historia de una familia. El cáncer está asociado con pérdida, muerte, sin embargo, cuando los diagnósticos son tempranos y se hacen los tratamientos de manera indicada, los pronósticos pueden cambiar.
Si se habla específicamente del osteosarcoma, se trata de una enfermedad no prevenible, advierte la oncóloga pediatra María Beatriz Ruiz, al tiempo que indica que en cáncer infantil sólo hay uno que se puede prevenir y es el retinoblastoma, que se desarrolla en los ojos y un oncólogo en determinado momento indica el riesgo.
El sarcoma ostogénico es el tumor primario óseo sólido más frecuente constituyendo aproximadamente un 20% de los sarcomas primarios de hueso. Es el tipo más habitual y representa aproximadamente un 3% de los cánceres que ocurren en la infancia, lo cual preocupa a los especialistas ya que este tipo de enfermedad afecta el desarrollo del menor y puede poner en peligro su vida. Este padecimiento se detecta principalmente en personas con un promedio de edad de 15 años y los casos con más incidencia se presentan en los hombres.
La apertura mental que hay que tener con respecto al osteosarcoma, es la detección temprana y pese a ser tan agresivo, ofrece las garantías para ser descubierto a tiempo, indica la doctora Ruiz.
¿Cómo se detecta?
Según la Sociedad Americana Contra el Cáncer, en niños y adolescentes menores de 20 años, el 56% de los cánceres de hueso primarios son osteosarcomas, pero, ¿y cómo se detecta?, lo primero es no subestimar los síntomas, cuando un niño se queja de dolor, hay que prestar atención inmediata, también el médico debe responder ante la insistencia de la madre por consideraciones sobre la salud de su hijo.
El dolor óseo es de especial atención, advierte la doctora Ruiz, pues se trata de uno de los primeros síntomas, es el que más impacta y genera dolor en el hombro, brazo, pierna. El osteosarcoma también se puede presentar en la mandíbula, las costillas y vértebras, no es exclusivo de huesos largos, aunque es más común en los miembros inferiores y es frecuente en el fémur.
El osteosarcoma en su genética se asocia con el desarrollo hormonal del paciente, es por esto que hace su aparición entre los 9 y 11 años, iniciándose con dolor óseo que puede confundirse con el dolor del crecimiento, por lo que al primer indicio debe tratarse a fin de su detección temprana.
Una manera rápida para abordar el malestar es la radiografía, aclara la doctora María Beatriz Ruiz. Por ser un método de imagen muy sensible, facilita al médico tratante ver los cambios que se puedan presentar a nivel óseo.
Síntomas
Es de aclarar, que el dolor del hueso afectado con osteosarcoma es progresivo, recurrente, constante y limita, por tratarse de una lesión que está creciendo, algo que lo diferencia del dolor del niño en crecimiento que sólo aparece después del ejercicio intenso que calienta todas sus estructuras musculares, llegando tras el reposo y calmándose con un simple analgésico.
Cuando el dolor de esta enfermedad progresa, abre la mente para pensar qué más hay, es donde se advierte la estructura tumoral que crece dentro del hueso, pues afecta el periostio (parte externa del hueso), queriendo abrir y romper, limitando totalmente al niño.
Al llegar el proceso a este punto, se descubre la masa de crecimiento progresivo que se asocia con un área de calor y a medida que crezca la lesión va a haber tensión en la piel, presentándose muy vascularizada.
Cuando hay dolor, masa, incapacidad funcional, ya es más fácil hacer el diagnóstico, pero se ha perdido tiempo en lo que a tratamiento se refiere. Este lapso es de cuatro a seis meses, corto si se tiene en cuenta la agresividad de la enfermedad.
El osteosarcoma es más frecuente en varones y personas de raza negra, pero las niñas no se eximen de este problema. También es de constante atención a niños que por otras patologías deben estar expuestos a constantes tomografías, pues la radiación es acumulativa y puede predisponer a tumores óseos. De la misma manera se puede decir que este tipo de cáncer tiene una asociación muy grande con el trauma, un niño con predisposición genética puede desarrollarlo después de un golpe.
En este sentido, el tumor va creciendo y se confunde como una lesión por trauma que puede o no tener un tratamiento en otras especialidades, lo cual también tarda el diagnóstico y por ende el tratamiento a tiempo.
Ante este diagnóstico equivocado, suele presentarse debilitamiento en los huesos que deriva en fracturas y esto, ante una lesión tumoral, indica un mal pronóstico para la extremidad, pues la amputación sería el paso a seguir, advierte la doctora Ruiz.
Tratamiento
Para tratar este tipo de cáncer la quimioterapia es el inicio, que se denomina neoadyuvante, para impactar y hacer que reduzca el tamaño de la lesión, cuando ésta es pequeña aún, al ortopedista le es más fácil manipularla y de esta misma manera es la terapia de salvamento de la extremidad.
Cuando la lesión no redujo lo suficiente se da un poco más de quimioterapia, pero es de aclarar que en todo momento los profesionales tratantes siempre van a tratar de evitar la amputación, cuando es forzoso, la meta es salvar su vida.
Después de esa quimioterapia neoadyuvante viene la cirugía, que se consolida con otra quimio para evitar el resurgimiento de la enfermedad en el sitio de inicio o por migración, que puede ser en el pulmón.
La expectativa de vida depende de la detección temprana, algo que se acorta en la medida que la lesión sea de gran tamaño o haya hecho metástasis, que es cuando la mortalidad se aumenta.
La secuela es la derivada de la amputación, aunque los niños maduran muy rápido y se apropian de su enfermedad, impactando en todos quienes lo rodean, muchas veces consolando a su familia.
De otra parte, la quimioterapia es muy agresiva y puede impactar otros órganos, tal es el caso de los riñones y el corazón.
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