Facetas


El escultor que conversa con la piedra

GUSTAVO TATIS GUERRA

26 de junio de 2016 12:00 AM

En la cerrajería de su padre, el niño empezó a soldar sus primeras invenciones, como quien arma un rompecabezas, juntando milagros, desarmando intuiciones,  a ciegas, con las manos ansiosas de descubrir formas, como quien pule con paciencia la geometría del silencio.

En la última década, la obra de Gustavo Vélez (Medellín, 1975) conquistó el continente asiático en exhibiciones, ferias y colecciones privadas. En China, Japón y Beijing, su obra es celebrada como una de las mejores del arte contemporáneo, por la sutileza, levedad y musicalidad de sus formas.

Sus esculturas sorprendieron a los espectadores asiáticos en las galerías de Tokio, Utsunomiya, Iwaki y Yokohama, quienes durante dos años celebraron el prodigio del artista colombiano en la muestra Incontro a Pietrasanta, en un intercambio entre galerías de Colombia y Japón. En agosto de 2015 expuso en la Galería Seiho de Tokio. Ha expuesto en galerías y museos de China, como el Museo de la Ciudad de Beijing, en Art Shanghai (China), Kiaf (Corea) y Art Stage (Singapur). Su escultura monumental Flying, mármol blanco coreano, se instauró en el Parque de Esculturas Art Vallery de Seúl (Corea).

Entre 2011 y 2012 más de una veintena de esculturas monumentales de mármol, acero y bronce se exhibieron en el Museo Arqueológico y Contemporáneo de Guayaquil, Museo de Arte Moderno de Cuenca, Museo de Arte Moderno de Quito y Museo de Arte del Tolima.  Hay obras suyas en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, el Metro de Medellín, Gobernación del Tolima, en Hiki Hospital en Utsunomiya y Akasaka Palace bldd de Tokio, entre otras. Ha participado en la feria de arte la Pinta de Londres, la Swab de Barcelona, Summa de Madrid, Feria de Arte de Mónaco y en subastas internacionales como Sotheby´s y Phillips de Nueva York. Ha sido condecorado por el gobierno colombiano, con la Orden al Gran Caballero y la Orden de la Democracia Simón Bolívar.

De la contemplación oriental que solo acaricia con la mirada las superficies lisas y profundas y siente que la abstracción es otra forma de la realidad, y la percepción occidental que se desborda en la contemplación visual y la intuición táctil, hay lecturas humanas que revitalizan la curiosidad humana. En obras como “Hipercúbicos” (2013), formada en una dimensión de 260 x 140 x 160 cms, hay una construcción de inquietante sensualidad, en donde el vacío se eriza como una sinfonía de sugerencias.

En “Giro” (2013), 386 x 190x 90 cms, la sinuosa levedad que se erige al cielo logra generar multiplicidad de transparencias al espectador y transformar la luz en un receptor mutante de reflejos del cielo y la tierra, y de los espectadores, bajo el resplandor del sol y la luna. En “Zenit” (2013), 660 x 70x70 cms, la línea convertida en curva ascendente, se eleva hacia el cielo, como una promesa de infinito. En “Visiones” (2011), 238.5x40 x40 cms,  la abstracción iluminada por el brillo y la sinuosidad de la obra, crean múltiples sensaciones e interpretaciones, desde la danza y la serena contemplación de una criatura en vuelo. En “Espectro” (2011), 244.5 x 79 x 60 cms, las texturas de la obra generan paisajes emocionales desde un leve movimiento de hierbas, o un inmenso horizonte hacia el infinito.

Epílogo
La piedra dormida que pudo ser un corazón dormido en el tiempo se ha convertido en una música en las manos de Gustavo Vélez. Una sinfonía de cuerpos terrestres y celestes, de criaturas serenas y danzantes, sugerentes e inquietantes, una epopeya forjada entre dos silencios sublimes.
 

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