Facetas


La vida pasa el semáforo

CINDY BARRIOS MIRANDA

19 de abril de 2015 12:00 AM

El carro de mula interrumpe el tráfico en la avenida Pedro de Heredia, son las 11:40 de la mañana y el flujo de los carros se represa a la entrada del mercado de Bazurto.

Las vías recién inauguradas están adaptadas para andar rápido y sin contratiempos, pero aquí ningún auto se mueve hasta que el ‘conductor’ del vehículo de tracción animal se desvía hacia el barrio La Quinta.

Un taxi acelera para recuperar el tiempo perdido, pero ni bien arranca y una buseta de Ternera se cruza en su camino para recoger una pasajera en la mitad de la calle.

Mientras el sparring ayuda a la señora con las bolsas del mercado, el taxista furioso pita desesperado hasta que hace una maniobra para sobrepasar al bus invadiendo el carril contiguo sin previo aviso, una súbita artimaña que hace que otros vehículos frenen en seco.

Luego de aquella arbitrariedad, un carro particular se detiene de forma inesperada para que un joven cruce por la mitad de la calle lejos de la cebra, quien esquiva a las  motos que van zigzagueando por los andenes con parrilleros sin casco.

Así es la movilidad en Cartagena, un recorrido sin sentido donde todos hacen su ‘santa voluntad’, como explica el académico y estudioso de la ciudad Ricardo Chica Gelis.

“Lo que caracteriza la cultura ciudadana es la guerra social por el espacio, porque sencillamente todos estamos arrojados a la buena de Dios en un espacio que es el no espacio”.

El desorden mayúsculo se refleja en las cifras del Departamento Administrativo de Tránsito y Transportes (DATT) con 148.623 infracciones en el 2014 y 13.155 en el primer trimestre de este año.

Las motos, son los vehículos con mayor número de multas o inmovilizaciones, con 81.672 el año anterior, y el tránsito restringido (pico y placa), la segunda causa de violación más frecuente con 28.077.    

Pero hay sanciones que se cometen todos los días que no son reportadas porque son consideradas normales ante todos. Las más comunes son andar a pie  por lugares no peatonales, bloquear intersecciones o calzadas con un vehículo, generando trancones, recoger o dejar pasajeros a la mitad de la vía.

Otras como obstruir el paso de vehículos de emergencia como ambulancias o el camión de los bomberos, y vehículos estacionados en los andenes, entre otras faltas a las que nos hemos acostumbrado.

MOVILIDAD, MÁS QUE CALLES

La movilidad no mejora con más avenidas como algunos reclaman, aunque es un punto importante para descongestionar la ciudad, se necesita contemplar otros aspectos como la cultura vial - y por ende, la cultura ciudadana-, una de las más preocupantes.

El ambientalista, líder cívico y ex director del DATT, Rafael Vergara Navarro, afirma que para mejorar la circulación se necesita construir nuevas vías, pero que hay otras cosas que inciden sustancialmente para avanzar contra esta problemática.

“Pueden ampliar las vías para mejorar el tránsito, pero eso no resuelve el problema del transporte público y tampoco el caos de los que circulan por ellas, porque esa enorme inversión en poco tiempo va a quedar rebasada por el crecimiento de la ciudad”, explica Vergara Navarro.

En el espacio público la intolerancia, el desinterés, y las malas prácticas hacen parte de lo cotidiano. Un ejemplo que personifica la situación es el caso del motociclista que prefirió prenderle fuego al vehículo para no ser inmovilizado por infringir la medida de pico y placa el 25 de marzo, convirtiendo una infracción en un delito mayor.

HABLAR DE DERECHOS Y ¿DEBERES?

En las redes sociales y los sitios web se acumulan las quejas de los residentes y visitantes sobre los trancones eternos, aglomeraciones que se tejen a lo largo de las arterias principales.

Las publicaciones sobre el abuso en las vías se escriben con indignación, pero así como se exigen derechos en la vía, también se deben cumplir con los deberes y obligaciones como ciudadanos.

“En parte es un asunto de práctica y costumbre, pero también es un conflicto porque de entrada se superpone una vocación sobre otra. Cartagena es una sociedad jerarquizada desde que se fundó, eso nunca ha cambiado, y que se dan en la superioridad de unos y la inferioridad de otros por cualquier motivo, donde la práctica común es excluir al otro”, insiste el profesor Ricardo Chica.

Todos quieren, de una u otra manera, tener la prioridad en la vía o el andén, su urgencia es mayor que la del otro -algunos deben estacionarse en la calle o en las playas porque sí, otros pasar el separador o volarse el semáforo-.

“Se debe manejar con criterio de respeto hacia el otro porque esa condición caótica te lleva a un ambiente terrible. La gente de Cartagena debe pasar del ‘yo’ al ‘nosotros’ , y no, del ‘yo’ al ‘yo’. Es decir, el interés general debe primar sobre el particular, si no nunca va a haber una buena movilidad, y no quiere decir que el particular no tenga reconocimiento”, asegura por su parte Rafael Vergara.

Pero para Chica Gelis estos comportamientos son una forma de resistencia ante los atropellos de la clase dirigente que solo beneficia a los intereses de unos pocos.

“Cuando llega el discurso de la cultura ciudadana de la mano Antanas Mockus, y se intenta trasladar de Bogotá a Cartagena, lo que predomina es el discurso de la obediencia o la desobediencia y ese no puede ser el ángulo para entender el problema en la ciudad. Nadie de los que toma la decisión de cómo configurar físicamente la ciudad pensó en soluciones  de vanguardia. Entonces, ¿cómo me relaciono con el caos generado?”.

CIUDADANÍA

El DATT semanalmente planea formas de concientizar  a la gente a través de  campañas puntualizadas en barrios, colegios y puntos críticos, pero las respuestas de los cartageneros no siempre son las mejores. En parte porque todo el mundo tiene una opinión sobre la movilidad o porque falta mucho trabajo en generar conciencia y sentido de pertenencia por la ciudad,  una labor que no es sólo responsabilidad de algunos.

“La movilidad depende de la conducta del usuario, y otros elementos que son importantes, pero todo el mundo sabe más que el director o que el inspector. La autoridad sí es una labor colectiva, pero que implica que uno tiene que ser su propio policía”, afirma Vergara.

En efecto, el debate está abierto y requiere soluciones urgentes porque la movilidad también es progreso y está ligada al flujo de la economía.

“Generar ese cambio cultural que se requiere para una ciudad que tiene que dejar el subdesarrollo atrás, cuando digo esto, es que nosotros no podemos seguir arrastrando la existencia de un modelo ineficaz, agresivo e irrespetuoso con el usuario porque genera un ambiente tensionante”, dijo  el exdirector del DATT.

Chica Gelis coincide con Vergara al sostener que “los dirigentes político-económicos de Cartagena nunca han entendido que el capitalismo es circulación y por eso es que la infraestructura de una ciudad tiene que permitir el flujo de capital, de productos, servicios, e ideas, que es lo más valioso para el desarrollo. Pero aquí son absolutamente anticapitalistas porque no dejan circular nada”.

Estudiosos como Vergara creen que una vez Transcaribe comience a funcionar la vida del cartagenero será distinta, pues estarán obligados a seguir las reglas de un sistema de transporte público integrado, pero sin inversión en educación y campañas de cultura vial importantes los cambios se demorarán en llegar a menos que dejemos de lado el egoísmo.

“El logro de una buena movilidad es vencer el egoísmo e individualismo”, insiste Vergara. 

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