Era 1996 cuando María del Pilar Agámez decidió dejar atrás su trabajo como contadora y diseñar su primera colección, aún no tenía su propio atelier ni un equipo de confección que le ayudara, pero había un sueño por cumplir.
Así que tras la muerte de su padre, tomó los pocos ahorros que tenía y decidió aventurarse en el mundo de la moda.
“Cuando saqué mi primera colección no tenía ni un solo peso, para elaborarla tuve que prestar una máquina y pedirle a una amiga modista, que se llama Marquesa, que me ayudara a confeccionar”, comenta María del Pilar, quien presentará su última creación ‘La magia de los sesgos’ en el Barranquilla Fashion Week.
La osadía de aquella diseñadora amateur parecía desafiar los cánones de una industria selectiva de la que no sabía mucho. Con 35 diseños en una maleta y muchas ilusiones, María del Pilar viajó a Medellín para mostrar sus piezas en la llamada ‘capital colombiana de la moda’.
“Con 800 mil pesos que me prestó mi amigo Orlando Zapateiro, me fui de gira a Medellín. No tenía idea de nada, así que solo me senté en el Centro Comercial Unicentro, que en ese tiempo era lo mejor, a ver si pasaba algo”.
Mientras estaba sentada ahí, vestida con una de sus creaciones, conoció a Alejandra Duque, una de las personas más determinantes de su carrera.
“Ella (Alejandra) me preguntó que si yo vendía ropa. Le respondí que sí, y le dije que estaba buscando distribuidoras. Ella me dijo que no buscara más, que había llegado al lugar correcto”, recuerda la diseñadora de Mahates (Bolívar).
Desde ese día se forjó una gran amistad, con ella emprendió su camino hacia el éxito, un recorrido que implicó muchos sacrificios personales. Alejandra Duque fue su mentora en comercialización y patrocinio, así como su confidente en los momentos difíciles.
“Ella me enseñó cómo funciona el mundo que yo anhelaba conocer”, dice.
En ese primer recorrido por el país logró vender 37 millones de pesos en papel. Pero cuando llegó a Cartagena, no tenía dinero para abrir el taller y cumplir con los compromisos.
Estaba desesperada, el tiempo para entregar se acercaba y ella no encontraba solución. A los pocos días alguien le sugirió ir a la Fundación Mario Santo Domingo, donde comenzó a materializar sus ideas.
“Barbarita Gómez, que se encargaba de la fundación en ese momento, me dijo: ‘María del Pilar, ¿cómo te vamos a prestar plata si tú no tienes nada?’. Entonces le respondí: ‘No tengo taller, pero sí tengo ventas’. Le llevé los pedidos y unas certificaciones de los clientes. Así empecé”.
En 5 días tenía el dinero suficiente para hacer una pequeña producción, con la que contrató a un grupo de madres cabezas de hogar y empezó a trabajar en la sala de su casa. Su hija nació entre hilos y botones, arrumados en los rincones de la “vivienda taller”.
“Yo no quería convertirme en la modista del barrio, esa idea nunca se me pasó por la cabeza”, asegura.
Su pasión por la moda fue más fuerte que la falta de recursos para convertirse en diseñadora. A María del Pilar Agámez no la detiene ningún obstáculo, ni siquiera cuando perdió una colección valorada en 70 millones de pesos después de enviarla sin seguro de exportación al extranjero.
Pero ha sido la confección artesanal de sus diseños lo que le ha permitido destacarse. Sus prendas elaboradas a mano requieren un trabajo delicado, que le imprime una identidad visual difícil de imitar.
Ahora tiene 15 artesanas trabajando en un taller de verdad y ventas en varias ciudades del mundo, como muestra de que la perseverancia te acerca a los sueños.
“Para mí el éxito está en pensar en grande y no perder la esencia”, afirma.
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