Facetas


El día que se robaron al santo

JULIE PARRA BENÍTEZ

04 de febrero de 2018 12:30 AM

Apenas amanecía cuando le avisaron a la ‘seño’ Lilia Romero que las puertas de la parroquia habían sido forzadas. Ella, una fiel servidora de la iglesia de su pueblo, no dudó un segundo en constatar lo sucedido, pero al entrar, tras recorrer los pocos pasos que había desde su casa, vio de inmediato el despojo que marcaría la historia de San Cayetano, en Bolívar. La maquinaria con la que reparaban el templo por esos días permanecía intacta, como también las bancas y el grial. Hasta las hostias estaban completas. Solo hacía falta una cosa, la figura del santo patrono.

Lo más valioso de ese lugar había sido hurtado y ese robo dejó a todo el pueblo consternado. Entre tantas versiones solo sospechaban dos cosas: o fueron creyentes obsesionados que se apoderaron de la imagen, o, por el contrario, fueron incrédulos que no soportaron la devoción del pueblo hacia ese santo.

“Se hablaba de unas personas de aquí de, San Cayetano, residentes en Valencia (Venezuela), que se lo habían llevado para allá, pero estuvimos averiguando, incluso, yo estuve por allá y nadie me dio razón. Sí es cierto que hay una imagen pero no es esa”, cuenta Lilia, ella desde muy niña se comprometió a guardar las llaves de la iglesia para organizarla cada vez que llegara el sacerdote de San Juan Nepomuceno, oficio que le valió el sobrenombre de la pequeña ‘San Pedro’.

Dicen que la noche del robo fue muy tranquila, de no ser por una campaña evangélica que se realizó en el parque principal, justo al lado de la iglesia. Los comentarios que iban y venían, señalaban a los ‘protestantes’ como sospechosos, no solo por no creer en imágenes, también porque nadie vio ni escuchó nada.

Reinaldo Villalba Hernández es un ferviente devoto de San Cayetano. Asegura que gracias al santo hoy tiene casa propia, porque su trabajo como albañil no le generaba lo suficiente. Rey, como le dicen en el pueblo, narra que en ese entonces también se habló un grupo sectarista que robaba las imágenes de las iglesias en varias partes del país, pero al final reconoce que son solo conjeturas. La verdad en toda esta historia es que un día cualquiera la iglesia amaneció abierta y la representación de su santo había desaparecido. Hasta el día de hoy no se ha sabido más nada.

“Muchos dicen que se lo robaron para tenerlo en otra parte y otros que se lo llevaron para venderlo, porque era una imagen muy antigua, creemos que es de la época de la colonia, que lo trajeron los españoles. Esa imagen tenía muchos años, yo tengo 60 años cumplidos y ya esa imagen de San Cayetano existía desde hacía tiempo, me contaban mis papás, desde antes de que construyeran la iglesia”, relata Villalba.

Pero ese no ha sido el único robo en la parroquia de ese corregimiento de San Juan Nepomuceno. Sus habitantes recuerdan que una vez se robaron la campana de bronce y las especulaciones no se hicieron esperar. “Para esos días estaban haciendo unos juegos deportivos en Cali, entonces la gente empezó a decir que se la robaron para hacer las medallas. Lo cierto es que nadie se percató de esos robos. La gente antes era muy miedosa y cuando se sentía un ruido en la iglesia daba miedo acercarse, pensando que era algo del más allá. Y cuando eso pasó todavía la violencia no había llegado por acá”, agrega Reinaldo.

Los milagros
Cada 7 de agosto llega una gran cantidad de feligreses a rendir tributo al patrono del pan y del trabajo, y son varios los milagros que le atribuyen, en especial a los campesinos de este pueblo de los Montes de María. “Cuando había una creciente grande, sacaban al santo de la iglesia y el arroyo bajaba. Lo mismo hacían cuando había sequía, lo sacaban a la calle y llovía”.

Otro prodigio, por el que por fortuna -dicen- no quedaron sin “santo” después de aquel robo el 20 de diciembre de 1997, fue el ocurrido a unos navegantes. “Estaban viajando y cuando el barco se hundía, le pidieron a San Cayetano que los salvara y así ocurrió. A raíz de eso, ellos prometieron donar una imagen en el pueblo que encontraran con su nombre, y llegaron acá y nos regalaron la que tenemos ahora, pero eso fue antes de que se robaran el otro. En su momento teníamos las dos imágenes en la iglesia, pero el viejito era el que sacábamos en la procesión”, narra Lilia.

José Miguel Yepes, un joven devoto de San Cayetano, asegura que su trabajo también lo debe a su patrono y por ello ha recorrido procesiones a pie ‘pelao’, explica que aunque ambas imágenes (la que desapareció y el ‘milagro’, como le llaman en el pueblo) representan al mismo santo, no son exactamente iguales. “El ‘milagro’ tiene un niño en los brazos y el otro no, sino un cabrito en el pecho. El de ahora tiene al Divino niño en los brazos porque en la embarcación que naufragó venían unos niños que fueron salvados, por eso, esa persona que lo regaló le puso al divino niño en los brazos”.

Aunque al pueblo lleguen otros ‘San Cayetanos’, nunca han olvidado ese hecho que los marcó y guardan la esperanza de que algún día aparezca el santo robado.

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