Facetas


Judith Porto de González, una leyenda viviente

GUSTAVO TATIS GUERRA

11 de noviembre de 2018 12:04 AM

Bastó que su hija Evelia abriera una caja de secretos, para que nos devolviéramos a más de cien años de memorias de Cartagena.
 

La historia de su familia está vinculada a la historia de la ciudad, desde las noches virreinales, los amaneceres de sobresaltos y milagros de una ciudad sitiada hasta el atardecer de la independencia.

El primer hallazgo entre esos secretos, fue ver la partitura de la canción “Judith  I”, compuesta por Lucho Bermúdez, para su himno como reina de Cartagena, a sus dieciocho años, en 1940.

La mujer que está frente a mí, de 96 años, vestida de un azul sereno, con bordados y un collar de perlas, aún conserva la gracia, el humor y la elegancia. Siempre vestida de rojos intensos y dorados, y bucles de oro, conservados y cuidados.

Y ella solo se acuerda de aquel muchacho flaco y desvalido, que en el comienzo de los ochenta fue a visitarla y lo convirtió en un relámpago, en uno de sus profesores de literatura de su Instituto J. F. Kennedy. 

Me cuenta que leía muchísimo desde que era una niña, se sabia de memoria los poemas de Guillermo Valencia, a quien tuvo el privilegio de conoce en Popayán, y recitárselos en su propia casa. Su padre, que era Senador, en 1937 y 1938, le llevó a Popayán para cumplir su deseo de conocer al poeta. Pero no solo leía, sino que escribía, tocaba el piano y el violín, mientras sus amigas solo pensaban en jugar cartas al atardecer.

“Yo jamás jugué. Estaba pensando en fundar colegios, en escribir libros, y en tocar mi violín”, me dice. “Iba a ver a mis amigas, pero nunca jugué. De esa experiencia, escribí la obra de teatro Pilares vacíos. En ese tiempo, en todas las casas había un piano. Mi madre tocaba el piano. El que no sabía tocar piano, tocaba violín, y el que no sabía violín, tocaba la guitarra. Yo tuve de profesor al violinista Alfonso Bardi.

Ahora recibo clases de piano, de la pianista Evaida de la Hoz.  Fue mi abuelo, Rafael Calvo Castaño, quien me ayudó en la iniciativa de crear el primer colegio de la Sociedad de Amor a Cartagena”. El primer nombre que se le viene a la memoria es Torices, mientras sus hijos se preguntan si ese colegio no estaria en Chambacú, pero ella, reafirma Torices. Fundar escuelas fue para mí una gran felicidad, se hicieron en Torices, Daniel Lemaitre, Paraguay, La Esperanza, y se fueron extendiendo a toda Cartagena. Más de veinte escuelas. Allí se educaron más de quinientos mil cartageneros. Aún existen esas escuelas, y eso me hace muy feliz.

Aún viven la director de la primera escuela, Aida Llanes, y personas que siempre me acompañaron como Carina Llerena, Jaime López y Raimundo Angulo, a quien tuve alguna vez de secretario.

“Cuando yo empecé a escribir, no había escritoras en Cartagena. Solo recuerdo a Josefina Tono de Covo, que estaba muy viejita y me quería muchísimo. Y a la escritora María Guerrero Palacio, que me corregía los primeros cuentos. En Barranquilla, estaba la poeta Meira Del Mar. Fuimos muy amigas.

“Recuerdo que mi abuela paterna, Margarita Calvo Martínez de Porto, fue la primera mujer en Cartagena, que en los años veinte, manejaba un carro Ford, que tenia cuatro pitos y atrás tenía un baúl con dos sillitas. Yo era una flacuchenta que usaba sombrerito de fieltro. Mi otra abuela, Manuela Aicardy de Martínez, tenía una casa de veraneo en El Cabrero, al lado de la casa de Rafael Núñez. En el patio llegaban las olas del mar.

“Recuerdo haber conocido a Adolfo Mejía, un gran músico y artista. Le gustaba el trago”, dice riéndose. “Las mujeres de bien no tomaban, y si lo hacían, era a escondidas”. En su caja de recuerdos conserva el poema “Te adoro tanto”,  escrito y mecanografiado por Adolfo Mejía.

“Fui muy amiga de Javier Arango Ferrer, quien se refirió a mi obra literaria, a mis cuentos, obras de teatro y ensayos. Javier vivía en la casa La Cartujita, en Santo Toribio, y esa casa se la vendió a Juan Zapata Olivella. También fui amigo de García Márquez y de Enrique Grau. Cuando Grau se tomaba unos vinos, decía que quería casarse con Delia Zapata Olivella, su gran amiga.
“Al poeta Luis Carlos López no lo traté porque era mayor, pero siempre recitaba de memoria A mi ciudad nativa.

Todos los libros que uno escribe son una gran felicidad y una inmensa alegría, pero a la vez, un temor por los disparates que puedan aparecer al imprimirlos. Pero tuve siempre a la profesora María Guerrero Palacio, como correctora de mis textos.

“A mí me gustan muchísimo los cuentos Al filo de la leyenda y a Caza de infieles. Hay un cuento que se llama 11 de noviembre fantástico, que es una historia muy bella. Un hombre conoce en ese noviembre a una mujer y sale con ella a pasear en plena fiesta, él le acomoda la mantilla bajo la luna, y la lleva a su casa en el corazón amurallado de la ciudad. Al día siguiente va a visitarla de nuevo, y le dicen que ella murió hace muchos años, y él no puede creerlo. Va al cementerio y encuentra sobre su tumba la mantilla que llevaba la noche anterior. No sé cómo se me ocurrió eso, pero me lo inventé.
“Además de cuentos, yo escribía en el periódico El Figaro. Los liberales me decían: Te respaldamos en lo que digas. Mi madre era de padre conservador, pero era ajena a la política. En aquel tiempo, cuando uno escribía, la ciudad se levantaba cuando una muchachita escribía sobre tal cosa. Hoy nadie se mueve. Hay mucha gente escribiendo pero no pasa nada”.
 

Cartagena, esa  obsesión
 

La historia de Cartagena ha sido para ella, una de sus grandes obsesiones como narradora, dramaturga y ensayista. Con su ensayo Asaltos y sitios a Cartagena durante la Colonia, ingresó a la Academia de la Historia. 

Es autora de obras dramáticas como Pilares vacíos, “La casa de don Benito”, “Pasan los años de la tierra”, “Jacinto”, “El hacedor de milagros”, “Los artistas de mamá”, “El horno de la fantasía”, entre otras.

“Cartagena siempre ha sido mi obsesión en todo lo que he escrito como cuentista y dramaturga. El Sitio de Morillo en 1815, es la tragedia más grande que ha vivido la ciudad y uno de los hechos que marcaron la historia de la ciudad y el país. La historia del gobernador Francisco de Montes, al que sacan del Palacio de la Proclamación y lo despachan en un buque de vuelta a España, es uno de los episodios tremendos de la historia local”. Es autora además de “Dramaturgos en el teatro de Cartagena de Indias desde la Colonia”.
 

Revisando libros
 

La casa 2-08, donde nació en la Calle de Baloco, el 25 de septiembre de 1922 (fue siempre la sede de la Extensión Cultural de Bolívar y hoy se integra a la ciudad como Casa de la Cultura Judith Porto de González).
Descubro en la caja de las sorpresas, que ella editó el cuento El galeón sumergido, de  Manuel Zapata Olivella, en 1963; el cuento Agua de fuego, de Eutiquio Leal, en 1963; Treinta y dos veces amor, de Hamlet Porto, en 1962. Fue una serie de cuadernillos de narrativa y poesía que se distribuían en Cartagena en aquellos años sesenta.

Ahora ella tararea con una memoria deslumbrante junto a su hija, aquella canción.

Y estamos entonces en 1940. Ella es una niña delgada, de cabellos de oro, y una estampa salida de un reinado imperial.
 

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS