Facetas


Vestir de primera con ropa de segunda mano

JOHANA CORRALES

19 de enero de 2014 12:02 AM

Salir de compras es de los planes favoritos de muchas personas, muy en especial, de las mujeres.

Quien ame ir de shopping entiende que no es solo adquirir una prenda o un producto. Se trata de todo un rito que incluye un recorrido por distintas tiendas hasta conseguir lo que se busca.

Es probarse el número de vestidos que sea necesario hasta encontrar esa pieza que te hace sentir único y especial.

Llegar a la casa y volver a ver la compra, oler las prendas y poner sobre la cama la llamativas bolsas, no tiene precio.

Mas no todos viven la experiencia de la misma forma. Hay quienes tienen como rutina comprar ropa de segunda mano. A ellos pocos les interesa perderse toda la ceremonia anterior y viven su propia aventura en la que no hay lujosas tiendas, sino pacas; tampoco muchos vendedores, con uno solo basta; no hay espejos, pero sí la opinión de los vendedores alrededor; tampoco hay vestier, pero todos son tan amables que miran hacia otro lado para no incomodar al cliente.

Adquirir prendas de segunda tiene sus ventajas: ¡son modelos únicos! Es decir, no encontrarás a alguien luciendo tus mismos diseños. Y lo mejor: todo a un increíble precio.

Farid Coavas lleva 18 años en este negocio. Explica que se metió de lleno una vez abandonó su trabajo como vendedor ambulante. Acá no tenía que caminar tanto y las ganancias eran hasta el triple.

Cuenta que lo más económico es la ropa de niños. Todo lo contrario a las tiendas que venden ropa nueva. No hay algo más costoso que comprar ropa para los pequeños.
“La ropita americana de los niños la encuentras en 3 mil pesos más o menos. Eso es lo más barato que se vende”.

Le pido que me presente uno de sus mejores clientes y me lleva hasta Miguel Ángel Guzmán, un organizador y preparador de concursos infantiles en la ciudad.
Es cliente desde hace 10 años y para él las pacas han significado su minita de oro más preciada. Vestidos que encontraba en importantes boutiques de la ciudad en 600 mil pesos, los consigue entre 25 y 40 mil pesos, dependiendo del trabajo de diseño.

“He visto personajes de la farándula, diseñadores profesionales que compran aquí y los llevan a las boutiques y los venden. Esto es un abrebocas que le sirve a muchas niñas del mundo del modelaje, del reinado, quienes no tienen la oportunidad de adquirir un vestido de Alfredo Barraza, pero sí pueden conseguir aquí uno mejor que los de él, porque no son conocidos en Cartagena”, expresa el asesor de reinas.

Asegura que todas sus pupilas usan estos vestidos en noches especiales, como la coronación. Su trabajo consiste en arreglarle algunos detalles y, casi siempre, agregarles accesorios y pedrería para hacerlos ver más modernos y chic.

“Hay muchas niñas de escasos recursos del Reinado Infantil de Cartagena y muchas otras que aspiraron a Señorita Bolívar que yo traía aquí y escogíamos qué se iban a poner. Claro, a  varias de las que visten aquí les da pena publicarlo, pero son vestidos muy hermosos”, agrega.

Lo que más le enorgullece es que cuando llega a los concursos con su maleta llena de vestidos de segunda mano, las mamás de las otras niñas que sí cuentan con los recursos creen que se trata de un diseñador reconocido.

“Me gustaría mandarle un mensaje a esas personas que no vienen y decirles que esta es ropa de alta calidad, linda, de marca. No es lo que mucha gente piensa. Aquí hay prendas para ceremonias, reinados, de todo un poquito. Hace unos días le vi un vestido lindo a la Señorita Colombia, ese mismo vestido lo vi aquí y es la misma tela”, asegura.

Doy tres pasos y estoy en el siguiente local. Hay un señor que está emocionado por el pantalón que adquirió. Dice que le gustó como le queda y pregunta el valor.
-Me quiero quedar con este. ¿En cuánto me queda?

-Señor, ese cuesta 8 mil pesos-responde la vendedora.

-Déjemelo en 7 mil. Esos mil los necesito para el bus.

Ninfa Vergel, vendedora de ese puesto desde hace 18 años, al sentirse presionada porque la observo, acepta la propuesta.

Es famosa en ese sector por los pintorescos trajes que vende y que le hacen la vida más simple a las humildes reinas que participan en certámenes de belleza en la ciudad.

El vestido más costoso lo vende en 40 mil pesos; y el más económico,  en 5 mil pesos.

Ninfa es muy conocida por vender vestidos de novia. Aunque no incluye todo el ajuar (velo, guantes y tiara), cada vez coge más fuerza el rumor de que ella vende llamativos trajes.

En otros negocios, solo el  alquiler de un vestido de novia cuesta, aproximadamente, 1 millón de pesos. En el puesto de doña Ninfa, solo 50 mil pesos.
La vendedora me lleva hasta otra de sus colegas, mejor conocida como la hermana Mariela. Su puesto es un poco distinto al de los demás. Tiene algunos adornos y hasta un espejo para que el cliente se pueda apreciar mejor.

Mariela González, antes de vender, fue el cliente de las pacas. Se emocionaba cada vez que compraba una prenda usada, pero que ella sabía que había sido confeccionada en el extranjero.

Luego de haber perdido su trabajo como enfermera, decidió entrar al negocio y todas las puertas se le fueron abriendo. Ya son 14 años los que lleva vendiendo ropa de segunda mano.
Su especialidad son los vestidos de cocteles, los cuales se pueden conseguir a partir de 8 mil pesos.

“Esta ropa es una ayuda y una bendición, porque le sirve tanto a la persona del más bajo estrato, como a la del más alto. Lo mejor de todo es que no son diseños comunes”, dice.

Explica que la ropa se abre semanal. Como cualquier almacén, no puede exhibir toda la mercancía antes de venderla.

De todas las anécdotas que le han ocurrido, la que más recuerda es  una paca de ropa extranjera que le salió a un buen precio. Una de sus clientes se encantó con una braga. Se la midió y, vaya  sorpresa la de  Mariela:

“Cuando se la iba a envolver, cayó un billete de  100 dólares a mis píes. Ese fue mi Dios. Lo que pasa es que soy cristiana y siempre le doy los diezmos a la iglesia. Siempre le digo: Señor, que seas tú tomando el control de mi negocio. Ese fue el de allá arriba”, expresa emocionada.

No solo son vestidos de coctel o ropa más casual. En las pacas se puede conseguir hasta ropa interior, zapatos y vestidos de baño.

Aun cuando parezca extraño, hay  personas que sí disfrutan comprando ropa de segunda mano y no les importa quién usó esa prenda antes, qué tanto palo le dio, si tenía buena o mala energía; y, sobre todo, no extraña ese increíble olor que identifica a las prendas sin estrenar. 

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