Facetas


Eso dicen todas las mamás

INDIRA ARIZA PÉREZ

11 de mayo de 2014 12:02 AM

Desde que tengo memoria absolutamente nadie está exento de tener a una progenitora tierna y bestialmente dramática. Cada mamá es una pieza original y así como son únicas, también lo son sus frases; sí, esas palabras memorables, que las convierten en célebres en el entorno familiar.

A muchos les puede fastidiar la popular “cantaleta”, cada vez que a buen juicio, merecemos el sermón por haberla embarrado en algo. Las mamás son como una caja llena de consejos y recomendaciones que nunca se extingue. Así el pasar de los años nos condene a perderla de forma física, es justo recordar que mamá siempre será mamá y que sus palabras retumbaran hasta el último de nuestros días.

Cada quien recuerda lo que le conviene, pero así, estoy segura que más de uno saca de su retentiva, alguna peripecia de su vida en la que esté su mamá como protagonista. Ser madre no es fácil, es una completa mezcolanza de emociones.

Seguro se acuerdan de las rabietas de su mamá y cómo con el uso de enunciados contundentes inundaban cada uno de nuestros pensamientos. Estará en la palestra aquel día en que se le revolvieron los apellidos y quiso tirar la toalla, la frase más popular para ese momento era “Un día de estos se levantan y no me van a encontrar, me voy a ir lejos para ver que hacen”.

También se rememoran aquellos tiempos en los que los hijos queríamos hacer lo que se nos diera la gana y nuestras sabias madres de la manera más tajante solían decirnos “es que usted no se manda solo (a), cuando trabaje y se mantenga, hablamos”.

Siempre un dicho o varios poblaban las salas y los dormitorios de nuestras casas. Allí solo se podía escuchar la voz de la mamá, pobre del que incumpliera esta orden, pues las siguientes palabras aún le resonaran en la cabeza “no me conteste, ni me levante la voz”.

Así también se exorcizaban nuestras mamás, pues en algún momento se juzgaron por no habernos cumplido todos los caprichos, claro que, al final se alababan por darnos educación y decían “no les habremos dado lujos o riquezas, pero les dimos estudio”.

Cuantas veces su mamá no le dijo “todo lo que me he sacrificado por ustedes y miren cómo me pagan”, “estas no son horas de llegar a una casa decente” o “ese hombre no te conviene”.  Cuando los hijos reconocíamos nuestros errores, la expresión especial era “no quiero sonar repetitiva, pero, se lo dije” y al concluir cualquier conversación, utilizaban la más popular e inexplicable  razón, que era “porque soy su mamá y punto”.

Se es madre solo cuando se tiene la total insistencia para proteger a los hijos y únicamente cuando se tiene el sentimiento de sacrificio por ellos. Por eso las mamás son seres incontenibles, de lágrimas y esfuerzos, son seres de luz que tenemos en nuestras vidas como regalo. Altas o bajas, de faldas o de pantalones, de batas y rulos o de colorete en la cara; las hay de todos los gustos y sabores. Solo que los hijos no podemos escoger.

Para nadie es un secreto que desde el primer momento en que nacemos somos responsabilidad de nuestras madres, a ellas les pertenece la enseñanza de las primeras palabras y hasta la propiedad intelectual que podamos devengar desde esos inicios. Somos moldeados por las directrices de estos seres inmortales, que nos sobre protegen y crían con el carácter suficiente que las hace idóneas e irrepetibles en la vida de cualquier hijo. 

Refranes y presagios
Las madres subsisten según los presagios o los pálpitos, pues estos son los más efectivos  para incidir de manera psicológica en el  cambio de la conducta de los hijos  o al menos funcionan para dejar que ganen tranquilas la batalla de quien tiene o no, la razón.

Definitivo es que las mamás aprendieron  en la universidad de la vida a criar a sus hijos, así como también estudiaron para tener la respuesta indicada ante cualquier situación o problema, sino miren por qué algunos dichos o adagios eternizados por nuestras madres son tan oportunos y acertados.

Uno muy típico es “dime con quién andas y te diré quién eres”, a quien no se lo dijeron cuando se dieron cuenta de que quería andar con quien no debía. Cada vez que se le ocurre a cualquier hijo cuestionar a su progenitora, este es el dicho que mejor les sale“más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

Quizá el más recordado es “entre cielo y tierra no hay nada oculto” y verídico, al poco tiempo de haber dicho una mentira, estábamos confesando o por alguna fuerza extraña nuestras madres solían intuirlo al mirarnos fijamente a los ojos.

Ser  mamá es como comerse un bon bom bum de fresa intensa, se convierten en la experiencia deliciosa a la que le ponemos mucho empeño, porque al final nos encanta encontrar, saborear y moldear el chicle. No comamos cuento el mejor tesoro que puede tener una persona, no son las riquezas y las estupideces materiales, es su mamá y pobre de que no la valore en vida.

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