Revista nueva


Vanessa Garzón Fonnegra, un modelo de vida diferente

NATALIA ECHEVERRI VARGAS

17 de agosto de 2015 12:00 AM

Es tan valiente como hermosa y no le tiembla la voz para contestarles “no” a diseñadores, fotógrafos y agentes que le piden lucir transparencias o hacer pasarelas en ropa interior. Y para evitarse más matoneo del que ya ha sufrido en su medio, al firmar su contrato con la agencia de modelaje puso las cosas claras: no haría campañas para promocionar licor, cigarrillos ni condones y tampoco accedería a desnudarse parcial o totalmente para ningún producto.

Por eso se siente tan orgullosa de tener una carrera exitosa en su medio y en una profesión que la gente suele asociar a fiestas y excesos (al igual que la de su esposo, vocalista de la banda de rock Pescao Vivo), algo que ella no desmiente pero que combate con la convicción de saber quién es y para dónde va.

“Me da risa. Todo el mundo me conoce como ‘la modelo cristiana’. ¿Por qué me ponen ese rótulo? Esa es mi convicción y mi decisión. Los de las agencias están acostumbrados a vernos a las mujeres como objetos, y no somos objetos, eso lo tengo muy claro desde chiquita, por eso me guardé virgen para el matrimonio”.


EL PUNTO DE INICIO
- Llegaste a un grupo de jóvenes de la iglesia después de la separación de tus papás. ¿Cómo recuerdas ese momento?

Vengo de una familia muy amorosa, a la que yo consideraba perfecta y feliz. Hasta que cuando tenía 8 años de edad, mi mamá se enamoró de otro señor y le fue infiel a mi papá. Mi padre quedó destruido, y ver cómo mi mundo se vino abajo de un momento para otro fueron momentos muy duros.

Entonces llegó el divorcio. Mi papá ganó la custodia, así que como yo estaba tan herida, dejé de ver a mi madre durante dos años. Luego el juzgado le explicó a mi papá que debíamos verla y en ese primer encuentro nos regaló un perrito… y fue él el que nos unió otra vez. Después me enteré que mi madre estuvo tan triste y arrepentida que intentó quitarse la vida y fue ahí cuando una amiga la llevó a la iglesia.


- Entonces, ¿fue tu madre la que te llevó?
Sí. Por primera vez mi mamá empezó a tener una relación con Dios y de paso nos llevó a mi hermana y a mí. Al principio no quería ir; porque cuando algo es nuevo, uno lo juzga y lo rechaza. Esa primera vez estuve parada en la puerta durante 45 minutos; pero una vez entré, hasta el sol de hoy no he salido.

Y lo agradezco, porque si no fuera por Dios sería una mujer que no creería en el amor, en el matrimonio, en los hombres. No me hubiera casado jamás y tendría una raíz de amargura muy fuerte. Porque a veces uno no cree, pero los padres nos dejan traumas y mucha amargura sin quererlo.


- ¿Cómo es que terminas siendo modelo?
Desde que tenía 13 años me paraban en los centros comerciales, porque medía 1.75 y era delgada. Para lo único que se ponían de acuerdo mis papás en ese entonces era para decirme que no. Hoy en día se me acercan niñas de esa edad a contarme que quieren modelar, pero que sus papás no las dejan. Y yo les respondo: ‘¡Qué bendición!’. Porque uno a los 13 no está preparado para ese mundo.

El caso es que siempre quise modelar, pero solo hasta que cumplí 17 años y me fui a estudiar Comunicación a Estados Unidos hice mis pinitos. Ya para ese entonces mis papás decían, ‘bueno, dale’. Así que cuando volví a  Colombia, cuatro años después, elegí agencia y empecé a desarrollar este trabajo más en serio.


LA HISTORIA DE AMOR
- ¿Por qué volviste a Colombia?

Porque cuando estaba en el colegio conocí a mi actual esposo. Él también iba al grupo de jóvenes, siempre fuimos muy buenos amigos, y creo que el éxito de mi relación radica en eso precisamente. Lo que pasó es que cuando venía de vacaciones ya sabía que me gustaba y nos ennoviamos. Duramos tres años a la distancia porque sabíamos que era un amor muy puro. Así que por él volví y al año nos casamos (van a cumplir siete años de casados).

Y mira cómo es la vida… justo antes de casarme, mis papás se acercan a mi hermana y a mí  y nos anuncian: ‘Les tenemos una noticia: nos ennoviamos’. Casi me muero de la felicidad, después de 18 años de estar separados volvieron a enamorarse, a ennoviarse y a casarse. Así que la alegría fue total.


¿En qué momento tú y tu novio hicieron el pacto de abstinencia?
Desde los 13 años, en la iglesia me empezaron a hablar de guardar mi vida y mi cuerpo. Y me impactó mucho esto que nos explicaron: ‘Puedes serle fiel a tu esposo desde ya. Puedes guardarte para esa persona y así, cuando estés al frente de él, le puedes decir: te amé sin conocerte y por eso me guardé para ti’. A mí eso me marcó tanto, que quise llegar al altar y poder decirlo. Giovanni escuchó el mismo mensaje en su momento y decidió guardarse también.

Fue absolutamente hermoso el día que nos casamos en Islas del Rosario, pues cuando terminó la ceremonia nuestras familias se fueron al hotel en Cartagena y nosotros nos quedamos. Esa noche lloramos de felicidad y dimos muchas gracias por encontrar el verdadero amor. Puede que suene cursi y cliché, pero así es.


- ¿Por qué escriben el libro?
A los meses de casarnos una revista sacó la nota diciendo que habíamos llegado vírgenes al matrimonio. Un editor en Estados Unidos la leyó y se comunicó con nosotros: le parecía bonito contar nuestra experiencia. Yo tengo una historia muy fuerte con el tema de mis papás, al igual que Giovanni, porque él no se convirtió en músico por alcanzar fama y sonar en la radio sino porque uno de sus hermanos tuvo un problema de adicción muy fuerte y como no quería ir a la iglesia, Giovanni comenzó a componer canciones y así nació Pescao Vivo.

Pero lo más lindo de nuestra historia es que cuando nos conocimos, él no era músico y yo no era modelo. Los dos crecimos en nuestras vocaciones estando juntos; realmente nos enamoramos de las personas que somos, no de la profesión que tenemos.


- ¿A raíz del libro comienzan las charlas que dan en los colegios?
Sí. El libro fue editado hace dos años y ahí empezamos a dictar conferencias en colegios y donde nos inviten. Nos interesa que los jóvenes se den cuenta de que hay otra opción, que pueden abstenerse.

Obviamente, al final cada uno toma sus decisiones. Pero a la gente le ha gustado, pues damos muchos datos y mostramos que en realidad el condón no está sirviendo para nada. Cada vez hay más embarazos y más enfermedades. Además no hay condón para el corazón. ¿Qué pasa, por ejemplo, con esas niñas que se entregan ilusionadas y luego se sienten usadas? Es cierto que para muchos somos los ñoños, la monja y el cura, pero para otros somos un ‘hit’.


- ¿Para dónde llevan este trabajo?
Los jóvenes nos preocupan mucho. Más adelante queremos tener una fundación para cubrir a un mayor número de personas (porque ya no damos abasto) y decirles que pueden guardarse si así lo quieren. Les he preguntado a unas 100 niñas si valió la pena tener relaciones antes del matrimonio, 98 me dijeron que no porque se sintieron usadas, porque ellas lo hicieron para sentir afecto y los hombres simplemente las llevaron a la cama y luego las dejaron botadas.

Entonces hay que hablarles más a los hombres para que eviten ser tan machistas y nos dejen de ver como un objeto sexual. Por eso también estamos escribiendo el segundo libro, para decirles a los jóvenes que piensen más en sus decisiones, que piensen más en su futuro y no tanto en el momento.
 

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