Facetas


La Tripita y Media, mezcla de vino y noche

ANDRÉS PINZÓN SINUCO

22 de noviembre de 2015 12:00 AM

Dos botellas de vino. Calle Tripita y Media, Getsemaní, corazón del Centro Histórico. Labios condescendientes. Madrugada que se alza la falda. Una pelirroja a la deriva nocturna le advierte a un chico sobre la luz propicia de un farol. Se miran. Ríen de algo, pero no se besan. Luego del baño amarillento de pálido resplandor, las dos botellas, la calle y la madrugada, quedan los restos de una complicidad abierta que sube tan de repente como una persiana colérica.

Se besan sin premura, como antiguos reincidentes. Entre los escamoteos iniciales, se deshoja una conversación tímida, alborada, mezcla de vino y noche.
María De Los Ángeles. Así la llaman y se llama a sí misma. Su aliento es igual de amable que sus suaves maneras, el fino tacto, los dulces pensamientos útiles. Aunque es una niña, con ambas muñecas tatuadas, resplandece sin sobreesfuerzos. Aunque es una niña, recién salida de la pubertad, tiene una sexualidad atrayente, su compañero la reconoce.

La escena parece calcada, noche tras noche, en la Tripita y Media. Las personas que la componen varían, pero en general, siempre hay un par de enamorados que vuelven de algún bar de la Calle Media Luna o de la Plaza de La Trinidad. Se detienen en mitad del carril por el que rara vez transitan los autos, y se meten a algún hostal o restaurante.

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De todos los callejones del barrio más popular de la ciudad antigua, uno de los más caminados y que comprueba el desarrollo comercial de todo el sector, es este pasadizo en donde usted puede comerse desde un omelet francés hasta un ‘corrientazo’ con pescado.
En sus cuatro esquinas hay tiendas para libar cualquier cosa que aguante el bolsillo. Hostales a dos manos reúnen a extranjeros con ojeras y a cartageneros que se transforman en expertos guías turísticos.

Hernando Rincón Gualdrón, 65 años, propietario del Hostal Real, situado en la Calle Primera de La Magdalena, contigua a la Tripita y Media, da cuenta del enorme flujo de comercio que vive este sector que conecta a Getsemaní con la zona de La Matuna.

—Si viajamos en el tiempo, unos 32 años atrás—dice Rincón, con cara severa pero tono suave, detrás de su escritorio—, la Tripita y Media era una calle con la misma vocación de negocios, como ahora, pero en ese tiempo había casas semiderruidas.

Treinta y dos años también es el tiempo que tiene funcionando el hostal de este santandereano que llegó a Cartagena cuando tenía 3. Ha sido uno de los líderes comunales y de aquellos que se preocuparon continuamente por despojar a Getsemaní de esa sombra de prostitución, drogas y mendigos, que otrora configuraba un ambiente nocivo.

Frente al Hostal Real de Hernando Rincón están construyendo, inversión mediante de más de 50 millones de dólares, el primer hotel seis estrellas de Colombia. Sobre el antiguo convento Obra Pía del siglo XVII, la cadena de hotel Viceroy y Kit Capital construye 102 habitaciones de lujo, cuya inauguración se hará a principios del año entrante. Todos los lentes —social, político y económico— apuntan a este sector.

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—Toda la Tripita y Media ha avanzado mucho—dice Maga Ordosgóitia, propietaria de Malagana, un bar restaurante de luces tenues en cuya terraza se citan los viajantes de todos los pueblos del planeta—. Anteriormente, nuestros padres no nos dejaban entrar en Getsemaní, era como si no existiera en Cartagena. Nosotros hemos sido pioneros en irle cambiando un poco la cara a la calle, los que hemos invertido nos hemos esmerado en mantener arreglado todo.

Relajados —aunque cada vez más pocos— getsemanisenses cogen el fresco de la noche. Las mecedoras frente a las casas le vienen muy bien a esta atmósfera sibarita tan poblada de pollo frito y cerveza. Los clientes de Malagana, dice, son en su mayoría níveos europeos, rednecks gringos y argentinos andariegos. “El cartagenero no va o va en un 10 por ciento sobre los foráneos”.

Cuenta que hace nueve años entraba con temor, incluso no sabía si para el funcionamiento de Malagana tendría que contratar seguridad privada, pero la suposición luego se diluyó fácilmente. ‘La Maga’, como la conocen los más cercanos, atribuye esta sensación de bienestar al buen desempeño de las sucesivas juntas de acción comunal y el apoyo de la policía metropolitana.

El excepcional nombre de la calle guarda además una de las historias más curiosas. Antes de llamarse Tripita y Media era la Calle Canabal, hasta que la hija de una familia de pescadores —o la mamadera de gallo—, hace más de 250 años, la volvió célebre, singular. La chica vivía en la Calle Primera de la Magdalena. Sus padres apenas conseguían ganarse la vida con lo que se pescaba en el Caño San Anastasio, que quedaba donde se sitúa hoy La Matuna. Lo que le correspondía a los hijos era ayudar cómo mejor pudieran, y la muchacha descuartizaba los pescados, pero cuando apartaba, cuchillo en mano, las tripas, prefería sazonarlas para comérselas. Los vecinos se enteraron del ritual gastronómico y no tardaron en apodarla ‘La Tripita’.

El reverso de la trama es que durante unas fiestas de noviembre, la adolescente, —que no tenía precisamente la fama de ser una mujer bonita—, decidió salir muy emperifollada, y se puso unas medias que, dicen, le había regalado su madrina. Lo demás se adivina. ‘Tripita’ se volvió una referencia en el barrio. Cuando se quería ubicar a algún perdido o turista se comentaba: ‘Sigue derecho, ahí, donde vive la tripita y media’.

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La prostitución en el barrio cada vez es más reducida y eso también lo celebran los pobladores. Hernando Rincón me dice que las casas de meretricio han ido desapareciendo y que el proceso de gentrificación, entendido como el desplazamiento progresivo de los nativos por el poder adquisitivo de industriales, se ha dado siempre, pero nunca bajo amenazas ni intimidaciones.

—Cuando yo estuve en la junta de acción comunal del barrio ayudamos a personas de escasos recursos que no podían mantener sus viviendas—dice Rincón, al tiempo que me ofrece un tinto e indica que en Getsemaní todavía se pueden pagar servicios públicos de estrato tres hacia arriba, casi una epopeya en la que es considerada una de las tres ciudades con el metro cuadrado más caro de Latinoamérica.

Epílogo

Esta arteria de la ciudad viva se parece mucho a aquella noche de la que les hablaba, la de la pelirroja, el vino y la madrugada en la que vi a aquella chica acariciar con sus delicados dedos la cara y el antebrazo de un muchacho trigueño y con suerte. Sobre esta vía van a la deriva el deseo y la necesidad, también el más puro deseo de cuidar y las cortesías curativas.

La Tripita y Media se ha vuelto un paso obligado tanto para los oficinistas como para los artistas y demás trotamundos que se proyectan sin el menor asomo de vergüenza o reparo, el alcohol les desinhibe y casi siempre ocurren cosas inexplicables.

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