Facetas


Gabriela Llanos, mujer de novela

GUSTAVO TATIS GUERRA

08 de abril de 2018 12:30 AM

Gabriela Llanos vino a Cartagena con dos libros en su maleta, una pequeña novela, ‘Viejo caserón de San Telmo’, y un libro que espero leer pronto, ‘Facundo Cabral, crónica de sus últimos días’.

Le dije al conocerla que no había leído absolutamente nada de ella, solo los buenos augurios de sus editores, y entre el tumultuoso ritmo de Cartagena, donde “cada quince minutos hay un evento”, como dice Juan Gossaín, le prometí que nos sentaríamos a conversar, en los paréntesis del día.

No fue fácil aquello. Pero al preguntarle por su novela y la crónica de las últimas horas de Facundo Cabral, en Guatemala, me dí cuenta que su relato vivencial de la tragedia en la que murió el gran cantautor argentino, ameritaba una conversación minuciosa.
Le dije que me interesaba por igual leer su novela y su crónica. Gabriela me contó que Percy Llanos, su padre, productor de espectáculos durante más de treinta años, acompañó en el coche a Facundo Cabral, cuando en aquella madrugada del 9 de julio de 2011, un grupo de sicarios hicieron 25 disparos de fusil y pistola al vehículo donde iba el empresario nicaragüense Henry Fariña, que había contratado a Cabral.

Tres tiros arrebataron la vida del cantautor. El padre de Gabriela, gran amigo personal de Cabral, salió ileso, y Fariña fue herido.
La investigación reveló que el atentado era para el empresario Fariña, pero los asesinos, al parecer, no sabían que el que estaba a su lado era Facundo Cabral.

Después de esto, ya no me interesa nada más, sino que me cuentes esta historia- le digo a Gabriela, quien solo quiere hablar sobre su novela. ¿Qué más novela que la realidad de este atentado que se llevó a uno de los grandes músicos de América Latina?
Pero Gabriela vino a lo que vino: me promete que la crónica del atentado a Cabral será para otra faceta, pero yo no me resisto a preguntarle por los últimos segundos de la vida del músico. A Cabral le habían detectado un cáncer y empezaba su tratamiento en dos días, después del concierto, en el que de manera premonitoria, habló de Dios, y se despidió de todos, como si presintiera, que su vida tuviera los segundos contados.

Percy Llanos había enviudado hacía dos meses, y había decidido viajar con Facundo Cabral, para sobrellevar el terror de la soledad.

“Mi madre, Ana Jiménez, actriz de teatro, de Andalucía, era una mujer fantástica que nos contaba y leía cuentos, y a veces, nos cambiaba los finales fatales para que no sufriéramos”, me dice Gabriela. Fue la artífice del grupo El Juglar y de la compañía teatral Rajatabla, en Venezuela.

“Ella inspira al personaje Eva Olivares, en mi novela Viejo caserón de San Telmo. Era un espíritu cautivador, libre, idealista, con mucha energía, con un extraordinario corazón y un sentido del sacrificio.

“Una mujer que sufrió muchísimo con la dictadura militar argentina. El libro alude a esos momentos dramáticos del país y la familia. Nosotros nos fuimos de Argentina para España, cuando la guerra de Las Malvinas. Mi padre fue activista en los años sesenta. Marcó a toda una generación dirigiendo el programa radial y musical El discotecario de la noche, que mezclaba la buena música de la Pampa con la poesía del continente.

Ese mapa emocional en sus primeros siete años, en Argentina, está permeado por los tantos y el mate, y es una memoria que está más allá de la piel. La historia vivida bajo la dictadura, con sus variantes, es casi igual en todas las dictaduras y regímenes  totalitarios: la amenaza a la dignidad humana, la violación de los derechos, la vejación y el trauma de que te roben la dignidad”.
El padre de Gabriela, que deseaba huir de la realidad insoportable de la viudez, encontró en la fatalidad de su amigo Cabral, un trauma, del cual su familia tuvo que buscar terapias para la resiliencia y la sanación interior.

¿Quién es Gabriela?
No conocía personalmente a Gabriela Llanos, y estuvimos buscándonos sin conocernos en el patio del Hotel Santa Clara para conversar sobre sus libros. Cuando le pedí que se describiera para conocerla, tuve el pálpito que era la mujer que estaba merodeando sin cesar por los pasillos, buscando al cronista que estaba muy cerca de ella, sin intuirnos. Es Máster en Radio Nacional de España y la Universidad Complutense de Madrid. También ella, como su padre, ha dirigido programas radiales y televisivos y ha coordinado talleres de escritura creativa. Y participó junto a sus padres en la empresa de espectáculos, en la que conoció de cerca a Facundo Cabral y a Mercedes Sosa. Hay en el espíritu de esta mujer, la pasión por las palabras, la música, y el arte. Peregrina en América Latina, vive ahora en Puerto Plata, en República Dominicana.

La novela
Dice que ella no sabe cómo empezó a escribir la novela, pero el espíritu de la trama tiene que ver con la nostalgia de quien persigue la luz en medio de las tinieblas de la existencia.

Una mañana de invierno en Buenos Aires, Aldo Canessa quiere cumplir la promesa a un amigo muerto.  Una llamada recibida en Madrid obliga a viajar intempestivamente a Buenos Aires, a tres hermanas: Paloma, Celeste y Marta, “al mismo centro de la nostalgia: un viejo caserón del barrio porteño de San Telmo que esconde un secreto suspendido en el tiempo”, dicen los editores de la novela.

La trama se parece a la historia de sus padres: la relación entre un idealista y una actriz de teatro. Los personajes viajan a la memoria a reencontrarse con una vieja promesa en la que hay amores imposibles y un secreto familiar aún no resuelto.
Me cuenta que haber vivido en España, le permitió conocer la obra de grandes novelistas como Javier Cercas y Javier Marías.

Epílogo
Le digo a Gabriela que nuestro segundo diálogo será de los detalles sobre la muerte de Facundo Cabral. “Ya habrá tiempo”, me dice.

Mientras ella abre las páginas de su novela con  la pasión de quien ha vivido estas historias, no queda la menor duda, de que ella es uno de sus personajes, una auténtica y encantadora sorpresa novelesca.

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