Emeric Lhuisset ha estado en las últimas guerras del Medio Oriente y ha esperado el instante supremo para hacer la foto insólita e inesperada de ese teatro demencial que es la guerra. Algunas de sus fotos parecen una pintura del siglo XVII o una escena cinematográfica. Pero es algo más que todo eso: es la sensación de que todo ha ocurrido en una frontera muy cercana al sueño o la pesadilla.
Vino a Cartagena de Indias a compartir sus imágenes de guerra en la Cátedra Internacional de Altos Estudios en Unibac y a explicar que no toda foto de guerra que aparece en los medios de comunicación puede ser una construcción a veces aproximada o tergiversada de la realidad. Apenas le propuse esta entrevista y miró el periódico en el que yo había publicado una foto increíble de una niña en medio de doscientas sesenta y cinco botas de soldados muertos con sus fusiles en Irak, me mostró la otra foto de la realidad en la que aparecía una niña iraquí espantada ante el soldado americano que mató delante de ella a sus padres.
Si usted no me lo dice no lo sabría: ¿Por qué hizo fotos de un combatiente en Afganistán y le cambió el fusil por un arma de juguete?
- Lo hice para demostrar que hay un campo muy sutil entre simulación y realidad. El soldado no quería al principio pero le pedí que se dejara hacer la foto con un arma de plástico de juguete. Pero en un momento en medio de las ruinas en las que estábamos, ante la amenaza de un ataque, el soldado dejó el arma de juguete instantáneamente y cogió su arma real.
¿Lo del arma de juguete no era acaso una recordación de su infancia?
- Esa probable, pero en Afganistán los niños en medio de la guerra real, juegan a otra guerra con sus fusiles de plástico. Pero esa otra realidad la viven los soldados cuando tienen la oportunidad de jugar los videojuegos que son también juegos de guerra financiados por la Armada de los Estados Unidos. En esos juegos hacen lo mismo como si estuvieran en la guerra. Al combatiente con el fusil de plástico le hice quince fotos, todas en posición de ataque y defensa, asomado en las ventanas ruinosas de un lugar que estaba siendo atacado en realidad.
Estas fotografías suyas parecen en verdad pinturas o escenas de película.
- Parecen pinturas clásicas pero eso invita a pensar qué es lo real, y es allí donde propongo que hay varias realidades. Hice la foto de un combatiente al que le estaban disparando y él atacaba, mientras yo hacía la foto. Pero entonces, hubo un silencio, y el soldado me hizo una señal como diciéndome: “Espérate”, se asomó a ver si podía hacerlo, y posó para la foto en un silencio sin balas. Aquello parecía un juego pero era una guerra real. Podían matarlo a él o a mí por estar haciendo la foto. Parecía a la vez un juego...
Es cinematográfico eso...
-No me gusta lo cinematográfico porque en una guerra hay héroes. Y eso en la realidad no es así.
¿Cuánto tiempo ha estado en esta tarea de retratar la otra guerra?
- Desde 2004, han pasado ya diez años.
¿Cuál ha sido la hazaña más riesgosa que ha hecho hasta ahora como artista en medio de la guerra?
-Ponerle una cámara en el pecho a un combatiente para filmar un video durante 24 horas sin cortes todo lo que le ocurría en plena guerra en Siria. En ese video se ve la ciudad destruida y el combatiente preparándose en su casa para salir armado.
¿Cómo logró convencer al combatiente que llevara la cámara en el pecho?
- Duré tres años convenciéndolo. La confianza de haberme hecho amigo de él hizo posible esa hazaña. Jamás he hecho este trabajo por dinero y nadie me ha pedido nada a cambio. El propósito era hacer un video o un retrato de la realidad de la guerra.
¿Ha hecho fotos de muertos en la guerra?
-Jamás. Estuve muy cerca de un bombardeo en Siria en el que murieron muchos niños y mujeres, y alguien en medio del terror y el pánico me cogió por los brazos gritándome que hiciera fotos. No las hice por respeto a esos seres humanos. No me gusta mostrar un cuerpo muerto. Es algo humillante. Eso me llevó a pensar que debía recoger las voces de las personas en medio de la guerra.
¿Qué hizo?
-Estuve en Maydan en Kiev (Ucrania) durante seis días retratando a cien personas en medio del ambiente opresivo de la guerra. Y al terminar mi trabajo expuse esas fotografías en la plaza del pueblo. A cada retratado le hice dos preguntas que me respondió en un papel: ¿Qué le gustaría que ocurriera ahora? ¡Qué crees que ocurrirá?
Viendo los rostros de estas cien personas encuentro en sus ojos serenidad, coraje y valentía.
- La más optimista de las cien personas fotografiadas fue una mujer llamada Taniana que llevaba unas flores amarillas en el cabello. Y tenía la convicción de la paz para su pueblo. El señor Leonidas le bastó coger una manzana para expresar que esa manzana era la vida y su pueblo que había que proteger. El rostro del clérigo ortodoxo transmite una expresión un tanto desencantada.
Epílogo
Instalado en los campos de guerra Émeric Lhuisset ha convencido luego de hacerse amigos de los combatientes de posarle para una foto que parece en verdad una pintura de Delacroix. Los cien retratados de Ucrania fueron captados en febrero de 2014, luego de la guerra. Uno de ellos le dijo que después de la victoria esperaba el caos.
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