Facetas


Entrevista a Antonio Prada Fortul

GUSTAVO TATIS GUERRA

09 de septiembre de 2018 12:00 AM

Lleva en la mano izquierda el collar Ildé con sus colores amarillo y verde, que simbolizan los orishas de la adivinación: Orula u Orunmila.
Es el escritor e investigador Antonio Prada Fortul (Cartagena, 6 de diciembre de 1948), autor de las novelas Benkos, las alas de un cimarrón; Orika, la gacela de la madrugada; Las arenas de Elegguá; y Kanú.

Su novela sobre Benkos Biohó, será publicada en la Biblioteca de Afrodescendientes, próximamente. Sorprendió al público de Cartagena, en la Plaza San Pedro Claver, con una conferencia sobre “El encuentro entre Benkos y Claver”, en la Semana por la Paz que culmina hoy, fecha de aniversario del fallecimiento del santo patrono de los cartageneros.

Su conferencia estuvo enriquecida por una ceremonia de tambores batá.

Al finalizar la ceremonia, las puertas de la iglesia de San Pedro se abrieron bajo la luz del final de la misa, bajo un halo misterioso, y era como si hubieran coincidido dos ceremonias distintas y de orígenes ancestrales: África y Europa.

Como si Pedro Claver estuviera escuchando el toque de tambores de Benkos Biohó.

Fue un episodio sorprendente, que dejó maravilladas a las dos audiencias.

¿Encontró usted un documento sobre el encuentro entre Claver y Benkos Biohó?
- Indagué en documentos de la época en que vivieron Pedro Claver y Benkos Biohó, los dos vivieron casi al mismo tiempo. Benkos murió en 1621, y Claver en 1654. Los documentos más significativos son los de Alonso Sandoval.

Los últimos cinco años de Benkos, desde 1616 a 1621, fueron de un gran protagonismo, y el líder africano frecuentaba Cartagena y el arrabal de Getsemaní. Se sabe que Benkos firmó un pacto de paz, pero fue traicionado por los mismos españoles, que lo ahorcaron y descuartizaron. Sus restos fueron dispersados en diversos sitios de Cartagena, y sus hijos se los llevaron. No se sabe adónde fueron a parar esos restos.

Claver aprendió a hablar la lengua angolana, tenía 29 intérpretes que le traducían las distintas lenguas de los africanos esclavizados. Todos ellos fueron juzgados por la Inquisición, y muchos de ellos fueron perseguidos y asesinados, pese a que Claver intercedía ante los inquisidores y autoridades españolas. Los jesuitas se compenetraron tanto con la cultura y las religiones africanas, que fueron iniciados de esta cultura, y marcaron diferencia con la ortodoxia católica.

¿Ha investigado usted el origen de Benkos Biohó?
- He ido dos veces a África. La primera vez estuve 17 días en Senegal; y 20 días en Guinea, la segunda vez. He ido a investigar los caminos de origen de Benkos, desde la isla de Goré, el antiguo embarcadero de los esclavizados que vinieron a América, y rastreando información con historiadores africanos.

Esas barracas hoy, a pesar de ser un sitio de memoria histórica, están descuidadas, pero conservan un encanto especial.

¿Qué le impresionó de su experiencias africana?
- El enorme parecido con Cartagena, incluso, en las maneras más sutiles de la cotidianidad, al margen de las diferencias de idioma y vestuario, encontré grandes semejanzas. El mercado de Dakar es igual al mercado de Bazurto en Cartagena.

La manera de caminar de las mujeres es muy similar al de las cartageneras. Y en el mercado africano, vi mujeres que se metían una falda en una pierna y otra en la otra pierna, y en el centro, tenían una tabla en la que arrollaban pescado. La escena es igual a las de las mujeres del puerto de Lorica o Cartagena.

Las similitudes culturales entre África y Cartagena son enormes, pese al Islam, que ha permeado esa cultura.
 

¿Que otra sorpresa cultural de Cartagena encontró en África?
-La otra sorpresa cultural fue descubrir en las universidades africanas que conocían la novela Changó el gran putas (1983), de Manuel Zapata Olivella. Y reconocían, valoraban y estudiaban al escritor mucho antes de conocer a García Márquez, quien se popularizó después del Premio Nobel de Literatura. Para los africanos, Zapata Olivella escribió su novela con los códigos yorubas y los africanos, lo consideraban un babalao.

Poco antes de morir, conversé con Zapata Olivella, le compartí la tabla circular de los africanos y le bajé su santo, que no era Changó sino Oggun.

¿Cuándo se inició en la investigación del universo africano?
-Hace muchos años, desde 1994, pero mis autores básicos fueron Manuel Zapata Olivella y Leopold Sedhar Senghor.

Siempre tuve un gran interés por la cultura africana, porque Cartagena, al margen de haber sido un puerto de esclavizados africanos, fue un gran centro de la religiosidad africana. En el solo barrio de San Diego había 12 cabildos y en Getsemaní, era el gran centro.


Tengo entendido que usted es sacerdote babalao. ¿Cómo eligió ser babalao?
-Ocurrió mientras investigaba para escribir la novela sobre Benkos Biohó. Para poder descifrar algunos interrogantes, tenía que conocer en profundidad ese origen. Además de África, fui a Cuba y a Nueva Orleans. Durante cuarenta días estuve en Nueva Orleans, en cuyo cementerio sui géneris, encontré que en cualquier hora del día, hay un centro ceremonial en donde confluyen el vudú, la santería, el palo mayombé, como en el cementerio de Santiago de Cuba. Soy babalao desde hace nueve años. Y como babalao percibo la presencia de esas deidades a través de una profunda percepción sensorial y a través de largos ejercicios y prácticas.

¿Qué no debe hacer un babalao?
-Un babalao es un ser responsable y respetuoso, con una relación acorde a su condición. Es una concepción del mundo pre-mosaica, es decir, antes de Moisés. A los babalaos se les consulta para descubrir al ángel de la guarda que está sobre la cabeza de cada ser humano.

Y en un ceremonial, se baja al santo. Hay una ceremonia que se llama Sarayenye, que es un proceso de limpieza espiritual, de despojos. Encuentro una gran similitud entre la trilogía sagrada africana: Olofi-Olorun- Olodumare: y la mitología griega o judeocristiana. Eso no es casual, porque La Biblia ocurre en el África subsahariana, en Egipto, Marruecos, Argel, etc.

Muchas prácticas de sabiduría ancestral, como aquellos médicos que curaban con las vísceras del sábalo y espantaban a los espíritus, contados en Tobías, en La Biblia, son similares a las tradiciones africanas milenarias. Los médicos o yerberos yorubas aprenden durante catorce años, el uso sanador de cada planta, tallo, hoja. Un médico guineano, también babalao, me contó que cuarenta universidades africanas están procesando ese conocimiento de los curanderos y están reescribiendo la historia de África, descifrando los cantos de los grioles y el conocimiento que ha florecido bajo la sombra de las ceibas o baobab, árboles sagrados.

-¿A qué cultura pertenecía Benkos Biohó?
-Era un iniciado. Un guerrero que lidera la movilización de los cimarrones, que firma un tratado de paz y derrotó en distintos momentos a los ejércitos españoles, era un ser formado en los misterios menores y mayores de la cultura africana. He ido hasta Guinea, pueblo palafítico, y Senegal, lugar de su origen, para encontrar rastros de la formación de Benkos.
 

¿Cuál es el legado de la cultura africana que los occidentales podrían asimilar?
 

-Uno de los legados es la defensa de la familia como núcleo fundamental, como principio de la convivencia y la supervivencia. En la iniciación del arte de los encantos, se entrena al hombre y a la mujer. Al hombre para que aprenda la sabiduría de cómo hacer feliz en el acto amoroso, y a la mujer en el legado de cómo hace feliz a los hombres en su vida conyugal.

Explíquenos, ¿cómo son los tambores ceremoniales africanos?
 

-Son tambores batá utilizados para estas ceremonias. El tambor Iyá es la madre y está en el centro.

El tambor Okónkolo es el hermano mayor y el tambor Itólole es el hermano menor.

El tambor es algo más que un instrumento. Es una herramienta para comunicarse con las deidades.

Epílogo
 

Prada Fortul cuenta que su apellido materno es de origen haitiano, y su bisabuelo fue un francés de apellido Leclerc, que acompañó a Bolívar en el proceso de liberar a los africanos esclavizados. Su antepasado, María Luisa Caballero Leclerc, construyó el Pasaje Leclerc.

Su deseo es que Cartagena tenga por fin, una escultura en bronce de Benkos Biohó, elegida por convocatoria pública entre los artistas.

El nombre de Benkos vuelve a brillar entre las noches remotas del olvido.

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