Facetas


Yamile Humar se ríe de sus canas

JOHANA CORRALES

30 de agosto de 2015 12:00 AM

Fue de las primeras actrices y de las más hermosas que tuvo este país. Fundó la línea de cosméticos Yamile Humar. Es la mamá de la bellísima modelo Catalina Aristizábal, y abuela de 8 nietos a quienes “soporta de a raticos”.

Tiene una belleza natural. Hace años dejó de tinturarse el cabello. Luce sus canas y arrugas con seguridad. Quizás es ese su mayor atractivo.

Tiene un sentido del humor bárbaro. Dice los chistes con una clase que uno no sabe si reírse escandalosamente o fingir moderación. Es cálida, pero templada; espontánea, pero fina; descomplicada, pero elegante.

Es una mujer equilibrada, y muy inteligente. Escribió el libro Mierda, llegué a los 50, con el que tuvo tanto éxito que están pensando rodarle una película. Recientemente publicó también Llegué a los 60 y qué, una forma de llegar a esa edad con humor.

Conversamos en la redacción de este diario como si lleváramos años de conocernos. Me dio cualquier cantidad de trucos de belleza: el aceite de coco es mejor que el de almendras, la vitamina D es realmente la que fija el calcio, tengo que hacerme un examen urgente de tiroides y olvidarme de los problemas antes de dormir. De otro modo, envejeceré rápido.

¿Cuál cree usted que es el secreto para mantenerse joven después de los 50 años?
-Yo lo que he buscado es no complicarme con las cosas cotidianas y vivir más salvajemente. Dormir. No existe una crema, por buena que sea, que reemplace un buen sueño. No es la cantidad de horas, sino la calidad del sueño. Y eso no se consigue sino hasta que logras deshacerte de los problemas cotidianos. Cuando te acuestas pensando en esas pequeñeces, no te duermes. La almohada es el peor consejero. Cuando te acuestas preocupada, eso se refleja en la cara automáticamente. La fórmula única que existe es dormir bien.

¿Hay alguna filosofía oriental u occidental en esa respuesta?
-Sí, el yoga. Lo practico desde hace años. Me da magníficos resultados. Es un tipo de terapia que te ayuda a canalizar los problemas cotidianos, que son los que acaban con la belleza física e interna. El yoga no es una religión, es una forma de ser.

Una persona como usted, a quien siempre se le ve sonriente, agradable, ¿cómo maneja los momentos de contrariedad?
- Lloro. Pienso que saber llorar es muy importante, porque te desahogas. Hombres y mujeres debemos llorar para descansar el organismo físico y mental. Entonces, soy totalmente llorona.

¿Cómo fue su reacción frente a las arrugas y a las canas?
- Terrible. Hace dos años decidí dejarme el cabello blanco. Me dolió muchísimo, porque fue un año completo que tuve que soportar las raíces. No me acostumbraba. Sentía que todo el mundo me estaba mirando. Me acuerdo que una señora una vez me dijo: “Ay, pero usted con ese pelo blanco parece que está relampagueando”. Me sentí mal.
Por fortuna, el cabello me crece súper rápido y tuve el aval de mi hija Catalina, quien me dijo que se me veía divino el cabello blanco. Fue así como superé esa etapa. Y si tú ves, ahora muchísimas mujeres lo están usando, y hasta te puedes hacer rayitos que te dan un toque moderno.
Hay que llevar las canas y las arrugas con dignidad.


¿Qué personajes de la humanidad contemporánea admira que se haya resistido a envejecer?
-Me encanta Isabel Pantoja. También la Duquesa de Alba, monstruo y todo lo que quieras, pero hizo lo que le dio la gana. Era una vieja mandona. Le importó el mundo nada.
Y en la farándula más local uno mira que hay una resistencia a ponerse viejo, y se usan unos métodos que terminan por hacer ver a la mujer artificial. Y la belleza es simple, natural.

¿Cómo influye el sentido del humor para mantenerse joven?
-El sentido del humor es definitivo. Yo digo que nací no con el sentido del humor, sino del Humar (su apellido). El sentido del humor para llegar a una edad avanzada es importantísimo. Es una especie de receta: tener la capacidad de reír o de hacer reír.
Todos mis libros son de humor. Mierda, llegué a los 50, tuvo muchísimo éxito y estamos en un proyecto para llevarlo al cine. Se vendieron cerca de 35 mil ejemplares. El otro es Llegué a los 60 y qué. Es una tomadera de pelo a la menopausia, porque antes las mujeres pensaban que era una enfermedad, y es un estado. Es un tiempo de pausa. Te lo manda la naturaleza. Lo que pasa es que Colombia es un país machista y de ahí expresiones como “Hoy estás menopáusica”. Pregúntale a la menopáusica de tu mamá”.

¿Qué aprendió de sus padres? ¿Ha regresado a sus ancestros árabes?
-De mi papá, como buen árabe, le aprendí sobre ventas. Me encantan. Te vendo hasta un hueco. Me fui por el lado de la belleza e hice mi casa de cosméticos, porque yo estaba en televisión y dije: “Bueno, ¿qué va a pasar cuando ya no esté joven y me pongan a hacer papeles de tía, de vieja verde?. Tengo que hacer mi empresa”. Desde muy pequeña tuve problemas en la piel y decía que cuando fuera grande iba a inventar unas cremas para curar este mal, haría cosméticos naturales a base de flores, porque yo no quería que las mujeres tuvieran eso mismo que yo.
Mi mamá y yo,en cambio, éramos muy diferentes. Ella se la pasaba rezando, era golosa, no podía dejar de comer dulces; y yo, me cuido muchísimo con la comida. Ah, bueno, quizá el amor por la naturaleza.

¿Qué tal le va de abuela?
-Ehhhh, qué te diré. Soy abuela de por días. Tengo ocho nietos. Ahora que estaban de vacaciones llegaron por turnos y me estaban enloqueciendo. Yo les compro lo que quieran, pero son tremendos. El de Catalina, tiene 5 años, es divertidísimo. Hace días me dijo: “cuando salgo con mi abuela, tengo que cuidarla. Vamos en el ascensor y, si yo no estoy pendiente, llegamos a otro piso; entra al apartamento que no es, se sienta en la sala y comienza a hacer visita. Después seguro que dice: ‘Ay, me equivoqué de apartamento’. O sea tiene 5 años y se burla de mí. El otro día que estaba de viaje me llamó y me dijo: ‘Voy a ir al centro comercial para ver si te consigo un novio’.

¿Se ve viviendo con alguien ahora?
-No soy para vivir acompañada. No creo que nadie me aguante. Solo cuando tengo que cambiar un bombillo y no tengo quien me ayude, es que me hace falta un hombre.

¿Qué no le pregunté y desea compartir con nuestros lectores?
-Mmmmm, soy hipocondríaca. Voy dos veces por semana a donde el médico y le digo: ‘estoy agonizando. Me voy a morir’. Tengo 16 especialistas que no me dejan morir. Y no es broma, yo me volví así. No sé por qué. Una vez mi yerno tenía unas ampollas en las lengua, una infección que duele lo que quieras, y el hombre no podía ni hablar. Yo le decía: ¿qué te pasó? ¿Qué sientes? Por la noche las tenía yo. Cuando entro en detalles, la enfermedad se posesiona de mí. 

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