Adrián Makala habla desde el corazón cuando afirma que ser negro es hermoso. Su vida ha sido una eterna búsqueda de identidad y reafirmación.
De padres panameños y nacionalidad mexicana, Makala creció en una ciudad sin comunidades de ascendencia africana, en la que nunca pudo encajar.
Era un afrodescendiente solitario que buscaba respuestas en las artes, y que sólo hace 10 años, cuando vino a estudiar actuación en Colombia, las halló.
Por eso el actor de ‘Sala de urgencias’ no dudó en hacer parte de la iniciativa “Ser negro es hermoso”, una propuesta de la Secretaría del Interior, el Observatorio Distrital de Antidiscriminación Racial (ODAR) y el Museo Histórico Cartagena de Indias (MUHCA), que busca romper con los estereotipos preconcebidos en Cartagena y generar reflexiones sobre la inclusión.
¿Cómo empezó su carrera artística?
-Era bailarín, comencé a bailar a los quince años. Bailaba ballet y jazz contemporáneo, que tiene una disciplina muy estricta. Como no lo hacía mal, me contrataron para los espectáculos, y en algún momento fui bailarín de Paulina Rubio, Ricky Martin y Thalía. Estuve en presentaciones de medios, videos y giras internacionales. La última vez que bailé fue en el festival de Viña del Mar, en el 2000, con Paulina. Esa fue mi despedida de los escenarios como bailarín porque decidí convertirme en actor. También fue lo que me trajo a Colombia en 2003, que fue mi primer vínculo con este país.
¿Porqué se interesó por la actuación?
-A diferencia de la gente que sabe qué quiere hacer en la vida, lo mío fue un asunto de sobrevivencia. Nací en México, sin embargo me crié en Panamá hasta los 12 años. Luego mi mamá se volvió a casar con un mexicano y a los 12 años me buscó para que formara parte de su nueva familia.
Entonces, fui trasplantado como una mata (planta) de suelo panameño a suelo mexicano, de nuevo. Me llevaron a un área desértica, en la frontera con los Estados Unidos, y fue muy difícil adaptarme a las realidades y complejidades de una ciudad que nunca había visto una persona negra, porque en México el porcentaje de población afrodescendiente ni siquiera se cuenta en el censo.
Si bien en Colombia hay problemas para identificar a toda la población que forma parte de la comunidad o que se siente identificada como parte de la comunidad, en México no existe esa pregunta. El afromexicano es un término que es muy reciente, surge de la necesidad de identificar a las comunidades de origen afrodescendiente que están concentradas en tres estados de la República y que no es beneficiaria de ninguna alternativa social, de movilidad, educación o desarrollo.
Todo esto para decir que no había ningún negro alrededor mío, y entonces para mí el arte fue una alternativa de vida, para trabajar con mis emociones de una manera no destructiva, pues había la posibilidad de que yo como adolescente no tuviera la capacidad de identificar quién era. De ahí que me sienta identificado con iniciativas como “Ser negro es hermoso”, porque para mí fue fundamental reconocer mi valía y buscar, no en lo exterior, en mí, la belleza, que es algo muy subjetivo.
¿Por qué vino a Colombia?
-En ese entonces no sólo bailaba, sino que cantaba con un grupo de colombianos radicados en México que tocaba salsa y merengue. En el día trabajaba con Televisión Azteca, a veces salía de giras con Paulina Rubio, los fines de semana trabajaba en un centro nocturno como cantante, y hacía teatro musical cuando había la oportunidad. No tenía amigos. Mis primeros amigos fueron los cantantes y músicos de ese grupo. Esos cinco años con mi familia colombiana fueron fundamentales para sentirme identificado con su cultura. Además había hecho adaptaciones de novelas colombianas como Café con Aroma de Mujer y Señora Isabel, entonces pensé en ir a donde surgía la creatividad.
En algún momento les comenté que quería venir a Colombia, y en un diciembre, uno de ellos, venía a pasar las fiestas, me dijo que lo acompañara.
¿Qué hizo aquí en Colombia?
-Estudié teatro con Jorge Alí Triana, en un pequeño taller de 5 meses. Y después me di un recorrido por el Pacífico colombiano. Fui a Cali, Buenaventura y después pretendí llegar al Chocó, pero unos militares no me dejaron llegar hasta allá. Me dijeron que fuera a Gorgona y eso me cambió la vida para siempre.
¿Por qué?
-Por primera vez, yo que vengo de visitar y vivir en varios lugares del mundo, llegué a un sitio en el que alguien me explica que el agua que sale de las rocas es producto de la lluvia y que eso es lo que le provee electricidad a la isla, que permite que sea autosustentable y no contamine. Además, que es un santuario para las ballenas, animales que por primera vez vi en mi vida. Era mágico. Además Colombia me regaló algo a lo que nunca había tenido acceso. Una ‘familia afro’ que me dio la bienvenida, que me mostró cómo somos y me dio la posibilidad de reconocerme y de amar lo que sólo conocía en teoría porque nunca tuve un referente. Traté de permanecer aquí, pero los ahorros no me alcanzaron.
¿Qué lo motivó a unirse a la campaña “Ser negro es hermoso”?
-Me considero un hombre que trata de ser sensible a lo que ocurre a mi alrededor. Al estar en Colombia haciendo ‘Sala de urgencias’, pude darme cuenta de la necesidad de tener un discurso alternativo para crear realidades nuevas.
Mi personaje, un médico cirujano negro, ha sido poco representado en los medios de comunicación de Colombia y eso ha generado una nueva mirada sobre ser afrodescendiente.
Me uní a esta campaña porque me siento en deuda con este país que me ha dado tantas cosas, y porque considero que no sólo ser negro es hermoso, sino que ser café con leche es hermoso o ser amarillo, ser morenito y toda las demás variaciones posibles son hermosas.
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