Hoy en día hay más posibilidades de supervivencia del cáncer de mama: se diagnostica antes, los tratamientos han evolucionado. Sin embargo sigue siendo una prueba dura para quien lo padece. Quién mejor para dar un mensaje de valor y esperanza que mujeres que son supervivientes. Hablé con dos de ellas, Consuelo y Baby.
A diferencia de muchas a quienes el diagnóstico causó un fuerte impacto, ambas coinciden en que lo recibieron con tranquilidad.
Me pregunto cuál podría ser la causa de esa reacción y la respuesta es que ambas son dueñas de una fe profunda en Dios que han practicado a lo largo de sus vidas, robustecida por esta circunstancia. Otro ingrediente, “estar rodeada también del amor de mi familia pues cuando se tiene esta enfermedad es fundamental contar con todos los que te rodean”, expresa Baby.
¿Por qué y para qué?
Recuerda Baby el primer día de quimio. Una sala privada o una comunitaria eran las alternativas. “Una comunitaria”, dijo. “Sólo vi caras de tristeza, desaliento y hasta sin esperanzas. Interiormente me dije: Señor, me estás enseñando a ver y comprender el dolor ajeno. A mi lado una mujer llamaba a la enfermera con voz débil y ésta, no la oía. Llamé con tono más alto. Al agradecerme me dijo que era ciega. Señor, gracias por poder ver y oír. Ese fue mi primer día”.
Cada vez encontraba un motivo para agradecer a Dios y decirle:
Ya sé por qué estoy aquí…
Otro día mi vecina se quejaba de hambre. “Es que yo vivo en un caserío de Mahates. Me levanté a las tres de la mañana para montarme en una volqueta que me llevara al pueblo para tomar el bus para Cartagena y llegar a las siete. El tratamiento era de cinco horas, posteriormente el mismo recorrido de vuelta.
¿Y yo? Había llegado en carro. Además mi hijo, médico que trabajaba en esa clínica, me podía traer lo que quisiera. Fue él quien se encargó de saciar su hambre. Volvieron a aflorar los sentimientos de gratitud y de servicio.
Para Consuelo ese “Para qué” se traduce “en vivir en paz y alegría”.
Ha comprendido que cada día es un regalo. Ha aprendido “a poner los valores en orden. Priorizar los acontecimientos, relativizando los problemas, dándoles su verdadera importancia”.
“Mis amigas llegaban compungidas a visitarme y salían fortalecidas y alegres. La actitud es un factor fundamental”.
También recuerda que un compañero no aceptó nunca su condición. Esa actitud no le permitió lograr su curación.
Un momento difícil
“¡Cuando me vi calva!, dice Consuelo con una amplia sonrisa. No me había percatado que era tan vanidosa. Cuando le dije a Nacho (su marido) voy a tener que usar pañoleta. Contestó: -Recuerda que cuando me enamoré de ti, usabas pañoleta”. Esa vanidad es parte del elixir para vivir.
Herramientas que ayudan
“Tener un porqué para vivir” es para Consuelo la mejor herramienta para curarse. Vivir era un deber para cuidar a su marido que lleva diez años en cama. No podía quejarse, no fuese que él se deprimiera.
Para Baby: “La fe en Dios y el rezo diario del Santo Rosario...una actitud positiva, el gran amor y la comprensión de mi familia y entender el rol que Dios quería de mí.
Hoy soy voluntaria en la Liga contra el Cáncer, puedo ayudar a muchas personas con esta terrible enfermedad, en su prevención y en su detección a tiempo.
La actitud y el servir son prioritarios para ambas. Encontrar el “ya sé por qué estoy aquí”. Despojarse es una experiencia más, despojarse de la vanidad, de los caprichos, de tantas naderías. Experimentar el sentimiento de gratitud por lo que somos, tenemos y podemos dar.
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