Facetas


Pie de La Popa, un barrio cartagenero de mansiones extintas

CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

09 de septiembre de 2018 12:00 AM

Se dice que esa mañana las campanas de la Ermita sonaron excesivamente y “más temprano que de costumbre”. Alertaban sobre una emergencia. Se dice que las cenizas se regaron por todas partes, incluso hasta llegar al puente Jiménez. Ese Sábado de Gloria, en 1950, hubo más bien un ‘infierno’ en el Pie de La Popa. El barrio entero vio arder una de sus emblemáticas y queridas construcciones: el Club Popa, lugar de encuentros de la sociedad cartagenera. Tanto que, en el distinguido club, el presidente Enrique Olaya Herrera le ofreció un agasajo a Franklin Roosevelt, en la primera visita de un presidente de Estados Unidos a Cartagena, en 1934. Allí, realizaban los bailes del concurso de belleza, celebraban las Fiestas de La Candelaria, eventos sociales donde los caballeros asistían de esmoquin y las damas lucían elegantes vestidos largos. “Consistía en un hermoso edificio de madera, de arquitectura tropical, con influencia antillana. Tenía amplios salones de baile, canchas de tenis, mesas de billar y estaba dotado con las mejores comodidades”, se lee en el libro ‘El encanto de un barrio cartagenero’. El libro es una pieza literaria única, que narra esta y otras anécdotas del que fuera uno de los barrios más aristocráticos de Cartagena, lleno de mansiones, villas y casonas republicanas.

Casa a casa
Han pasado muchos años desde que Claudia Eugenia Abello Gómez caminó junto al ingeniero civil Humberto Bozzi Fortich, reconstruyendo la génesis del Pie de La Popa, casa por casa. Ella, una abogada aficionada por la literatura y la investigación, se puso a hilar la historia de su barrio. El ingeniero, emocionado por la idea, se ofreció a guiar su recorrido, convirtiéndose en uno de los más de 30 testimonios que Claudia recolectó para escribir ‘El encanto de un barrio cartagenero’. Es un libro escrito hace 20 años, que reposa en la Biblioteca Bartolomé Calvo y que fue ‘desempolvado’ recientemente para nutrir un conversatorio de Asopopa, sobre el nacimiento y tradiciones del Pie de La Popa, con Claudia como invitada central. “Cuando comencé a escribirlo, nunca me imaginé que este barrio fuera tan importante para la historia de Cartagena”, me cuenta. Y sí que lo es.

Mansiones extintas
Para concluir la historia del club, hay que decir que aunque fue reconstruido en cemento, no gustó mucho su nuevo estilo y el Club Popa, fundado por Vicente Martínez Recuero, finalmente decayó hasta ser cerrado 20 años después (hoy es el Parque Residencial La Ermita). De aquel incendio se salvó un cuadro de una cumbiamba del maestro Enrique Grau, “unas cortinas y un reloj, no sé si igual o similar al que estaba en el restaurante El Polo”, recuerda Claudia.
Las deslumbrantes mansiones del Pie de La Popa, de principios del siglo XX, que lo llevaron a “ser uno de los barrios más elegantes de la ciudad”, han desaparecido, como aquel renombrado club, sin embargo sus historias están atrapadas intemporalmente en las páginas de ese libro.
Cercana a lo que hoy es la Clínica Oftalmológica, en la Calle Real, estaba “una bellísima casa, joya arquitectónica (...) Esta perteneció al doctor Alberto  Araújo Torres, padre de Alberto Araújo Merlano”, demolida en 1995. Así como, entre muchas otras, fue derribada Villa Mercedes, “que llevaba ese nombre por su dueña, Mercedes Aycardi de Pombo”. Se lee que “fue una mansión de gran belleza, sobriedad y elegancia”. Ahí estuvo por varios años el Colegio Montessori y, ahora, el conjunto residencial Villa Mercedes. Otra desaparecida fue la de Luis Felipe Martínez De Zubiría, cercana a donde hoy está el edificio La Fuente, descrita como “magnífica y austera al mismo tiempo”. “Si en esa época hubiera existido legislación sobre conservación de Monumentos Nacionales, nunca la habrían destruido”, precisa el libro. Además, en la obra, un testimonio del empresario Roberto De Zubiría añade: “Fue construida con el primer cemento que llegó a Cartagena, un cemento belga, mezclado con caracolejo, como lo hacían, puro y vaciado, y duraron tumbándola mucho tiempo; como seis o siete meses”. La mansión donde vivió Dionisio ‘Palito’ De La Vega, a quien Lucho Bermúdez le compuso un porro que lleva su nombre, fue reemplazada por el conjunto Villas de La Popa. Mientras unas viviendas cambiaban por edificaciones modernas y conjuntos residenciales, la Casa Moravia, de Camilo Fortich y Elida De La Espriella, se derrumbó de vieja. “Tenía el nombre de una hija de la pareja: Moravia. Se cayó hace unos seis años, se levantó un nubarrón de los escombros cuando cayó”, me explica ahora Claudia. Intentó recuperar el letrero de la propiedad para guardarlo de recuerdo, pero no lo consiguió.

En pie...
En el Pie de La Popa sobreviven mansiones como la de Joaquín Pombo, donde hoy funciona la Universidad Libre. También “la imponente y suntuosa mansión que perteneció a la familia Del Castillo Stevenson, construida en 1916 por Pedro Malabet (...) muchos popanos recuerdan con admiración y nostalgia la sin igual belleza de la casa”, dice el libro. Allí estuvo por muchos años el DAS y, “en sus terrenos, se construyó una casona, para que viviera María Josefina, hija de la familia, con su esposo cuando se casó”, refiere Claudia. Ambas casas se conservan. Villa Moraima, de Vicente Martínez Recuerdo, uno de los fundadores del barrio, está en pie, también se conservaban otras casas, como la que fuera del abogado Eugenio Baena Falcón y la construida para que funcionara el Instituto Rafael Núñez. Se menciona que muy cerca, donde hoy está una estación de gasolina, existieron otras casas y en una de ellas residió el escritor Gabriel García Márquez con su familia.

Otras curiosidades...
“El Albercón, esa es otra anécdota”, me explica Claudia. Esta esquina es llamada así por el gran depósito que proveía de agua a este y a otros barrios de Cartagena en tiempos en que no existía acueducto. Aunque Raquel Del Real anota en su testimonio, en el libro, que a ese callejón “primero le iban a poner ‘Coca Cola’, porque iban a instalar ahí una fábrica de gaseosas.

Claudia Abello cuenta que guarda todavía los casettes, con otros invaluables testimonios de los popanos de antaño, como Sofy Otero de Lequerica, Gustavo Ibarra Merlano, Jaime Gutiérrez de Piñeres y Roberto De Zubiría, entre otros. Varios de ellos, como Ignacio Vélez Martínez, mencionaban que existía “una especie de rivalidad entre los poperos y los mangueros (habitantes de Manga). Siempre los muchachos se peleaban”. “Eran barrios antagónicos”, describía Elvira Pombo de Rizo. Entre las curiosidades, Vicente Martínez Emiliani narra en el prólogo que “en el Pie de La Popa, sonó el primer aparato de radio que vino a Cartagena”, traído por Vicente Martínez Recuero de Estados Unidos. Y, Ricardo Fortich De La Espriella, recordaba:

“Aquí los entierros eran en coche, con los caballos vestidos; y, si era señorita (la difunta), los cajones eran blancos. Y el sacerdote llegaba hasta la casa, no había sala de velación”.

La voz de Víctor Nieto Núñez, sobrino de Pedro Malabet, inmortalizada en esos casettes y transcrita en el libro, narra la creación del Teatro Miramar, en la Calle Real: “El 15 de diciembre se inauguró con la película ‘Cumbres Borrascosas’. Ese fue el primer centro comercial que hubo en Cartagena; en Colombia”.

Epilógo
“Hace 20 años era un barrio delicioso, más tranquilo. Ya ha cambiado muchísimo, ya no es ni sombra de lo que era en esa época, se han tumbado muchas casas y se han hecho muchos edificios. Ahora hay muchos talleres, que generan mucho ruido”, me comenta Claudia, sobre cómo es el barrio dos décadas después de publicarse su libro. Si se cumpliera la legislación de conservación de Monumentos Nacionales, “no habrían permitido la demolición de tantas casas y tradicionales del Pie de La Popa”, describe en ese mismo libro de 339 páginas de acuciosa investigación, que no descarta actualizar en una nueva publicación. Asopopa ha programado para las próximas semanas otro conversatorio, en una tarea emprendida, entre otras cosas, para revivir las memorias de uno de los barrios más entrañables de Cartagena.

Sobre Claudia
Claudia Abello nació en Zipaquirá, pero desde los tres años vive en Cartagena, principalmente en el Pie de La Popa. Es abogada, escritora y poeta. Ha escrito dos libros de poesía y otro sobre la historia de las Botas Viejas.

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